¿Qué sabemos sobre la actual ciberguerra y la guerra híbrida?

El mundo en que vivimos cada vez incorpora más componentes digitales, tecnológicos y cibernéticos. Esto es un hecho. Podemos ser más o menos proclives al uso de las tecnologías digitales, pero no podemos detener su evolución y propagación. El mundo es cada día más digital. Lo que no es, necesariamente, una mala noticia. El progreso tecnológico nos ha llevado a lugares insospechados y, sinceramente, siempre es emocionante ver cuál es el nuevo hito que vamos a alcanzar. No es una carrera de la tecnología por la tecnología, sino de los humanos apoyándose en esta para mejorar sus vidas.

Tampoco podemos tener una visión “buenista” o naif del uso de la tecnología. Como cualquier otra herramienta, la guerra es usuaria y, sobre todo, desarrolladora de tecnología para sus propios fines. Naturalmente, la ciberguerra -el dominio de la guerra del ciberespacio-, hace un uso particular de la tecnología y de las capacidades “ciber”. Y, cuanto más digital es el mundo, más impacto tiene la guerra digital en este, lógicamente.

Generalmente, llamamos ciberguerra a todo aquel conflicto que se dirime en el ciberespacio. Es decir, a ‘combates’ que ocurren en el mundo digital, en Internet o en otras redes. Pero también es ciberguerra el llevar estas actividades digitales o “ciber” a la guerra convencional. Recordemos que las infraestructuras de una nación también pueden ser atacadas. En el conflicto Rusia-Ucrania lo hemos visto: lo primero que fue atacado en Ucrania, supuestamente durante el 14 de enero de 2022, fueron diversas infraestructuras tecnológicas con el objeto de inutilizar o paralizar webs y procesos del gobierno. Esto ya había ocurrido. En 2015 y 2016 se produjeron diversos apagones en el sistema energético ucraniano -para agravar la situación, en invierno-. En 2017, Not-Petya, una amenaza global, tuvo un foco especial en Ucrania. Los daños derivados de aquel ataque son difíciles de cuantificar, pero en Ucrania en concreto se consideró devastador.

De esta manera, empresas, universidades, hospitales, infraestructuras críticas, armamento, personas, etc., todos son posibles objetivos en un ciberconflicto. En algunos casos, con consecuencias digitales y, en otros, con consecuencias en el contexto físico.

¿Qué hace a la ciberguerra un hecho que deba preocuparnos especialmente? Principalmente que es permanente y no declarada. No hablamos de que, asociados con un conflicto concreto, vayamos a ver ataques cibernéticos. Hablamos de una guerra que se lucha constantemente en las sombras de Internet y de otras redes.

Países como Estados Unidos, Israel, Reino Unido, Rusia, Irán, China y otras naciones -entre ellas, la propia España- realizan ciberataques que, en muchos casos, pueden considerarse como parte de acciones geopolíticas, es decir, acciones ofensivas contra recursos de otros estados o naciones. Por supuesto, nunca reconocidas y nunca oficializadas. Y, desde luego, sin una declaración formal de (ciber)guerra previa a lanzar estos ataques.

Hay casos muy famosos como puede ser el operativo Stuxnet que, en 2010, interrumpió el proceso de enriquecimiento de uranio en Irán, y otros, quizás más confusos a la hora de considerarlos “ciberguerra”, como fueron las acciones para influir en las elecciones de EEUU que dieron como resultado -posiblemente- un presidente como Donald Trump -personalmente sí creo que se hackearon las elecciones de EEUU y sí creo que fue un acto de ciberguerra y guerra híbrida-.

Además de esa guerra silenciosa permanente, hay otro motivo esencial que nos debe preocupar: podemos estar en medio de “algo”. Y cuando digo “algo”, me refiero a que nosotros, sin ser el objetivo principal en un operativo de ciberguerra, seamos un medio o un objetivo lateral que un Adversario quiera emplear. Y nos convertirnos en objetivo y víctima, intermediaria, para canalizar una acción ofensiva hacia el verdadero objetivo.

El Adversario puede controlarnos a nosotros para usarnos en formas diversas en su proceso de ataque a un tercero. Somos simplemente un medio. Pero igualmente padecemos las consecuencias. Por eso es importante no vivir la ciberguerra o el ciberconflicto como algo completamente ajeno a nosotros. Ahora mismo todos somos herramientas potenciales en esta guerra digital. “Sin ser el objetivo en un ciberconflicto, podemos ser víctimas y padecer sus efectos al ser usados por un Adversario”.

La propaganda funciona porque, la audiencia receptora de una campaña de propaganda ya cuenta con prejuicios o sesgos emocionales como para creerse lo que se les va a contar. Es importante observar que la propaganda no necesariamente comunica noticias falsas -no hay que confundir propaganda con fake news- y podemos ser “víctimas” de una acción de propaganda que dice la verdad: cualquier campaña publicitaria, campañas de ONG que buscan que tomemos acción... también son propaganda.

¿Y qué es la Guerra Híbrida? Es la combinación de acciones de guerra convencional con acciones de otro tipo. En el caso concreto del mundo digital, la Guerra Híbrida puede darse de formas diversas, pero es importante centrarnos en una: la mezcla de guerra convencional/ciberguerra y propaganda. Imagine, querido lector, que un Adversario lanza un ataque contra una infraestructura de depuración de agua. No logra un objetivo completo, pero consigue, por ejemplo, alterar levemente el color del agua. Ahora imagine que, aprovechando ese inocuo cambio de color, el Adversario lanza una agresiva campaña propagandística informando de que el agua de la ciudad ha sido envenenada. Es importante que, como ciudadanos, seamos conscientes de esta realidad de la guerra y de la ciberguerra. Seamos siempre cautelosos cuando recibamos noticias. Verifiquemos la fuente, verifiquemos el contenido. No entremos en pánico, sino que, fríamente, hagamos una valoración de la noticia que hemos recibido. Porque podríamos estar siendo atacados mediante una acción híbrida. Porque todos podemos estar en el tablero, no lo olvidemos.