Cómo pasar del ‘walkie-talkie’ al 4G

Los móviles rugerizados o reforzados, que superan los estándares y certificaciones militares más exigentes, se abren paso en la industria 4.0, en los cuerpos de seguridad y en otros entornos hostiles como la construcción

A la hora de comprar un nuevo móvil, los usuarios suelen fijarse sobre todo en tres cosas: en su diseño, en su batería y en su cámara. Entre esos tres criterios, va ganando fuerza creciente un aspecto más: su durabilidad o resistencia. Los llamados móviles rugerizados o robustos sacrifican en parte el diseño estilizado para incorporar protecciones que les permitan sobrevivir a cualquier sobresalto. “Son móviles altamente resistentes, pero esto no significa que sean irrompibles”, nos puntualiza María Jesús Tamayo, directora general de Crosscall en España. El hecho de que estos productos ofrezcan cinco años de garantía y que ésta incluya también la pantalla es algo que ilustra su especial durabilidad.

Esta compañía francesa, especializada en este tipo de dispositivos, ha sido la elegida, por ejemplo, para suministrar 230.000 de estos equipos a la Gendarmería y a la Policía Nacional del país vecino. “Estos profesionales han pasado del walkie-talkie o de sus emisoras privadas de toda la vida al 4G, por lo que también pueden enviar imágenes, vídeos y otro tipo de archivos para realizar su trabajo”, añade Tamayo. La actividad de los cuerpos y fuerzas de seguridad exige de una colaboración continua y con estas tecnologías -con voz y vídeo- los agentes pueden mantener la comunicación segura con su base en todo momento, monitorizar desde ella cualquier operación en tiempo real para reforzar a los compañeros, tomar decisiones y hacerles llegar instrucciones...

Sistema ‘Push-to-talk’

Tanto el smartphone Core-X5 (549 euros) como la tableta Core-T5 (649 euros) de Crosscall están equipados con el sistema Push-to-talk, que los convierte en unos walkie-talkie con solo apretar un botón. También han sido optimizados con el sistema Professional Mobile Radio (PMR) con cobertura en redes públicas y privadas, con las que están familiarizados los policías. “La tendencia que estamos comprobando es hacia la digitalización de estos sistemas de comunicaciones, hacia ir abandonando poco a poco los sistemas clásicos y analógicos de emisoras tetrapol para dar el salto al 4G”, destaca a elEconomista.es la responsable de Crosscall en España. En el caso de nuestro país, la penetración de esta tecnología es aún incipiente y en algunos casos, como en el Ayuntamiento de Madrid, conviven ambas modalidades. De esta manera, se mantiene la emisora y el walkie-talkie de toda la vida, pero se han incorporado tabletas para el registro de incidencias de circulación y así poder añadir información de fotografías, vídeos, etc.

“Todo en estos dispositivos ha sido concebido para sobrevivir a cualquier entorno que podamos considerar hostil, desde la industria a la construcción”, nos explica María Jesús Tamayo. También cuentan, por ejemplo, con un altavoz de hasta 100 decibelios, para que podamos oír al interlocutor incluso en esos entornos, por lo normal, excesivamente ruidosos.

En el laboratorio de pruebas

Crosscall, que viene creciendo en los últimos años por encima de los dos dígitos, ha vendido ya más de 3,5 millones de móviles y tabletas y espera cerrar el ejercicio fiscal 2021-22 con una facturación superior a los 134 millones de euros. En una visita a la sede central y al laboratorio de la firma, en Aix-en-Provence, hemos tenido la oportunidad de conocer de cerca cada una de las pruebas a las que someten a estos terminales para asegurar esa resistencia. “Aquí realizamos pruebas más exigentes de las que ya de por sí aplican las certificaciones militares. Así, por ejemplo, si para que un móvil reciba la IP68 -que indica que es acuático- tiene que permanecer media hora a metro y medio de profundidad, en este laboratorio el tanque tiene dos metros de profundidad”, explica Tamayo. Resulta curioso conocer y comprobar sobre el terreno todas las ‘perrerías’ a las que someten a los dispositivos y, además, en repetidas ocasiones. Por ejemplo, para asegurarse de que esa estanqueidad es absoluta, se introduce en agua clorada y en agua salada.

A la hora de comprobar su resistencia a caídas, no basta con que supere una desde dos metros sobre una superficie de mármol y cemento, sino la friolera de 100 veces. Todas las pruebas las realizan con un mismo prototipo. ¿Qué sucede si en la caída número 95 se rompe? “Vuelta a empezar entonces”, nos responde el responsable de realizar las pruebas. Una vez ha superado esas 100 caídas, pasa a una especie de centrifugadora en la que se introduce el terminal y se pone a dar vueltas recibiendo continuos golpes, hasta completar mil giros...

Para comprobar la resistencia de la pantalla a posibles arañazos, se deja caer en un cajón con piedras pequeñas y puntiagudas en las que un motor empieza a removerlas hasta que el móvil es completamente absorbido por ellas. Lo sacamos completamente sucio del fino polvo que desprenden los guijarros, pero ni rastro de arañazos. Por si no hubiera bastado con las cien caídas desde los dos metros o con los mil giros de la centrifugadora para convencernos de la dureza de la pantalla, en otra prueba se le deja caer desde una altura de 30 o 40 centímetros una especie de bala compacta directamente sobre el cristal Gorilla Glass 3. También se repite esta operación directamente sobre la lente de la cámara trasera. “En estos terminales, solo el 0,23% de las averías se producen por roturas de la pantalla, cuando en otras marcas ese dato suele estar en el 60%”, explica el técnico encargado de este peculiar laboratorio. “Preferimos ser más exigentes aquí que en los laboratorios oficiales para recibir esos estándares y certificaciones militares, porque así nos aseguramos de que pasaremos las pruebas”, insiste. En otro de esos tests, un brazo robotizado presiona de forma repetida los botones laterales del terminal, ‘solo’ 70.000 veces seguidas...

Directamente del congelador

Otro de los exámenes nos lleva hasta un congelador con una puerta de cristal. Vemos dentro un móvil y una tableta que, cuando extraemos, nos hiela la mano, pero que responde a cualquiera de nuestras indicaciones. “Tanto el Core-X5 como la Core-T5 soportan temperaturas de hasta 51 grados bajo cero en reposo y de menos 25 grados en funcionamiento. En el lado opuesto, soporta 60 grados en uso y 71 grados en reposo”, nos explica el técnico. Para comprobar mejor esa resistencia a altas temperaturas, pudimos realizar una prueba junto a un equipo de bomberos de La Ciotat, ciudad de la Costa Azul francesa, que ya usa este tipo de dispositivos en sus operaciones. Bien sujetos a su pecho mediante un arnés especial, el móvil puede grabar con su action-cam todo lo que está sucediendo en el incendio, una información que llegará en tiempo real a la tableta que maneja el responsable del equipo en la central o en el exterior. “En caso de colapso de un edificio, con estas herramientas podemos localizar al compañero, enviar refuerzos, dar instrucciones...”, explica el responsable de esta unidad.

“En el diseño de estos terminales hemos tenido muy presente todas las indicaciones que nos hacían este tipo de profesionales, de la policía a los bomberos, por ejemplo, a la hora de colocar los cuatro botones laterales con los que cuenta y que pueden ser personalizados para acceder más rápidamente, incluso con guantes de protección, a determinadas aplicaciones como Push-to-talk o walkie-talkie”, explica la responsable de Crosscall en España.

La compañía también ha aprovechado su experiencia en dispositivos rugerizados, dirigidos a esos entornos hostiles, para desarrollar otra línea de productos igualmente resistentes -como el Action-X5 (549,9 euros)- pero enfocados a los aficionados a los deportes y a la aventura. De hecho, los fundadores de Crosscall reconocen que proceden de este mundo de los deportes de riesgo.