El aprendizaje, algo más que la formación (y II)

En la segunda entrega del artículo titulado El Aprendizaje, algo más que la formación, ha llegado el momento de reparar en los algoritmos aplicados en métodos de aprendizaje no supervisados. Con ellos se pueden entrenar a otros algoritmos para que encuentren patrones con más significancia, utilidad y eficiencia sin necesidad de un experto, además de detectar la relevancia de las anomalías. Por ejemplo, un experto en seguridad, en seguida descarta como anomalía un patrón de una paseadora nocturna de perro anciano. Sutilmente, es muy distinto a programadores codificando sistemas bajo la dirección del experto. El problema para el conservadurismo pudiera ser que asignar parte del manguerazo anti-austeridad de recursos deudosos al aprendizaje empoderase a los votantes o debilitara a los incumbentes del tapón a la movilidad intergeneracional. Tras miles de iteraciones con organizaciones de todo tipo, está claro que el ajuste fino del embrague hay que apuntarlo a la preparación de los datos.

La demanda de trabajo en esta área, analistas de ML que entiendan cómo se pueden preparar los datos para su análisis es insaciable. El rápido efecto de la aplicación de nuevas herramientas en el negocio ayuda a romper los viejos hábitos al incluirse a los encadenados por ellos en el proceso de aprendizaje. Decía Chesterton que el mundo se divide a sí mismo en progresistas y conservadores; los primeros se dedican, con convicción de encontrar nuevos y mejores caminos, a la comisión de errores y los segundos, a conservar estos últimos. La digitalización de extremo a extremo es la apuesta progresista. Se facilita con solvencia por la aplicación sistemática de aprendizaje continuo desde abajo (automático: aprendizaje continuo automático, ACA) a la base industrial, sanitaria, científica y de formación. Se puede empezar a cerrar un círculo virtuoso fractal, infinitas veces ya probado como exitoso, apalancado en el talento existente y la creación de herramientas. De otra manera, parece abocado a aumentar la fragilidad desvelada, especialmente en Europa, por el pandemonio, desde el punto de vista psicológico, social y económico. No demos la razón a Unamuno. Como dicen The Clash: muerte o gloria. Ernest Shackleton se supone que insertó en The Times un anuncio de lo que sería cruzar la Antártida: “Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura retorno. Honor y reconocimiento en caso de éxito”.