Arranca el Mundial de fútbol más tecnológico... y menos sostenible

Cuando en 2010 se anunció Catar como la sede del Mundial de fútbol a disputar en 2022, se produjo un revuelo bien sonado. Nadie entendía que un país pequeño, siempre en el punto de mira por su digamos peculiar manera de entender los derechos humanos, se hubiera impuesto a las candidaturas que defendían Japón, Australia y Corea del Sur. La elección del emirato traía aparejados también bastantes novedades hasta ese momento insólitas. Una de las principales, el cambio obligado de los calendarios de otras muchas competiciones futbolísticas, que tendrían que hacer un paréntesis en pleno otoño, a las puertas del invierno, para que así pudiera celebrarse el evento en condiciones meteorológicas algo más razonables.

A nadie se le hubiera ocurrido en su sano juicio organizar un Mundial de fútbol en un lugar tan árido, seco y caluroso, pero los entonces responsables de la FIFA defendieron su decisión a capa y espada. Después se supo que había otros intereses. Ahora, a pocos días de la inauguración, Joseph Blatter, el presidente de la FIFA en 2010, el encargado de anunciar el nombre del país elegido y que en 2015 fue apartado del cargo por corrupción, ha admitido el error. Ha reconocido que nunca se debía haber seleccionado a este país para albergar un evento que se espera tenga una audiencia potencial global de 5.000 millones de personas. Demasiado tarde... Ha explicado Blatter que “Qatar es un país pequeño” y que “el fútbol y los Mundiales son para países grandes”.

La casualidad ha querido que con muy pocos días de diferencia se hayan celebrado y en la misma región del mundo dos citas bastante antagónicas: por un lado, la cumbre COP27 sobre el clima hasta este viernes, día 18, y solo dos días después arrancará un Mundial que será de todo menos sostenible. La construcción de ocho estadios para acoger a hasta 86.000 personas solo en el caso del de Lusail -que se utilizará en seis partidos- cuando la población total del emirato no alcanza los tres millones de personas es otro despropósito.

Polémicas aparte, este Mundial será también el más tecnológico de cuantos se hayan celebrado hasta la fecha. Quién sabe si estaremos ante el último 100% real. Lo cierto es que cada vez surgen más iniciativas para vivir este tipo de eventos multitudinarios con un pie o una mirada puesta en el metaverso. Se multiplican las aplicaciones y soluciones que nos animan a colocarnos unas gafas de realidad virtual con las que seguir la cita. Para que los más visionarios se lleven el gato al agua quizá falta que este dispositivo realmente se popularice, que lleguen experiencias que sitúen al espectador en el centro, que este pueda por ejemplo decidir a dónde mirar en cualquier momento de la retransmisión de un partido... Mientras tanto, seguiremos disfrutando los partidos en pantallas 8K, lo cual tampoco está nada mal. Todo listo para que empiece a rodar el balón.