La situación de los seguros post pandemia, ¿cómo ha evolucionado?

La historia se escribe con “I” de Innovación. Estamos atravesando uno de los momentos más disruptivos y la manera tradicional de relacionarnos evoluciona hacia fórmulas ágiles, flexibles, más sociales y comprometidas. Este nuevo paradigma obliga a las compañías de seguros y reaseguros a reformular sus esquemas clásicos adaptándose a las nuevas exigencias. La incertidumbre es uno de los grandes enemigos del sector, nunca había sido tan evidente como hoy, con los estragos de la crisis del Covid todavía por cuantificar. La necesidad de garantizar la tranquilidad que reclama el cliente se hace imprescindible a través de una comunicación cercana, transparente y empática. El ciudadano pasa a la acción, el compromiso social y la solidaridad colectiva dejan de ser palabras de futuro para ser un referente en sus decisiones de consumo. La implicación en la sostenibilidad, el entorno, el medio ambiente y el bienestar deben estar presentes, no como un medio, sino como un fin. En este contexto, hay que volver a poner la protección en el centro. Los seguros no son vehículos inmóviles, sino que deben adaptarse lo máximo posible a cada cliente. Pagar por lo que se necesita, y que sea una realidad, no un reclamo. También se hace urgente implementar las herramientas que permitan alcanzar el máximo desarrollo tecnológico y la creación de plataformas digitales que comuniquen a todos los actores del sector asegurador. La transformación digital como envoltorio imprescindible para adaptarse a los nuevos retos. La inversión en digitalización se traduce en una mayor cercanía, flexibilidad, inmediatez y comunicación.

Podemos optar por dar servicios globales o más especializados atendiendo a las peculiaridades de determinados colectivos, pero hay un elemento que debe estar presente en todas nuestras acciones: la coherencia. La falta de ella es uno de los principales motivos para perder la confianza del cliente, disminuyendo la reputación en un mercado que tan difícil es no ya de conseguir, sino de mantener. Concluimos con la más básica de las premisas: la experiencia del cliente empieza en la primera toma de contacto con la compañía, ya sea digital o presencialmente, y continúa más allá de finalizar la relación contractual, lo que debe dar sentido a los cambios que se adopten en la estrategia global. Conseguir que sea gratificante y garantizar la recomendación en los diferentes canales de consumo es una meta en sí mismo.