Ramón López de Mántaras: “La IA aún no ha logrado nada que merezca el apelativo de inteligente”

Ramón López de Mántaras, uno de los pioneros de la inteligencia artificial en España y Europa, se muestra muy escéptico sobre los avances de esta tecnología y rebaja el nivel de sus expectativas.

Empezó en esto de la Inteligencia Artificial (IA) en 1976, cuando consiguió que una mano robótica llena de sensores fuera capaz de reconocer objetos de diferentes formas. A ello dedicó Ramón López de Mántaras su tesis doctoral y con ese avance se convirtió en uno de los pioneros de esta tecnología en España y en Europa. Después, fundó el Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC y, aunque ya emérito, sigue dando clases en la materia en dos universidades australianas (la University of Technology Sydney y la Western Sydney University). Por todo ello, es una de las voces más autorizadas para opinar sobre Inteligencia Artificial. Y lo notamos muy muy receloso sobre sus avances: “En Inteligencia Artificial (IA) todavía no tenemos nada que merezca el calificativo de inteligente”, nos explica.

Admite que esta tecnología ha vivido varios momentos álgidos desde los años 70 que después se han ido desinflando por haber despertado demasiadas expectativas. Habla por ejemplo de cómo “la conducción autónoma en su nivel 5, cuando ya no existe ni volante, ni pedales de freno ni aceleración, quizá no llegue nunca”. “Hace unos meses, en Australia, estuve probando un vehículo con nivel 3 de autonomía. Reconozco que funcionaba bien por autopistas, pero cuando entramos en carreteras en las que el dibujo del asfalto era impreciso, ya vaciló y se desentendió. Por no decir que en cuanto retiraba las manos del volante empezaba a pitar. En esto de la conducción autónoma, no nos vale que nos digan que hemos alcanzado un 95% de fiabilidad. Necesitamos el 100%. Elon Musk dijo que en 2022 tendríamos las calles llenas de coches autónomos y yo no los veo por ningún lado”.

Y casi los mismos errores traslada a herramientas como ChatGPT, la aplicación de generación de textos de OpenAI, donde ve que el principal inconveniente es la falta de confianza o fiabilidad. “Por no decir que es incapaz de inferir, de sacar conclusiones de lo más sencillas. Quizá no sea un problema de volumen de información, sino de capacidad de razonamiento”, añade antes de dar una conferencia en la Fundación Ramón Areces. Para López de Mántaras, “la principal dificultad de la IA es adquirir conocimientos de sentido común y razonar a partir de ellos”. También destaca que “estos modelos son tan complejos que pueden compararse a las cajas negras: no sabemos cómo obtienen sus conclusiones. No sabemos cómo funcionan cuando funcionan ni por qué fallan cuando fallan”. “ChatGPT es incapaz de comprender lo que está escrito en un sencillo texto que le ofrecemos y sobre el que luego le hacemos preguntas”, añade.

Este experto en inteligencia artificial echa en falta en las máquinas el más común de los sentidos: “El sentido común es crucial para la comunicación y la colaboración entre personas y máquinas y en particular para la robótica inteligente del futuro”. Sí reconoce que, cuando se establece una colaboración entre humanos y máquinas, el resultado es superior al que se consigue de forma separada.

Sobre el próximo paso que todo el mundo espera de la Inteligencia Artificial, para que podamos hablar de IA general, “antes necesitamos que estos sistemas consigan aprender por transferencia, lo que significa que pueden aprender nuevas cosas a partir de otras aprendidas antes y que sean también capaces de desarrollar aprendizaje causa-efecto”. “La IA actual puede detectar patrones, pero no relaciones causa-efecto, es un problema todavía abierto y que llevará su tiempo, aunque se estén produciendo progresos”. Y ha puesto como ejemplo básico que “estos sistemas aún no son capaces de deducir que el gallo canta porque sale el sol y no al revés”.

Para López de Mántaras, “las máquinas han demostrado ser más eficientes en algunos aspectos, pero los humanos somos imbatibles en relaciones sociales, creatividad, adaptación a situaciones no previstas, en manipulación diestra, etc.” Y también aquí ha querido incluir un ejemplo del mundo de la industria: la empresa de automóviles Mercedes ha decidido recuperar a operarios humanos en una parte importante de la producción porque “la creciente personalización de los vehículos obliga a reprogramar a los robots varias veces al día y eso es menos eficiente”.

Sobre los retos pendientes de la Inteligencia Artificial, López de Mántaras destaca varios. El primero de ellos es el de los sesgos, pues, según la información utilizada para enseñar a estos sistemas, “pueden llegar a identificar a personas de color con gorilas, como hizo un programa de reconocimiento facial en Estados Unidos”. Ha asegurado que “los algoritmos de IA no son neutrales, que se cree que toman decisiones objetivas, racionales y correctas, pero no es cierto y hay que tener mucho cuidado con esto”.

“Otro de los retos para seguir avanzando en este campo es la falta de expertos en estas tecnologías”. Y menciona los errores que pueden producirse si dejamos determinadas decisiones en sus manos, como el análisis de currículos para la selección de un candidato a un puesto de trabajo, la concesión o no de un préstamo o de una ayuda social, la decisión de encarcelar o liberar a un acusado, etc.” También ha reclamado mayor ayuda para poder trabajar con mayores cantidades de datos: “Las aplicaciones actuales requieren mucho volumen de información. Por eso Facebook, Google o Amazon están haciendo muchas cosas en este campo y nos sacan ventaja a los investigadores”.

López de Mántaras concluye con una advertencia: “Hay muchos mitos sobre la Inteligencia Artificial, como que la IA puede alcanzar un nivel de superinteligencia muy superior a la inteligencia humana. De todas formas, me da más miedo la estupidez natural que la Inteligencia Artificial. Y una Inteligencia Artificial en manos de un estúpido ya es el colmo de los colmos”.