Así será la vida (o no) en el año 2070

Dentro de cinco décadas, la tecnología permitirá desde la teletransportación a la construcción de un ascensor que nos llevaría hasta el espacio o una megaestructura que captaría toda la energía del sol. Desde la World Government Summit ponen fecha a los grandes retos de la ciencia ficción.

En 1900, la esperanza de vida se situaba en apenas 40 años. El progreso científico -sobre todo de la medicina- y el tecnológico hicieron posible que a finales de ese siglo, en el año 2000, se hubiera duplicado la expectativa de vida hasta los 80 años en los países más desarrollados. El salto fue inimaginable. Ahora, la World Government Summit, que organiza todos los años en Dubái un encuentro de líderes mundiales y empresariales para atisbar esas tendencias, se ha lanzado a la piscina para imaginar cómo será el mundo dentro de cinco décadas, en concreto en el año 2070. Hay que reconocer que es un salto a la piscina desde el trampolín más alto, con tripe mortal y tirabuzones. Basta pensar que cuando entrevistamos a cualquier CEO de una empresa tecnológica y le preguntamos por cómo ve la compañía o su sector dentro de cinco años ya suele bloquearse.

En este caso, los responsables de la World Government Summit no lo han dudado. Han estudiado a fondo 150 tecnologías, han valorado sus pros y sus contras y también se han atrevido a calcular el año exacto en el que estarán disponibles. El salto en la esperanza de vida es más prudente y estiman que los 10.000 millones de habitantes que poblarán el planeta para entonces “vivirán con salud hasta los 100 años”.

Entre esos avances del año 2070 encontramos todo tipo de locuras. Nos hablan por ejemplo de que se podrá construir un ascensor espacial, capaz de subir hasta 36 kilómetros más allá de la superficie terrestre... Nos lo venden como una nueva forma de “colonizar el espacio”, aunque cuesta entender cómo compensarán el movimiento de la Tierra, las inclemencias meteorológicas o qué materiales soportarán esa estructura casi interminable... Por lo que comentan estos expertos, no se trataría solo de subir a echar un vistazo y bajar, sino que esa torre que se perdería entre las nubes también tendría otras funcionalidades más prácticas y de andar por casa como un internet más robusto para todos los que se queden abajo.

Se acabó el ‘jet lag’

Algo que, sin duda, acabaría con muchos problemas sería la tan ansiada teletransportación cuántica. La definen como la “transferencia de energía y materia de un lugar a otro sin tener que atravesar físicamente el espacio entre esos dos puntos”. Algo que por el momento solo está al alcance de los magos más reputados podría estar disponible para la población general. Imagínese no tener que montarse más en un avión, ni siquiera en un taxi... Sería acabar de un plumazo con el cambio climático o con los accidentes de tráfico. Dicen que la teletransportación no solo sería muy útil para las personas, también para transportar carga. Bastaría con escanear a la persona o materia que queramos enviar a miles de kilómetros y que acto seguido, también como por arte de magia y de la “física cuántica avanzada”, aparecería en el lugar elegido. Da la impresión de que ni los redactores del informe están plenamente seguros de la viabilidad de la teletransportación cuántica porque poco después hablan del proyecto Hyperloop. Ese famoso túnel permitiría conectar, por ejemplo, grandes urbes a una velocidad de mil kilómetros por hora.

También en el campo de la energía encontramos avances importantes que lamentablemente solo podrán conocer aquellos que sobrevivan al año 2070. Para entonces, estaría en funcionamiento la Dyson Sphere, como un sentido homenaje al físico Freeman Dyson, físico teórico de la Universidad de Princeton, que en 1960 ya escribió en la revista Science sobre la Búsqueda de una Fuente Estelar Artificial de radiación Infrarroja. Su idea, que ahora quieren poner en marcha, es sencilla de explicar: se trata de construir una gran estructura con paneles solares de más de un kilómetro, que orbitarían alrededor del sol y a no demasiada distancia de él, para así absorber toda la energía del astro rey. Incluso hablan de utilizar el planeta Mercurio para conseguir los materiales necesarios para tal construcción. Faltan algunos detalles sin importancia por concretar, como el plan de riesgos laborales de los encargados de esas tareas, pero también hay que pensar que aún quedan 50 años y que, como diría la canción, todo cambia que es una barbaridad. Una vez conseguida la Dyson Sphere, ya no tendríamos que preocuparnos de ninguna otra fuente de energía, pues podríamos administrar a nuestro antojo toda la que viene del sol según las necesidades de cada momento.

Chips cerebrales

Entre esas 150 tecnologías, habrá muchos avances para los que no tendremos que esperar hasta el año 2070. En 2068, calculan que ya podremos disfrutar de la llamada Human memory digital storage. Es algo muy visto en la gran pantalla en Black Mirror o Minority Report y que por fin estaría disponible. En este caso, se trata de implantarse en el cerebro un procesador que registraría cada uno de nuestros pensamientos. Si tenemos en cuenta que ya queda registrada cada búsqueda que hacemos en internet, cada lugar que frecuentamos a través del GPS del teléfono móvil y cada consulta que le hacemos a los asistentes de inteligencia artificial... Los defensores de este avance señalan como beneficio la posibilidad de ayudar a personas con discapacidad intelectual. Sí advierten en este caso de que “los desafíos éticos son enormes, los procedimientos quirúrgicos involucrados peligrosos y las implicaciones de privacidad increíblemente serias”.

Tampoco habrá que esperar hasta 2070 para la llamada comunicación cerebral en red. En el año 2063, ya estaría disponible esta inteligencia de enjambre que permitiría conectar a varias personas con máquinas para así resolver entre todos problemas que una sola persona no es capaz de hacerlo. Quién sabe si con este adelanto podríamos ahorrarnos las reuniones interminables y tantas veces absurdas que muchas veces tenemos que sufrir en el trabajo. Como beneficio también aportan que esa comunicación del cerebro humano con una máquina ayudaría a quienes hubieran sufrido derrames cerebrales a recuperar las habilidades del lenguaje perdidas o deterioradas de una forma más rápida.

Hibernación espacial

Como en el año 2061 aún no estaría disponible la teletransportación cuántica de la que hablábamos al principio, los chicos y chicas de la World Government Summit lo tienen todo previsto. Los astronautas que tengan que viajar al espacio para ir preparando la Dyson Sphere o cualquier otro proyecto como ese ascensor de 36 kilómetros entrarían en un modo de hibernación. Así no solo tendrían un viaje más placentero y corto, sino que tampoco perderían masa muscular ni ósea. Al ralentizar su metabolismo, se necesitaría menor cantidad de alimentos y bebidas para mantener a la tripulación. Este estado de hibernación, en el que la temperatura corporal descendería hasta los 32-34 grados, sería útil asimismo en el campo de la medicina en la Tierra para tratar a los pacientes que hayan sufrido un ataque al corazón o lesiones cerebrales traumáticas.

En el campo de la ingeniería y de los nuevos materiales, en 2060 llegará un sistema muy complejo por el cual, a través de procesos químicos sin explicar, un avión podría fabricarse y ensamblarse entero por sí mismo sin apenas necesitar operarios. El sistema estaría disponible en laboratorios, en plantas industriales para esa fabricación de aeronaves “como una manera más sostenible y respetuosa con el medio ambiente en la preparación de las futuras guerras”. Sí, ha leído bien, los impulsores de esta tecnología han sido capaces de unir en un mismo proyecto dos conceptos hasta ahora irreconciliables: sostenibilidad y conflicto armado.

Los psicólogos, al paro

El Memory editing dejaría sin trabajo a todos los psicólogos del mundo. Su objetivo es que podamos cambiar, editar o directamente borrar nuestros recuerdos. Estaría listo en 2055 y, más allá de esa aplicación, también se podría emplear para tratar trastornos psicológicos y deterioros cognitivos como la demencia. Sus defensores recuerdan que ya se ha conseguido implantar recuerdos falsos en los cerebros de ratones, por lo que estos investigadores confían en que en unas décadas podamos hacer lo mismo en nosotros mismos. Más allá de la clínica, también acabaría con las chuletas en los exámenes e incluso con la necesidad de estudiar. Bastaría con ir la tarde antes del examen a que nos introdujeran en el cerebro todo el temario de una oposición...

Aunque aún no sabemos cuándo la misión Mars 2020 podrá traer a la Tierra los pequeños pedruscos recogidos en el planeta rojo, para el año 2055 estará ampliamente desarrollada la minería interestelar. Sus promotores lo plantean como una vía de hacer más sostenibles las misiones espaciales. Proponen industrializar el espacio utilizando materiales de los asteroides, de las lunas y de los planetas que tengamos por aquí más a mano.

Esto del Self asembling matter llegaría en el año 2053 y acabaría con el consumismo o con la necesidad de adquirir muchos de los objetos y dispositivos que tenemos en casa. Este tipo de materia inteligente estaría formada por nanobots de tamaño microscópico que podrían cambiar libremente sus propiedades físicas según las instrucciones que le envía un software o según detecte determinados factores externos o ambientales. Como esos nanobots serían tan inteligentes, dispondrían de sensores que les permitirían comunicarse entre sí y ponerse de acuerdo para formar estructuras más grandes. Anuncian que cuando esté desarrollada esta tecnología, tendrá un impacto en multitud de campos. Se nos ocurre, por ejemplo, que en casa estos nanobots tan pronto se convertirán en una pantalla de televisor como en un robot de cocina o en una sartén... Como no han comunicado a cuánto saldría el kilo de estos nanobots, no hemos sido capaces de calcular cuánto dinero nos ahorraríamos. También para ese mismo año llegaría la materia líquida programable.

Videojuegos trascendidos

En el campo del entretenimiento, para el año 2050 pronostican videojuegos trascendidos. En ellos, podrían recrearse, a partir de fotografías, cuerpos enteros en un espacio tridimensional para simulaciones de realidad virtual. Este adelanto de la imagen también resultaría práctico en el mundo educativo: los estudiantes podrían interactuar así con personajes históricos, que haríamos hablar a través de robots conversacionales de inteligencia artificial.

También en el 2050 podría llegar la jardinería en microgravedad. Ya se ha comprobado que podrían cultivarse algunas plantas en el campo no gravitatorio, lo que resultaría útil para alimentar a astronautas, aunque me parece recordar que estos iban a ir hibernando y que no iban a necesitar comer mucho. De todas formas, no está mal pensado tener esta solución de urgencia por si les apetece picar algo en algún momento. Esta innovación también abriría la puerta a nuevos sistemas de jardinería alternativos a los tradicionales, en los que las plantas necesitarían por ejemplo menos agua y nutrientes... Desconocemos si recibirían el calificativo de orgánicas.

Bromas aparte, nadie duda a estas alturas de que el cambio climático es uno de los grandes retos que afronta la humanidad. Es por ello que un equipo de ingenieros está trabajando para que en el año 2050 esté en funcionamiento un sistema de extractores de dióxido de carbono. Estos enormes ventiladores serían capaces de extraer todo el CO2 directamente de la atmósfera, para así descarbonizar el medio ambiente y, de paso, producir combustibles sintéticos neutros en carbono para abastecer a barcos, aviones y vehículos. Estas turbinas gigantescas se podrían instalar primero cerca de refinerías, acerías y demás industrias de alta demanda de consumo energético, para capturar ese CO2 emitido. Y después, se extenderían a terrenos no agrícolas para extraer el carbono emitido por la biomasa.

Vacuna contra la conmoción cerebral

En el mundo de la medicina, entre otros avances, nos ha llamado la atención una vacuna contra la conmoción cerebral que podría estar disponible en el año 2048. A partir de una proteína neurotóxica llamada tau, ayudaría al sistema inmunológico a recuperarse de un fuerte impacto. El camino por recorrer es largo, porque se trataría de curar con una vacuna algo que a día de hoy solo se puede detectar o reconocer a través de la autopsia y para lo que no hay ningún tratamiento. También en el campo de la salud y mucho más cercano en el tiempo (en el 2030) estaría funcionando un sistema de drones que llevaría de forma autónoma un desfibrilador allí donde se necesite para salvar la vida de quienes han sufrido un ataque al corazón.

También dentro de siete años, el rol de los profesores podría cambiar, o verse apoyados por asistentes digitales impulsados por inteligencia artificial que ofrecerían planes aún más personalizados a cada uno de los alumnos. El programa se ejecutaría a través de una combinación de chatbots con otras herramientas de contenidos a la carta. Esto resultaría útil también para asesorar o acompañar a los adultos en los procesos de selección y para recibir formaciones específicas.

Motos volantes y buses autónomos

Acabamos con tres propuestas sobre la movilidad del futuro, también esperables para el año 2030. Por un lado, nos hablan de unas motos voladoras impulsadas por dos grandes hélices en su parte inferior. Un complejo software se encargaría de estabilizar el vehículo en el aire para que su único ocupante -sentado como si fuera en una motocicleta y a ser posible sin vértigo- solo tenga que ocuparse de la conducción a través de unos joisticks.

La tan anunciada comunicación car-to-car también puede llegar pronto. Se trata de un proyecto con el que se quiere conectar a todos los vehículos entre sí y a su vez con las infraestructuras de tráfico (carreteras, semáforos, señales, etc.) Así se evitarían atascos, mejoraría la circulación, se facilitaría información en tiempo real y serviría para actuar en caso de emergencias, accidentes, etc. En el capítulo de conducción autónoma, desde la World Government Summit prefieren hablar ahora de autobuses sin conductor, lo cual “sería más sostenible que los coches particulares”. También confían en que en el año 2030 estén en marcha flotas de taxis autónomos, que podrían funcionar las 24 horas del día los siete días de la semana. Al no llevar conductor, sus tarifas serían más económicas. Gracias a esa disponibilidad 24/7, tampoco serían necesarios tantos vehículos, lo cual redundaría una vez más en una mayor sostenibilidad. Como los miembros de la World Government Summit han demostrado ser prudentes, recuerdan que “problemas regulatorios sobre responsabilidad en caso de accidentes y temas de seguros podrían ralentizar su puesta en funcionamiento”. Mejor curarse en salud ante tanta predicción. La ciencia ficción ya ha demostrado que no conoce límites.