La oportunidad de la industria
Todas las señales indican que estamos a las puertas de una atapa complicada, pero si se toman las medidas adecuadas, puede ofrecer muchas oportunidades porque una dificultad siempre se puede convertir en oportunidad si se actúa de forma apropiada.
La mayoría de las organizaciones se preguntan qué pueden hacer para hacer frente a esta situación y salir lo más airosas posible. Lograr la resiliencia requiere no sólo de actitudes individuales de sus líderes, sino de una estrategia profunda.
La incertidumbre vivida en los últimos dos años y la gran crisis del 2008 nos han dejado una serie de aprendizajes que sería bueno recuperar en estos momentos. Si tuviéramos que elegir uno, sin duda sería estar preparados para poder adaptarse a cualquier situación: tener la flexibilidad necesaria para vivir en un estado de incertidumbre permanente y poder adecuar nuestro negocio fácilmente a las circunstancias de cada momento. Este aprendizaje es aplicable a empresas de todos los sectores y de cualquier tamaño.
Pero, analicemos la situación desde la perspectiva del sector industrial. La industria española vive una adaptación continua. Con la reducción del negocio durante la crisis de 2008 y de su peso en la economía española comenzó una etapa de recuperación a partir de 2014, que se frenó con la llegada de la pandemia.
En estos años algunas organizaciones evolucionaron: comenzaron a redefinir sus procesos; adaptaron sus sistemas a las nuevas necesidades del mercado como la personalización en masa; y dieron los primeros pasos hacia la digitalización con el despliegue de tecnologías como el gemelo digital o hacia la fábrica predictiva con modelos de machine learning.
Las que lo hicieron estaban mejor preparadas para cuando llegó la pandemia y pudieron hacerle frente y superarla sin grandes dificultades. Precisamente, la pandemia ha servido para que muchas organizaciones industriales se hayan dado cuenta de que sus procesos y sistemas estaban obsoletos, eran poco eficientes y nada flexibles. Han tomado conciencia de que debían impulsar cambios para hacer evolucionar sus fábricas y para hacer frente a la incertidumbre, independientemente de las causas que la provocaran. Y ahora mismo son varios los motivos que están generando incertidumbre en la industria: una demanda fluctuante, escasez de recursos, encarecimiento de los costes de la energía y de las materias primas, y problemas logísticos y de transporte, entre otros.
No hay que esperar a que lleguen situaciones límite como la pandemia para reaccionar. Lo importante es disponer de capacidad de anticipación. Por ello es más importante que nunca poner en marcha y afianzar esa transformación que se ha pensado, esbozado o iniciado en los últimos meses y hacerlo con profundidad. Cada empresa está inmersa, además de en el escenario global, en circunstancias propias de su sector, mercado, productos y servicios. Lo verdaderamente importante es que establezcan un plan de evolución competitiva y lo pongan en marcha al ritmo preciso y lo adapten y prioricen de forma ágil en función de cómo evolucione nuestro entorno: algunas tendrán que abordar proyectos menores porque ya están muy avanzadas y otras tendrán que desarrollar proyectos de transformación industrial integral profundos si quieren capear este temporal y, sobre todo, apostar por la innovación ahora más que nunca.
Para lograr una resiliencia “estructurada”, las empresas deben ganar en flexibilidad y capacidad de adaptación y eso solo se consigue con un alto conocimiento y dominio del proceso productivo en sí y de todo lo que sucede dentro y fuera de la fábrica, de la cadena de suministro y del ciclo de vida completo del producto. De esta forma podremos aumentar o reducir la producción, poner en marcha planes de ahorro energético, adaptar nuestros costes al incremento o reducción de cartera ganando de paso competitividad.
El paradigma de todo ello lo representa la fábrica inteligente, en la que la dimensión física y la digital de la factoría se hibridan para poder establecer un control absoluto del proceso productivo. De esta manera, la fábrica inteligente evoluciona, además, gracias a la inteligencia artificial y a la aplicación de machine learning, hacia un modelo de anticipación.
En ese nuevo modelo optimizamos el proceso para adaptarlo a diferentes escenarios productivos, evitamos errores y prevemos fallos con un conocimiento profundo asimilado por la organización y con el protagonismo activo de las personas, gracias al apoyo tecnológico y a modelos de trabajo mucho más racionales.
La fábrica inteligente se sustenta en tres pilares: tecnología y dominio de nuestros procesos; digitalización práctica e inteligente y desarrollo del capital humano. La evolución debería ser meditada y progresiva, partiendo de un análisis del estatus actual sobre el que se debería establecer una hoja de ruta flexible que nos potencie la capacidad de adaptación a los cambios del entorno. En este recorrido, la innovación en procesos y productos junto con el dominio del negocio tradicional debe jugar un papel esencial.
La buena noticia es que, a pesar de todos los desafíos a los que se enfrenta nuestra industria, en estos momentos también hay grandes oportunidades o palancas que pueden contribuir positivamente: los fondos Next Generation están impulsando proyectos de innovación que, sin duda, propiciarán la transformación de la industria española en los ámbitos de automoción, energético, naval, aeroespacial o tecnológico.
Como decíamos al comienzo de este artículo, no hay que olvidar que cada dificultad puede llegar a ser una oportunidad. Solo hay que tener una mente abierta y “salir de la caja” para buscarlas y acometerlas.