Hacia un trabajo más sostenible, conciliador y también más productivo

Hemos oído decir en los últimos meses que la pandemia ha acelerado la transformación digital de una forma vertiginosa. Muchas voces autorizadas del sector tecnológico reconocen que los planes que tenían previstos para los próximos cinco años se han implementado a veces en muy pocas semanas debido a las nuevas necesidades y exigencias que marcaba la crisis sanitaria, sobre todo, a raíz del confinamiento de la población para frenar la expansión del virus.

Buena parte de esos avances se han producido en la adaptación de los puestos de trabajo para que una sección importante de la población pudiera seguir ejerciendo sus funciones en remoto, desde casa. Una vez que la vacunación avanza a buen ritmo y poco a poco se va recuperando la normalidad, ha llegado el momento de extraer lecciones de los cambios que se han producido en estos últimos 18 meses. La fórmula del teletrabajo se ha demostrado eficaz y cargada de beneficios tanto para el trabajador como para la empresa. El primero ha ahorrado tiempo en desplazamientos y recursos -combustible, vehículo, comidas fuera de casa, etc.-, ha podido conciliar mejor su vida profesional y familiar, ha podido adaptar su jornada laboral a sus necesidades, ha valorado un mejor estado de salud, etc. También la empresa ha reducido su huella medioambiental, su factura eléctrica y puede plantearse importantes ahorros en la gestión de los espacios de sus oficinas o destinarlos a las reuniones necesarias. De igual modo, encuentra que, por regla general, sus profesionales están más satisfechos por la confianza depositada en ellos y que puede fidelizarlos a cambio de medir sus resultados por objetivos.

Esas relaciones de mayor confianza no están reñidas con la productividad y ayudan a avanzar hacia dos tendencias de los últimos años: fomentar la conciliación de la vida laboral y familiar y también frenar el impacto medioambiental. El Covid-19 ha ayudado a romper viejos esquemas mentales. Igual ha llegado la hora de dejar atrás la cultura presencialista, que valora más el número de horas que pasa el trabajador calentando la silla en la oficina que sus resultados reales. El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, ya se ha pronunciado sobre el sentir de la patronal: “Las empresas quieren trabajo presencial, lo digo claramente”. Incluso ha ido más allá al afirmar que “el trabajo es trabajo y la flexibilidad es flexibilidad”.

A la vuelta del verano, con la vacunación de la población en un porcentaje más que considerable, veremos si las empresas abogan por mantener los avances y realmente apostar por esa confianza, por medir los resultados por objetivos, por reducir la huella de carbono y fomentar la conciliación de la vida profesional y familiar, así como la igualdad, o volvemos a la situación anterior. Sería una verdadera lástima que no aprovecháramos todo lo logrado gracias a la tecnología.