Web: ¿podrá vencer el ‘blockchain’ a los colosos tecnológicos?

Ganan fuerza las redes descentralizadas, basadas en la tecnología de la cadena de bloques. Es la evolución del Internet tradicional

En la imparable evolución de Internet, comienza a sonar el término Web 3, la mutación actual de la red de redes que, a diferencia de la primera versión, basada fundamentalmente en la consulta a la información disponible en una “página” o sitio utilizando un navegador, inicialmente en un ordenador personal, de sobremesa o portátil, y de la segunda, en la que la obtención y la aportación de información se distribuyó entre usuarios, a través de las redes sociales, predominantemente a través del teléfono móvil, supone la descentralización de la gestión del medio, por la transferencia de la confianza en el mismo de los supervisores físicos y lógicos a los usuarios del protocolo de blockchain, desarrollado como un sistema de pagos entre particulares (P2P) por el seudónimo Satoshi Nakamoto (en realidad no se conoce a nadie con ese nombre y podría ser una o varias personas, vivas o fallecidas) y descrito en un artículo en Metzdowd, un repositorio de intercambios criptográficos en noviembre de 2008 desde la página de bitcoin.org , y por la emisión de criptomonedas respaldadas por una transacción completada.

Al escribir estas líneas, el 31 de enero, existían en todo el mundo más de 17.200 criptomonedas, incorporándose otras nuevas a un ritmo de cerca de 300 por hora, negociadas en 453 mercados, si bien de la capitalización total (prácticamente 1,700 millones de dólares), dos de ellas, Bitcoin y Ethereum representaban respectivamente el 40% y el 19%. Esa capitalización es inferior a la de Apple (2,8 billones de dólares), la empresa más valiosa del mundo, pero mientras esta última se basa en una valoración determinada de los flujos de caja libres esperados, la capitalización de las criptomonedas, en gran medida especulativa, se sustenta en los rendimientos decrecientes de la extracción de los 21 millones de bloques que se remuneran con tales criptomonedas, desde ahora y hasta el año 2140. Todo lo anterior solo interesa en el contexto de este artículo por el hecho de que Internet lo hace posible.

En ese sentido, la enorme capacidad de procesamiento de la información en las empresas dedicadas a la extracción de bloques, que se multiplican y crecen exponencialmente movidas por la codicia, plantea enormes desafíos al consumo de electricidad (en septiembre pasado, según datos de la Agencia Internacional de la Energía, se estimaba en el 0,5% del consumo mundial el asociado a la extracción de cadenas de bloques, equivalente al de Finlandia y siete veces el de todos los CPD de Google, mientras que la mayor instalación dedicada a esa finalidad en Estados Unidos -Whitstone- tiene un consumo total próximo de 750MW, algo menos del 0,7% de la potencia eléctrica instalada de España a comienzos de 2021, según Statista), así como contribuye al encarecimiento global de las inversiones en plantas de energías renovables, en tanto la infraestructura de conectividad, fundamentalmente redes de transmisión de fibra óptica de gran capacidad absorben sin dificultades el tráfico asociado entre ordenadores -gracias a la dispersión de los datos en infinidad de nodos comunicados entre sí y a la existencia de empresas “mayoristas” en la extracción de bloques para terceros, como Riot Blockchain, de la que declaro ser accionista y que gestionan enormes cadenas de ordenadores con ese único propósito conectados entre sí en una ubicación específica-, no obstante las reservas al respecto del desarrollo paralelo del “metaverso” mostradas por Leo Lewis en Financial Times de 24 de enero pasado.

Muchas cuestiones asociadas a las criptomonedas exceden el ámbito de esta columna y por ello volviendo a los aspectos tecnológicos de la Web 3 lo relevante es señalar que tanto la infraestructura desplegada, constantemente reforzada en capacidad como en densidad así como el protocolo de Internet sirven eficazmente al propósito de implementar una plataforma de interconexión asociada al consenso de los agentes para la construcción de la cadena de bloques, de dimensión creciente y de difícil proyección en cuanto al número y ubicación de los accesos. Internet no se atiene a las categorías jurídicas de titularidad de los bienes, incluso de los que tienen un carácter público y abierto.

La contraposición entre la dominancia entre las plataformas globales establecidas, comúnmente asociadas al Internet actual y la disrupción que pueden acarrear los actores de las cadenas de bloques es semántica, pues las primeras han alcanzado una escala singular (“hiper-escala” en la jerga tecnológica, resultado de un crecimiento exponencial, muy bien descrito por Azeem Azhar en el libro del mismo título, Exponential en inglés) y disponen de los recursos físicos e intelectuales para intervenir en la carrera de la cadena de bloques, si es que su reputación no se lo impide. Tan solo Apple, que no ha admitido el “monedero” de Blockchain.com en su tienda de aplicaciones -lo que provocó que ésta última se incorporara a la coalición para la equidad en las aplicaciones (“CAF” en inglés) se ha mostrado contraria al acceso al entorno transaccional asociado a la cadena de bloques entre los usuarios de sus sistemas operativos.

El ecosistema actual de extracción, validación y contabilización de bloques, negociación y custodia de criptomonedas es cambiante y si algo lo distingue de la concentración de capacidades y la competencia selectiva y premeditada de las grandes plataformas de Internet es la posibilidad de que la dominancia que hasta ahora ostenta Ethereum le sea arrebatada por otra entidad que consiga mayor eficiencia energética en la extracción de bloques, presumiblemente por la sustitución del paradigma técnico asociado a la verificación de la autenticidad de los mismos, junto a una menor volatilidad en la paridad de dicha criptomoneda frente al dólar estadounidense. No habría pues una contraposición de arquitecturas y probablemente tampoco de modelo de gobernanza entre la Internet actual, alimentada por el desplazamiento del procesamiento de los datos “las nubes” públicas, que tanto soportan las grandes plataformas como tendrían la potencialidad de gestionar los propios servidores aun así dispersos de empresas dedicadas a la extracción, validación y contabilización de bloques y a la consiguiente obtención de criptomonedas, así como a la emisión de objetos singulares (non-fungible-tokens en inglés), genuinos activos intangibles susceptibles de negociación, precisamente a través de mercados en Internet y frecuentemente satisfecho su precio con una criptomoneda.

En última instancia, se trata de un empleo específico de capacidades extraordinarias de procesamiento de datos para dotar de valor a una serie única, completa e irrepetible de 21 millones de números hexadecimales de 64 dígitos (“hash”), extraídos aproximadamente cada uno en intervalos de diez minutos, que tienen asociado un precio vinculado al momento de su consecución y a la paridad fluctuante entre determinada criptomoneda y una divisa de curso legal, sometida al equilibrio altamente especulativo entre oferta y demanda. Como la probabilidad de generar el “hash” requerido es proporcional a la capacidad física disponible de computación, en aquellos países en que tal extracción es legal es factible que se pongan a su servicio recursos que solo los mayores centros de procesamiento de datos, dotados de energía superabundante y preferentemente de fuentes renovables pueden ofrecer.

Volviendo al ámbito de las telecomunicaciones vale la pena destacar los estudios que asocian el empleo de la tecnología de blockchain para la extensión de la conectividad a través de redes de acceso malladas, fijas y móviles, llevados a cabo ya desde 2018 por el profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), Leandro Navarro y sus colaboradores Ignacio Castro, Emmanouil Dimogerontakis, Mennan Selimi, Arjuna Sathiaseelan, Félix Freitag y Roger Baig, entre otros en su artículo colectivo “Blockchain models for universal connectivity”, disponible en el repositorio de la UPC, con modelos sostenibles de financiación de la infraestructura asociada, en los que los dispositivos asociados se representan como objetos singulares (“token” en inglés), de modo que los costes de despliegue y amortización se vinculan a transacciones sobre los mismos, facilitando los medios de identificación digital de los titulares de los recursos de conectividad.

La arquitectura descentralizada de la red, galardonada por The Economist con su premio a la innovación en 2015, encaja con el perfil de organización autónoma descentralizada en que se fundamenta la extracción de bloques y su remuneración con criptomonedas, de este modo vinculando al tráfico de datos la transferencia de valor, con una visión abierta y participativa, alejada de las restricciones impuestas por la titularidad y gestión de las redes públicas por los operadores y de la monetización de los datos típica de “Big Tech”.

La ambición de universalización de Internet que anima estos análisis vinculados a la tecnología de blockchain, con una puesta en común de recursos técnicos indiferente al uso de la conectividad sería una orientación compatible con la apuesta hasta ahora por los entornos abiertos de Facebook (”Telecom Infra Project”) y claramente divergente de los esfuerzos desplegados por Alphabet (Google) para llevar la banda ancha a zonas remotas y de la promoción de soluciones de digitalización basadas en el empleo de terminales Android. Precisamente en las economías emergentes es donde las funcionalidades de blockchain asociadas a la encriptación y seguridad de accesos y dispositivos están más desarrolladas y de las que han surgido nuevas compañías especializadas en la compartición de banda ancha entre usuarios (Ammbr), transferencias seguras de dinero (Telcoin), facturación basada en mensajes (QLC Chain), prepago móvil (Bitmimutes) y seguridad de terminales (FIX Network). A medida que las plataformas de Internet migran del medio móvil a la realidad virtual en la que primero Meta y después Microsoft con el reciente anuncio de su intención de adquirir Activision Blizzard e implantar “Mesh”, su versión de telepresencia virtual, en Teams ya han puesto rumbo, blockchain recibirá un nuevo impulso ante las posibilidades que abre para los negocios en espacios virtuales para los que consta que las primeras transacciones están siendo protagonizadas por usuarios particularmente celosos de su identidad real. Con el mismo protocolo de comunicaciones pero con una experiencia de uso esperada que el móvil no puede proveer, Web 3 persigue un control de los datos y de la identidad por sus titulares con una jerarquía de aplicaciones con nombres llamativos (por ejemplo, el “sistema interplanetario de intercambio de ficheros”) en repositorios distribuidos pero sobre todo promete una alternativa a la monetización de aquellos en la que se ha basado el modelo de negocio de las redes sociales o de los buscadores, precisamente gracias a la acumulación y tratamiento de los datos, en un entorno legal que solo tardíamente ha respondido, selectivamente, a los desafíos que se plantean alrededor de blockchain (actualmente, en la Unión Europea a través del Reglamento General de Protección de Datos y previsiblemente a partir del año próximo por medio del Reglamento de Servicios Digitales).

La existencia de una fundación Web 3, promovida por Gavin Wood, uno de los creadores de Ethereum, que busca la difusión y adopción de protocolos específicos de comunicación entre servidores y un lenguaje de programación de aplicaciones de fácil comprensión reflejaría una visión altruista del medio, no obstante ponerse al servicio de un mecanismo de creación de riqueza por consenso, la extracción de bloques, cuya masificación puede derivar en una profundización de la desigualdad propiciada por la exacerbación de las diferencias en los grados de acceso a información valiosa.