Web 3.0 o Internet de pago

Si avanzamos hacia una Internet descentralizada y en la que cada usuario sea el dueño de sus datos, también cada ciudadano debería estar dispuesto a pagar por el mantenimiento de todos los servicios que ahora disfrutamos gratis

Se imagina un internet en el que cada usuario fuera dueño de sus datos? ¿Y en la que cada ciudadano tuviera su parcela de poder? Incluso se tendría en cuenta su opinión y voto al tomar determinadas decisiones... Todo eso persigue la siguiente generación de la Red de redes. Lo llaman web 3.0 y seguramente haya oído hablar de ella. ¿Por qué 3.0? Entendemos que la Web 1.0 fue la original, la 2.0 fue la que surgió con la llegada de las redes sociales y ésta incipiente, aún por llegar, será la 3.0.

La iniciativa empieza a ser tomada en serio. De hecho, días atrás, conocíamos que el Foro Económico Mundial ha invitado a incorporarse a sus debates a la Fundación Web3. Esta institución fomenta las aplicaciones con los protocolos de software que necesitará esta futura Internet. Trabaja para conseguir “una internet descentralizada y justa en la que los usuarios puedan controlar sus propios datos, su identidad y su destino”. Ese es su credo.

Con esta alianza, la Fundación Web3 se propone ayudar a los líderes mundiales y a sus organizaciones a entender los beneficios potenciales de esa descentralización, y de la tecnología blockchain que la alimentaría. Sus ideas, de hecho, seguramente serán escuchadas en la próxima reunión que celebrará el Foro Económico Mundial, entre el 22 y el 26 de mayo.

“La actual Internet no es como se pensó, ya que desde su comienzo sus creadores se imaginaron una red descentralizada y abierta”, nos explica Ursula O’Kuinghttons, directora de relaciones públicas de Polkadot. Esta plataforma trabaja para que la tecnología blockchain sea práctica, accesible, escalable, interoperable y esté preparada para el futuro, eliminando las limitaciones y las barreras de entrada que ahora se dan. “La realidad es que hoy en día tenemos básicamente tres grandes corporaciones que deciden cómo funciona la actual Internet. Web3 significa volver al modelo inicial, de apertura e inclusividad, donde el poder no se concentre en las manos de unos pocos”, añade O’Kuinghttons. Y nos pone el siguiente ejemplo: “Si deseamos innovar con nuevos modelos de negocios para la industria de los medios de comunicación, tenemos que dejar la dependencia de las grandes tecnológicas y buscar nuevas vías de financiación a través de finanzas descentralizadas, donde la comunidad de lectores sean a su vez inversores y a través de un sistema de gobernanza aúpen un proyecto periodístico”.

El desarrollo es lento. Aunque ya hay proyectos e iniciativas, confían en que dentro de cinco años podamos tener aplicaciones y plataformas seguras donde los usuarios usarán Web3. Se presupone entonces que el camino hacia esa web 3.0 será gradual, que convivirán ambos modelos: el de la actual Internet y ese futuro más participativo o democrático. No en vano, las grandes corporaciones que trabajan ahora en web 2.0 ya están desarrollando proyectos de web 3.0. ¿Entonces Internet seguirá estando en las mismas manos que ahora? “No, porque la tarta se repartirá y ya no serán ‘sólo’ las grandes tecnológicas quienes controlan Internet”, explican desde Polkadot.

En el ejemplo que nos ponían desde esta institución promotora de la web 3.0 vemos cómo también cambia radicalmente el modelo de financiación. Hasta el momento, los internautas disfrutamos de un sinfín de servicios gratuitos gracias a que los gigantes de Internet comercian con nuestros datos, que nosotros cedemos como única salida para poder usar el correo electrónico, tener más espacio en la nube, manejar perfiles en redes sociales y tantos otros recursos. ¿Qué sucederá si en este nuevo modelo no estamos dispuestos a ceder los datos a Google, Facebook y compañía? Cada usuario tendrá que hacer frente a esos gastos, convertirse en cofinanciador de cuantos servicios utilice... Preguntamos a la portavoz de Polkadot si el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea no salvaguarda nuestra infomación de forma suficiente, pero no obtenemos respuesta.

“Básicamente, los usuarios tendrán la opción de formar parte de una nueva economía, donde entrará Twitter y donde sus tuits y demás contenidos podrán ser remunerados, ya hay experimentos al respecto. Su tiempo y su experiencia pueden tener un valor. De ahí que todo lo que se construye en Web3 está dirigido a empoderar al usuario y no dejar que el monopolio de unas cuantas empresas utilicen sus datos para hacerse más ricas”, explica Ursula O’Kuinghttons. Todos los informes que hemos consultado sobre la web 3.0 vinculan esta nueva generación de internet con las palabras blockchain, NFT (tokens no fungibles), redes sociales tokenizadas y criptomonedas. Admiten desde Polkadot que en esta Web 3.0 habrá organizaciones “que nacen y deben ser con lucro y otras que no”, que “todo depende del modelo que se quiera implementar”. ¿Cómo se va a costear entonces la inversión en servidores y en nuevas herramientas y aplicaciones, en ciberseguridad...? “Mucho de eso se costea con la venta propia de tokens de cada proyecto”, admite O’Kuinghttons.

Vamos hacia un modelo en el que habrá que pagar por muy distintos usos y quizá también en el que habrá que manejar herramientas de seguridad más sofisticadas. ¿No estaremos creando un proyecto para una minoría, creando una nueva brecha digital? Reconocen los promotores de la Web 3.0 que la idea es que estas herramientas que reconocen aún sofisticadas estén listas para usar por cualquier usuario, que se vayan simplificando.

Otro tema espinoso es el de la seguridad de todos esos activos. ¿Quién lo garantizará? “La misma criptografía, una de las tecnologías más seguras que ha funcionado durante años. Las matemáticas y la criptografía son la clave de la seguridad. El único riesgo que se puede tal vez presentar en un futuro es la computación cuántica, que puede romper las claves encriptadas. Pero eso aún se ve como algo lejano y a medida que la computación cuántica avanza, también lo hace la criptografía”, afirma.

Si en su día costó mucho trabajo poner en marcha Internet, procedente de aquella iniciativa militar, Arpanet, pensemos cómo avanzará el nuevo modelo. “La regulación está muy en pañales”, admite la portavoz de Polkadot. “Las grandes organizaciones que trabajan con blockchain deben colaborar con los reguladores locales, para que haya transparencia y colaboración. Hoy por hoy, el principal problema es la falta de educación en temas crypto por parte de los reguladores”, lamenta.

Vistas las barreras regulatorias y la necesidad de atar todo muy bien antes de seguir avanzando, todo apunta a que la Web 3.0 aún tardará en llegar. Para cuando se lancen iniciativas de web descentralizada, el ciudadano tendrá la última palabra. Será él quien decida.