El humanismo, nuevo rey de la jungla digital

Las últimas tecnologías salen ahora en ayuda de las letras, la historia, el cine. Además, el ‘Humanismo digital’ estudia cómo resolver los retos pendientes de nuestra relación diaria con los dispositivos.

No es casual que las grandes tecnológicas también estén contratando para sus equipos a filósofos, teólogos, etc. Se han dado cuenta de que hay mucha vida más allá de los algoritmos y reclaman este tipo de perfiles para hacer más humana la digitalización. Cada vez se habla más de ese Humanismo digital y hemos querido conocer de dónde procede. En realidad, no es algo nuevo. Los orígenes de este movimiento académico se remontan a los años 50 del siglo pasado. Era la época en la que la inteligencia artificial daba sus primeros pasos. Por un lado, en la Universidad de California, en Berkeley, una profesora de literatura pidió a unos ingenieros que le ayudaran a crear un índice de poesía usando para ello aquellas tarjetas codificadas con agujeros. También en esa misma década, en Italia, un jesuita creó el índice tomístico, una guía de la ingente obra de Santo Tomás, con la ayuda de las computadoras de IBM. Así, los avances técnicos se ponían al servicio del Humanismo... y también así surgía el Humanismo digital.

“Las Humanidades Digitales utilizan las últimas tecnologías -como los métodos computacionales más avanzados- para impulsar la investigación en este campo del saber”, explica Juan Luis Suárez, profesor de Humanidades Digitales en la Western University de Canadá. Considerado uno de los máximos expertos en este campo, impartió una conferencia recientemente en Madrid, en la Fundación Ramón Areces, junto a su colega de la universidad tecnológica de Swinborne en Australia, Angela Ndalianis. Con ambos descubrimos el estado del arte de una nueva ciencia: las Humanidades Digitales. Los expertos auguran que será cada vez más necesario para empleos relacionados tanto con las tecnologías de la información como con las industrias culturales y creativas. También lo ven como una gran oportunidad para revitalizar las Humanidades como campo de conocimiento.

Del barroco a ‘El rey León’

La profesora Ndalianis aportó ejemplos de cómo las máquinas pueden contribuir al Humanismo. Se remontó primero al barroco, en concreto a la capilla de Bernini en la que podemos contemplar El éxtasis de Santa Teresa. “Allí asistimos a una unión perfecta de muy distintas artes: la pintura, la escultura, la arquitectura...”. Y no dudó en comparar ese rincón mágico de Roma con lo conseguido gracias a herramientas digitales en la última versión de El rey León: “Esta película ofrece, como la capilla de Bernini, una inmersión total”. “Lo digital y lo no digital están cada vez más entrelazados en la nueva poética de la condición contemporánea. Asistimos a nuevas relaciones que no se habían podido ver antes. El concepto wagneriano de obra de arte completa se aplica a lo postdigital por su capacidad para fusionar distintos medios”, afirmó. Y continuó con esa comparación: “Los responsables de El rey León revolucionaron la manera de hacer cine. Si observamos a sus creadores en pleno trabajo, parece que estén jugando a videojuegos, filmando cosas que no existen, moviendo las cámaras en el aire sin enfocar a nada real, pero esos planos los va captando un ordenador que luego interpreta y procesa con complejas técnicas digitales e inteligencia artificial... Es una poética neobarroca, podríamos decir. Como en Bernini, se trascienden los límites. El arte en lo postdigital es un arte que aborda la humanización entre el ciberespacio y la realidad combinando los medios encarnados y la realidad mixta”.

Entre dos mundos

Para Angela Ndalianis, ese juego entre la realidad y la ilusión es una característica del barroco y también del mundo postdigital, en el que desaparecen las fronteras entre lo analógico y lo digital, entre lo inorgánico y lo orgánico... Y puso un ejemplo más de esa nueva convivencia entre las Humanidades y la tecnología. “En 2008, un hotel de Las Vegas creó un vídeo en el que unos frescos reales grabados en otra iglesia de Roma iban cobrando vida. Unos algoritmos intervenían en las imágenes transformando la obra original barroca a partir de figuras geométricas y abstractas. Aquí el ordenador alteraba la obra interpretando el dinamismo de ese fresco. La máquina se hizo cargo de la creación y asumió el papel de artista. Fue interesante para mostrar cómo pueden ver los humanos a través de las máquinas e intentar entender esa sabiduría que aporta la tecnología”.

El acceso al yo

En esta misma conferencia, Juan Luis Suárez defendió que el acceso al yo es la clave de todo movimiento humanista. “El método para aprender en la realidad es ese acceso al yo, pero las generaciones actuales jóvenes no saben acceder a su yo interior. Ese el principal desafío que tenemos”. Suárez se mostró agradecido a la tecnología por las posibilidades que nos ofreció durante la pandemia, pero también es muy escéptico sobre otros temas relacionados con este progreso. “El Estado tiene la obligación de regular a las plataformas digitales y de educar a los jóvenes en la vida real. Son las dos urgencias de hoy. Aprender a lidiar en este entorno”, reclamó. Insistió este profesor de la Western University de Canadá que “la gente joven no está preparada para afrontar una crisis en la vida real, ya sea un problema de pareja, un conflicto con los padres, la entrada en la universidad, etc.”

Admitió Juan Luis Suárez que “la condición humana es ya prácticamente condición digital”. “La digitalización es un proceso en el que vamos traspasando todos los ámbitos físicos a un mundo digital, algo que llevamos haciendo 20-25 años y que ahora se está acelerando, de ahí que tengamos cierto miedo sobre la inteligencia artificial. No se discute que todos tenemos uno o dos dispositivos pegados a la piel y que no queremos renunciar a ellos”, admitió.

Le preguntamos entonces cómo podríamos aprovechar la tecnología sin caer en sus efectos nocivos. Aquí su respuesta a elEconomista.es: “La medida más importante en relación con los jóvenes es siempre la educación, tanto en el contexto familiar, del hogar, como en el de la escuela. Es crucial que las familias acuerden, con los jóvenes involucrados en ese proceso, cómo y cuánto se van a relacionar con la tecnología digital. Es clave que esta educación sea práctica, es decir, que lo vean en sus padres y que lo practiquen con ellos. También que se acuerden tiempos de desconexión total”.

Este experto en Humanismo digital mantiene que todas las plataformas digitales buscan eliminar cualquier tipo de fricción, “algo que estudiaron los fundadores de Google en Stanford”. “Esa nueva disciplina plantea cómo deben ser las relaciones e interfaces entre el ser humano y las computadoras. El objetivo es que no nos demos cuenta de que estamos interactuando con una pantalla. Las plataformas digitales han aprendido que controlar esos elementos de fricción les permite ser líderes en su campo y crear un ecosistema entero”, explica Suárez.

El valor de los datos

Mantiene este profesor que el modelo de negocio de las grandes plataformas digitales se basa en los datos, en nuestros datos, y que “todo lo que hacen es buscar nuevas maneras de conseguir más datos”. “Nadie accede a una de estas plataformas sin antes haber aportado todos los datos que quieren de nosotros”, añade. “Se supone que cualquier avance tecnológico significativo tiene que incidir en la productividad, pero eso no ha ocurrido hasta ahora”. “¿Realmente lo cree así?”, le preguntamos cuando termina su conferencia. “Es algo que dicen y prueban los economistas. En gran parte, tiene que ver con que pertenecen a ecosistemas de economía financiera y por otra parte su actividad no permea hasta la productividad del resto de empresas en el sector del que se trate”. Le repreguntamos si no ve adelanto y beneficio directo en las empresas a partir de la digitalización, ya sea agilizando los procesos, tomando decisiones con más información, ahorrando costes al poder realizar mantenimiento predictivo en las fábricas o incluso ser más eficientes energéticamente en los hogares, pero se mantiene escéptico: “Hay muchas cosas que se mejoran con tecnologías digitales, pero estas tecnologías no tienen necesariamente que estar vinculadas a las grandes cinco plataformas, por el contrario deberían desarrollarse sin necesidad de participar de los ecosistemas cerrados de estas plataformas. Si se hiciera así, las empresas del tejido productivo serían más maduras y competitivas”. “¿Quiere decir entonces que las empresas inmersas en procesos de transformación digital están invirtiendo en algo sin resultados?”, le preguntamos. “Digamos que deberían ser muy estratégicas en cómo piensan su vinculación con las grandes plataformas y medir bien a dónde quieren llegar en términos de su propia competitividad y productividad. La digitalización es totalmente necesaria, pero no hay que hacerla siempre en función de las grandes plataformas”, responde.

Volviendo a lo que comentaba en su conferencia sobre la dificultad de los jóvenes para acceder al yo, ¿no resulta chocante que sea así en un momento en el que, gracias a esas plataformas digitales, tienen acceso a una oferta mucho más amplia de contenidos culturales (vídeo, música, libros, arte, etc.) para desarrollar nuestra personalidad? “No lo es si se comprende que esa oferta está diseñada para la interacción constante con ella, es solo una excusa para que los usuarios cedan su atención a las plataformas y éstas puedan comprobar esa captura de la atención mediante las interacciones constantes de los ciudadanos. Lo que se produce en realidad no es un acceso al yo, sino una exposición de este para que las plataformas puedan extraer los datos y la atención de la gente”.