Marino Pérez Álvarez, catedrático de psicología de la Universidad de Oviedo y autor de ‘El individuo flotante’: “La envidia es el pecado capital de las redes sociales”

El teléfono móvil, un dispositivo que nació para mantenernos comunicados y para hablar, está erradicando la conversación. Las redes sociales, que supuestamente iban a conectarnos a unos con otros, en realidad ponen a unos y otros juntos en soledad. Son algunas de las reflexiones del último ensayo del psicólogo Marino Pérez Álvarez.

Marino Pérez Álvarez es psicólogo clínico y catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo. Con ocasión de la publicación de ‘su último ensayo, El individuo flotante, analizamos con él el fenómeno de las redes sociales y cómo su abuso está provocando un aumento en las enfermedades mentales en niños, adolescentes y jóvenes. “Estamos en presencia de adicciones comportamentales con un poder similar a las adicciones a sustancias”. Y nos advierte que “la mejor señal de alarma de que algo peligroso puede estar pasando la vemos cuando estar conectado llega a ser más importante que nada”.

¿Qué caracteriza al individuo flotante del que nos habla en su último ensayo?

El individuo flotante alude a ligereza, levedad del ser y falta de anclaje en algo sólido y duradero, cuando uno está a expensas de modas, tendencias e influencers de turno. Se trata de individuos dirigidos por otros más que por sí mismos. Aun cuando la levedad y la flexibilidad son características valorables y adaptativas, también pueden dar lugar a una insoportable levedad del ser, cuando uno carece de horizonte y sentido de la vida: dirección y significado.

El individualismo es una de sus señas de identidad, pero, como explica en el libro, esta corriente es muy anterior a la llegada de las redes sociales. ¿Cómo han conseguido las redes sociales acelerar ese individualismo?

Efectivamente, el individualismo viene de lejos en nuestra sociedad occidental, distinta de las sociedades colectivistas como las asiáticas. Las redes sociales fomentan el individualismo de tres maneras.

¿Puede explicarlas?

Sí, claro, en primer lugar, tenemos la comparación social, pues las redes sociales permiten que uno se esté midiendo continuamente con otros, lo que intensifica la reflexión sobre sí mismo. Dos, el uso de los otros como auditorio, seguidores, visitadores y proveedores de “me gustas”, donde prevalece la conexión sobre la conversación y el vínculo. Tres, el propio uso del móvil como actividad individual que uno realiza a solas aun cuando esté con otros, solos juntos, y ya no se diga si algún día se implantan las gafas virtuales. Por no hablar de los selfies que, junto con el satisfyer, epitomizan hoy en día el individualismo.

¿Qué problemas de salud mental están provocando las redes sociales en niños, adolescentes y jóvenes?

Ante todo, soledad, que se traduce en los términos clínicos más usuales de ansiedad y depresión. Se entiende la soledad por lo dicho anteriormente de la continua comparación, de la que uno saca la impresión de que los demás son más felices que uno mismo, del uso del otro no como un tú, sino como un perfil sin vinculación personal, y de estar pegado a la pantalla. Y también cuando desconectas, estás a solas, pero una y otra vez vuelves a conectarte por miedo a estar perdiéndote algo. Y así sucesivamente. Tenemos muchos seguidores y likes, pero pocos amigos con los que contar, si acaso alguno. La comparación social también acarrea envidia, que podemos considerar el pecado capital de las redes sociales.

¿Qué señal de alarma evidente nos indica que estamos ante un problema?

Cuando ya no puedes dejar de contactarte una y otra vez y esto va en detrimento de otros aspectos de la vida, como las relaciones sociales, el trabajo, el rendimiento escolar, los problemas del sueño y otros malestares... Los estudios muestran que las auto-restricciones del uso de las redes sociales traen alivio de malestares. No se trata tanto de resistir la tentación, como de buscarte otras ocupaciones interesantes para ese tiempo libre.

¿Cuál ha sido el caso más grave que ha conocido de menor afectado por el abuso de las tecnologías?

Quizá el efecto más llamativo es la selfitis, consistente en querer parecerse a los selfies que uno se hace y cuelga en las redes sociales. En ocasiones, esto se lleva hasta el extremo de enseñarlos como modelo al cirujano plástico para que te cambie la cara. Podemos considerarlo psicoterapia con bisturí. Por no hablar de la cantidad de gente que muere por hacer un selfie extremo al borde de un acantilado o en cualquier otra situación peligrosa de la que queremos presumir.

¿Cómo podemos detectar este tipo de problemas comportamentales y de adicciones relacionados con las redes sociales y el uso de las tecnologías?

Cuando estar conectado llega a ser más importante que nada, esa es la principal señal de alarma de que algo preocupante está pasando. Así, por ejemplo, los adolescentes (de cualquier edad) que se vuelven irritables, incluso agresivos, ante la eventual restricción del uso del móvil. Otra señal la encontramos cuando volver a entrar en la red social está más relacionado con reducir el ansia que por mera curiosidad (no siempre fácil de diferenciar).

¿Qué consejos podría aportar para prevenir estos problemas en nuestros niños y jóvenes?

Por lo general, los usuarios de las redes ya están derrotados desde el principio, porque es un sistema inmersivo que no tiene límite. Es muy difícil “ser vencedor de sí mismo”, como diría don Quijote, ante las redes sociales. Redes que parecen más para atrapar que para comunicar.

¿Por dónde empezar entonces cuando detectamos esa señal de alarma?

Primero habría que levantar la cabeza y ver qué te está pasando, si resulta que estar conectado se ha convertido en lo más importante en tu vida. Ver qué otras cosas te estás perdiendo o se están yendo a pique. Se trata de llevar a cabo estrategias de autocontrol frente al control del sistema. El objetivo no sería necesariamente la abstinencia, sino un uso racional, llevando a cabo restricciones temporales y espaciales, momentos (horas, días) y lugares, donde te autoimpones no usar el móvil y en su lugar hacer otra cosa de interés. La misma ingeniería conductual que está en la base de la tecnología de las redes sociales, bien conocida por la psicología, se puede utilizar como contra-control, para lo que sería mejor acudir a un psicólogo. Estamos en presencia de adicciones comportamentales con un poder similar a las adicciones a sustancias estupefacientes.