¿Podría la ID digital crear una mayor igualdad global?

Cualquiera a quien le hayan pedido mostrar su documento de identidad (ID) a la hora de comprar una botella de vino o unos cigarrillos sabe lo incómodo que resulta esto si no se tiene consigo el documento correcto. Sin embargo, normalmente la situación se remedia volviendo a casa a buscar la documentación.

Recurrir a ID falsas no funciona normalmente debido al número creciente de ID digitales conectadas y embebidas en chips, y que son mucho más difíciles de copiar. Si bien no tener un ID cuando se hace una compra es un problema menor, una ID digital podría suponer un cambio de paradigma en el mundo en desarrollo.

El Banco Mundial calcula que globalmente existen mil millones de personas (mayores de 15 años) que carecen de un documento oficial, como una tarjeta de identidad nacional, un pasaporte o un permiso de conducir. Alrededor de la mitad de estas personas residen en el África subsahariana y muchas viven en áreas remotas donde no existen mecanismos formales para registrar y acceder a información sobre nacimientos, defunciones y matrimonios.

Sin un ID, las personas no pueden obtener ni un permiso de residencia ni un trabajo, ni abrir una cuenta bancaria. En economías de bajos ingresos, las probabilidades de carecer de una forma de identidad digital son mayores y esto, a su vez, limita su capacidad para acceder a la asistencia médica, la educación o la vivienda social.

Las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada, ya que es más probable que ocupen trabajos a tiempo parcial o sean cuidadoras no remuneradas fuera del sistema estatal. También es menos probable que hayan progresado más allá de la educación primaria o que tengan alguna identificación a su nombre. El Banco Mundial estima que el 50% de las mujeres en países de bajos ingresos no tienen identificación legal.

Si bien existen soluciones de identidad seguras y fáciles de usar para aplicaciones individuales, el desafío es tomar las credenciales creadas y verificadas en un sistema, como una base de datos del gobierno, y hacer que sean reconocidas por múltiples sistemas.

Ilustrémoslo con un sencillo ejemplo. Kenechi es dueño de una pequeña granja en el estado de Kano, en Nigeria. Desea expandirse, diversificar sus cultivos, contratar a más personas y vender sus productos a un supermercado local. Por tanto, cuando tiene conocimiento de que un terreno vecino sale a la venta, Kenechi acude al agente que se encarga de la venta para averiguar cómo hacer la compra.

En ese momento le solicitan que presente un ID con fotografía, comprobante de su dirección y un comprobante de determinados ingresos. Sin embargo, Kenechi no posee un pasaporte ni conduce un automóvil. No está conectado a la red eléctrica y no posee una cuenta bancaria. Ha recurrido al trueque de bienes y recibe dinero en efectivo al vender sus productos de puerta en puerta en su aldea. Sus principales activos son su tierra y su casa -cuya propiedad no puede comprobar-, una bicicleta y su teléfono móvil prepago. A pesar de su vocación de emprendedor, Kenechi no puede concretar la compra. En lugar de contribuir al crecimiento social y económico, es posible que deba recurrir a ayudas estatales.

Los gobiernos de los mercados en desarrollo reconocen que estas situaciones son perjudiciales para todos los involucrados. Si los ciudadanos no pueden comprobar sus derechos legales, tampoco pueden acceder a los pagos de asistencia social y les resultará imposible acceder a trabajos bien pagados, a ayudas y también se le negarán posibles préstamos.

Estos gobiernos ven los proyectos de ID digital como una manera de potenciar la economía. The Philippine Identification Program (Programa de Identificación Filipino) es un buen ejemplo de cómo proveer un itinerario de registro para quienes carecen de documentación. La arquitectura del sistema se basa en código abierto y estándares abiertos, pero incluye tecnologías para reforzar la privacidad, como tokens para proteger identificadores exclusivos y permanentes.

Estonia es un ejemplo único de un programa de ID digital exitoso a nivel de estado. Ellos tienen credenciales implementadas en los servicios de los sectores público y privado, y afirman que el 99% de los servicios estatales está en línea. Esto ha incrementado la participación civil y el avance social. La votación online también se ha beneficiado, ya que se erradicó el fraude y se generaron elevados niveles de confianza entre los ciudadanos.

El gobierno ha implementado un sistema de base de datos blockchain que permite a los ciudadanos adueñarse de sus datos personales y gestionarlos. Los ciudadanos deben introducir sus datos una sola vez para ser usados por los diferentes sistemas. Después, solo los datos relevantes son compartidos con varios organismos del gobierno. El gobierno de Estonia se define como una “república digital” y afirma que esta digitalización de los servicios públicos ahorra más de 1.400 años de tiempo de trabajo y el 2% de su PIB.

¿Es la ID digital una buena idea? La identidad digital se necesita para conectar a los desconectados y eliminar la brecha digital. Esta herramienta también favorece la inclusión digital y financiera y asegura la igualdad de acceso a la salud, la educación y las finanzas, entre otros servicios básicos. Es la llave para desbloquear el mundo digital y, como tal, necesita equilibrar el acceso en línea con la protección de la privacidad y la seguridad de la información personal a través de las redes.