El camino hacia un único metaverso global y sin brechas sociales

A estas alturas, no nos extraña ya a nadie que, cuando navegamos por internet, la experiencia sea cada vez más personalizada. Según las búsquedas que hayamos hecho, según nuestros intereses previos, nos aparecen unos contenidos u otros. No solo en las plataformas de descarga de contenidos de vídeo, música o libros en streaming, también en un vistazo rápido por la red. Y esa personalización va a más.

La experiencia de máxima customización llegará muy probablemente en el metaverso, que podemos traducir como un espacio en creación ‘más allá del universo’. Se trata de la próxima parada tecnológica, resultante de la mezcla de realidad virtual, redes sociales, videojuegos e internet de máxima velocidad. Ese mundo paralelo, digamos que en otra dimensión, nos ofrecerá la posibilidad de ser quienes de verdad queremos ser, sin límites incluso para la Física. Hablamos de una hipótesis, por supuesto, de algo futurible, de uno de esos proyectos tecnológicos que vemos en el horizonte... Pero de momento Mark Zuckerberg ya ha anunciado la contratación de 10.000 personas para dar vida a ese metaverso.

Los videojuegos ‘Fortnite’, ‘Minecraft’ o ‘Roblox’ se pueden considerar una antesala a ese metaverso para el que quizá debamos ir preparándonos. Ya sabemos lo rápido que cambian los tiempos últimamente... Aún con una idea incipiente de ese metaverso, nos asaltan muchas preguntas: ¿Se replicarán en el metaverso las normas (morales, éticas, civiles...) de este mundo o serán otras distintas? ¿En qué valores se basarán esas regulaciones? ¿Quién será la autoridad que vele por el cumplimiento de esas leyes? ¿O acaso estamos preparados para vivir en un mundo sin normas?

Desde el punto de vista comercial, las empresas pueden encontrar en esa nueva realidad un filón para sus marcas, pues en ningún momento se ha dicho que estemos ante una iniciativa altruista... Se habla incluso de que muchas compañías presentarán primero ediciones virtuales de los productos que podremos adquirir más adelante en la vida real. Cuesta entender que haya quienes estén dispuestos a pagar grandes sumas por bienes intangibles, que solo pueden ‘disfrutar’ durante sus ratos de desconexión desempeñando un rol distinto al de la vida real en el videojuego de moda. En cambio, la experiencia ya nos ha confirmado ese extremo y las compañías toman buena nota de esa posibilidad marketiniana. Aun así, aún queda mucho camino por recorrer hacia un metaverso global, el único que podría ser viable tecnológicamente hablando, en el que todos pudiéramos saltar de una experiencia a otra sin problemas de compatibilidad o estándares. Y, para cuando llegue ese momento, cabe desearse que no creemos nuevas brechas digitales en la sociedad por el precio que haya que pagar para aceder a esa nueva y mágica realidad.