Las redes sociales y la lucha contra la desinformación en plena pandemia

Las redes sociales se están enamorando ahora de nuestra voz. Como antes de nuestros comentarios, de nuestras imágenes y de nuestros vídeos, ahora estas plataformas de comunicación también quieren escucharnos. A este tema de tendencias dedicamos el tema de portada de este número, algo que nos invita a reflexionar sobre el papel que en la última década han asumido Twitter, Facebook, Instagram, Youtube, Linkedin y compañía...

No cabe duda de que todas estas redes sociales han dado voz y han facilitado la comunicación y la generación de contenidos a quienes hasta ese momento difícilmente tenían posibilidad de difundir sus ideas. Hay que recordar que, hasta la aparición de las redes, esa posibilidad estaba limitada al envío de una carta al director del periódico o de una participación de pocos segundos en una emisora de radio... Es un gran avance, sin duda, y en el día a día nos ha facilitado también el continuo contacto con nuestros afines y seres queridos, ampliar el conocimiento participando en foros especializados sobre los más variopintos temas... También a las empresas les ha permitido estar más cerca del cliente, han aprendido a cuidar esa relación en todas las circunstancias. Esto también ha cambiado mucho. Ante un mal servicio, antes el cliente solo podía interponer una reclamación a la oficina de atención al consumidor de la Comunidad Autónoma correspondiente y esperar resolución, si la había. Ahora, la empresa, para evitar cualquier tipo de comentario que perjudique su reputación en las redes sociales o plataformas de e-commerce, sabe que tiene que mimarlo hasta el extremo.

Sin embargo, como en todos los avances, también hay riesgos que merecen ser considerados. Esa facilidad para generar y difundir contenidos está acompañada en ocasiones de falta de rigor y de la falta de confirmación necesaria de esas informaciones. Durante la pandemia, se ha hablado mucho de la desinformación, de los bulos, de las fake-news, y del daño que muchas veces han hecho generando aún mayor confusión en la sociedad. Podemos asegurar que la desinformación se ha convertido en una pandemia dentro de la propia pandemia generada por el Covid-19.

Para evitar sembrar más caos del que provoca una crisis sanitaria y económica como la que estamos viviendo, la primera recomendación es no ayudar a difundir y compartir aquellos contenidos que puedan ser falsos. Sobre la transmisión de contenidos sin verificar, quizá deberíamos distinguir unos matices. Y recordar que el hecho de que nuestros familiares, amigos y conocidos sean fuente de confianza no significa que sean fuentes fiables. No hay proceso de verificación en esos mensajes y es un elemento fundamental, para lo que es necesario reclamar mayor responsabilidad de todos antes de compartir este tipo de contenidos sospechosos de incluir falsedades.