José Almansa, autor de ‘El FIN de la innovación. La ERA del innovador: ’“Quizá sea triste, pero la necesidad despierta nuestra capacidad de innovar”

Explica el profesor José Almansa en su libro recién publicado ‘El FIN de la innovación. La ERA del innovador’ que “todos nacemos conectados a nuestro Yo innovador”, pero que “cuando nos hacemos mayores y empezamos a socializar recibimos información con respuestas para todo”. Y entonces ese impulsa se trunca

Jose Almansa es un veterano emprendedor en el campo de la innovación. Fue uno de los pioneros de la fórmula del coworking en España con iniciativas como LOOM e Impact Hub. También tiene un extenso pasado académico como profesor del IE-Business School de Madrid. El 2 de marzo presentó su último libro, El FIN de la innovación. La ERA del innovador, en el que expresaba que “si llegaba una guerra o una pandemia no estaríamos preparados por estar acomodados y tener nuestro espíritu creativo e innovador dormido”. “Menos mal que lo imprimimos entre diciembre y enero o nadie nos hubiera creído”, añade. Está convencido de que en momentos de crisis como éste se nos da la oportunidad de ser más creativos que nunca.

¿Cómo ha vivido estas semanas de confinamiento?

Todos estamos viviendo el mayor reto de nuestra generación. Prácticamente todas las generaciones anteriores a la nuestra vivieron experiencias traumáticas y con mucho dolor, salieron adelante con la oportunidad de evolucionar sus modelos de sociedad. La nuestra es quizá una generación de confort, acomodada, que rápidamente reclama “reconstruir” nuestro status previo, volver a cómo y lo que éramos. Pero creo que volver a lo anterior no va a ser posible. Si de algo sirven estos shocks sociales es que nos lleva a la oportunidad de “construir” algo nuevo. Así que me gustaría pensar que es nuestra oportunidad generacional para marcar nuestro modelo. Y construir algo mejor de lo que había.

Su último libro ya hablaba de una posible pandemia...

Aunque parezca increíble, el 2 de marzo presenté mi libro El FIN de la innovación. La ERA del innovador. En él, además de reformular por completo el concepto de innovación, que creo que no existe como nos lo han contado, lanzaba el mensaje de que si llegaba una guerra o una pandemia no estaríamos preparados por estar acomodados y tener nuestro espíritu creativo e innovador dormido. Menos mal que lo imprimimos entre diciembre y enero o no nos hubieran creído.

¿En qué proyectos estaba trabajando cuando se decretó el estado de alarma?

En estos días he terminado la herramienta digital que permite a cualquier persona encontrar para su vida, negocio o ciudad, nuevas soluciones a problemas que las respuestas de toda la vida no funcionan. Son metodologías nuevas, que he estado desarrollando durante cuatro años y que ahora pueden ser muy útiles porque sales con un plan que es lo que en estos tiempos hace falta.

También he finalizado un nuevo concepto de modelo editorial que he llamado “Webook”. Es un formato digital en el que el usuario puede leer mi libro, pero puede escribir su propio libro de innovación ya que la idea es que durante la lectura reconecte con su espíritu innovador, así que puede terminar teniendo su propio libro y uno o varios planes prácticos para resolver nuevos retos.

¿Cree que el Covid-19 y sus efectos van a poner a prueba nuestra capacidad de innovar?

Todos nacemos conectados con nuestro Yo innovador. Hasta que empieza el proceso de socialización y recibimos información con respuestas para todo. “Haz lo que te digo”. “No puedes”. “No lo hagas”. Nos las enseñan los maestros, la sociedad, y hasta nuestros padres con la mejor intención. Y lo aceptamos, claro. Abandonamos nuestra capacidad de estar conectados con nuestro Yo creativo e innovador. Dejas de soñar. Dejas de jugar. Renuncias a decidir. Cargas para siempre con una mochila de respuestas aprendidas. Te adaptas y sales adelante. Sí, podemos llegar a ser muy, muy, muy buenos dando respuestas -aprendidas- a todo. Mientras la mochila funcione. Hasta que un día pasa algo. Llega una guerra, o una pandemia. Las respuestas que aprendimos de toda la vida no funcionan. La mente se angustia porque sólo vive en lo conocido. Y estamos en la incertidumbre. No hay mentes innovadoras, hay espíritus innovadores. Porque la mente siempre nos ha dicho “no te salgas de lo que conozco”, “no explores más allá”. Porque perdería el control. Pero cuando estás en lo desconocido, es el espíritu quien te puede guiar a encontrar nuevas respuestas. El espíritu cuestionador que vive en ti. Que estaba callado porque no le dejábamos hablar. Quizá sea triste, pero la necesidad despierta nuestra capacidad de innovar.

¿Considera que solo los realmente innovadores saldrán adelante?

Sí, y no sólo por la pandemia. La propia evolución de la que veníamos ya lo marcaba. Imaginemos la inteligencia artificial. Si quieres saber si tu trabajo te lo va a quitar una máquina en menos de diez años, haz este ejercicio: apunta en un papel las tareas diarias que haces, escribe al lado cuáles son repetitivas. Si el 70% lo son, no tendrás trabajo en diez años porque una máquina lo hará mejor que tú. Creo que el mundo ya iba hacia dos clases de personas: a) las conectadas con su espíritu creativo e innovador y b) lo que llamo los “acomodados”, personas que en vez de tener 25 años de experiencia tienen uno repetido 25veces y están llenos de miedos por si “algo cambia”. La pandemia nos está mostrando personas que están preparadas para afrontar con su espíritu creativo cualquier reto, y las que se bloquean, protestando por todo lo que ocurre a su alrededor y angustiados por lo que traerá el futuro, ya que no confían en que tengan cabida en lo que resulte de la crisis.

Si ya asustaba a muchos la transformación digital, ahora va a haber una doble transformación...

En la Revolución Industrial, muchas personas se quedaron desubicadas porque las máquinas empezaron a hacer el trabajo que ellos hacían. Estas personas que formaban parte de la clase obrera necesitaron mucha protección y se generaron tensiones y problemas por algo que tenía difícil solución. Lo único que una máquina no podrá hacer mejor que una persona es ser creativo e innovador. Si las máquinas llegan a innovar por su cuenta, empezarían a funcionar autónomamente con conceptos que no entenderíamos y, como ocurrió antes con otras especies, seríamos sustituidos por otra con mejores soluciones a los problemas. Así que lo único que nos guarda es nuestra innata capacidad de innovar.

Varios grandes artistas exploraron su creatividad e incluso descubrieron su vocación artística en el hospital durante largas convalecencias por distintas enfermedades. ¿Cree que este confinamiento ha podido explotar esa creatividad en la población?

Creo que lo que les ocurrió a esos grandes artistas es que pudieron tocar su espíritu creativo gracias a poder estar con ellos mismos sin interferencias externas. Hoy en día pasamos una media de más de dos horas diarias en redes sociales. Dejamos que nos digan dónde comer, dónde dormir, dónde viajar e incluso quién es nuestra pareja ideal. Los algoritmos cada vez tienen más presencia en nuestra vida y nos conocerán mejor que nadie. Dejamos de confiar en nosotros. No hace falta que seamos iguales. Somos únicos y estamos conectados desde nuestra esencia en un estado vibracional llamado Inteligencia Colectiva. Este confinamiento puede ayudarnos, pero sólo si lo utilizamos como oportunidad para reconectar con nuestro espíritu y volvemos a confiar en él.

En estas semanas, por ejemplo, se ha agudizado el ingenio a la hora de encontrar solución a problemas urgentes, por ejemplo, como la producción de material de protección.

¡Claro! Es alentador ver cómo el espíritu para salir adelante está latente y aflora ante la necesidad. No tengo duda que esas mismas personas que han podido fabricar mascarillas podrán crear lo que la sociedad necesite y salir adelante. Porque el espíritu funciona para la necesidad no resuelta que haya en cada momento.

Dice usted que los niños son los sabios y que tenemos que imitarlos más. ¿Es clave ese punto de partida en el proceso de innovación?

De niños vemos lo que nadie ve. Soñamos lo que nadie espera. Y la imaginación nos puede llevar a cualquier sitio. De niños no hay miedo a lo desconocido. Nos sentimos capaces de todo. Cuántas veces hemos escuchado la expresión “no seas infantil” cuando deberíamos plantearnos, como hizo Montagu, si no deberíamos dejar de ser “adultiles”. Sí, creo que el punto de partida es reconectar con ese espíritu que apagamos con el proceso de socialización que sufrimos.

También dice que “para dejar un mundo mejor al que encontramos hay que atreverse a pensar diferente”. ¿Cómo podemos promover ese espíritu innovador?

A ser innovador no se aprende, se desaprende. Hay que sacarse las capas que uno mismo, la sociedad y quienes nos criaron y educaron fueron poniendo por encima del yo innovador con el que nacimos.

¿Qué recetas podemos ofrecer para fomentar la innovación?

Para mí la receta se basa en cuatro cosas. La primera, que las personas puedan volverse innovadores. Ya he hablado mucho de esto y creo que está clara mi postura sobre qué es innovación. La segunda, comprender que la innovación es caórdica. En el caos está la creatividad, en el orden el resultado y los dos son necesarios. Sin embargo, una vez más desde pequeños nos enseñaron que el orden es bueno y el caos malo. Recuerdo la serie superagente 86 en la que la agencia buena se llamaba “orden” y la organización mala “caos”. Los procesos innovadores son inherentemente caóticos. La tercera, que tengan alguna guía o metodología para poder hacer planes. La cuarta, que se dé un “bottom-up” organizativo. Las formas de organizarnos también deben cambiar.

Pero también observa que existe una especie de conspiración o fuerza contra el hecho de que pensemos por nosotros mismos. ¿A qué se refiere?

Innovar es reemplazar respuestas aprendidas por modelos inesperados. Somos seres sociales, vivimos en comunidad y estamos bombardeados continuamente por los mismos mensajes donde, por lo general, quienes piensan diferente suelen ser acallados. Activar a las personas suele incomodar a muchos poderes establecidos. Estos no tienen incentivos para cambiar sino todo lo contrario. La posición que han alcanzado depende del status quo. Las grandes burocracias son difíciles de cambiar, al igual que las instituciones o cualquier otro sistema formado por muchas personas que, al haber alcanzado una posición estable, no se benefician del cambio. Por eso creo que hay que aprovechar momentos de crisis como el actual, donde el cambio es inevitable y obliga a todos a estar abiertos a modelos inesperados.

Desde su punto de vista, queda claro que no “todo está inventado”...

Sólo hace falta darnos cuenta de que está todo por reinventar. Hay que preparar nuestras ciudades para nuevos modelos turísticos; la forma de trabajar también está cambiando de forma radical con los nómadas digitales; los usuarios podremos generar la energía que consumismos de muchas formas por explorar; vienen grandes revoluciones en la medicina preventiva a través de la genética, en el transporte autónomo, con la pila de combustible de hidrógeno, con los usos en positivo que se puede dar a la inteligencia artificial o las cadenas de bloques, ¡todo! Incluso podemos crear un sistema económico complementario que capture el valor social que el Producto Interior Bruto no es capaz de incluir.

Es un momento maravilloso para soñar.