Es hora de que la industria tecnológica se responsabilice

La tecnología no lleva aparejada la bondad o la maldad, pero debe usarse para hacer el bien

Tradicionalmente, las empresas de la industria tecnológica han tenido las mismas medidas de éxito que las empresas de cualquier otra industria: el crecimiento y la rentabilidad. No obstante, la innovación ha venido a ser un tercer indicador en la innovación y aunque esta innovación tecnológica ha enriquecido nuestras vidas y generado progreso social y económico, también ha traído consecuencias negativas imprevistas.

La base fundamental de los estados democráticos se ha visto sacudida por la ingeniería electoral a través de las redes sociales, hay cada vez más casos de adicciones al teléfono móvil o al juego online, y los consumidores de todo el mundo están reconsiderando la forma en que comparten sus datos después de innumerables brechas de seguridad en las que han visto desprotegida su privacidad.

Parece que el ritmo de la innovación y su potencial para resolver algunos de los mayores problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad continúa acelerándose, pero existe una verdadera sensación de miedo en torno al poder de la tecnología, una creciente desconfianza pública en la industria TI y una gran preocupación por un uso no responsable.

Como ejemplo, a pesar de que la agricultura es capaz de producir suficiente alimento para la población global, el hambre mundial todavía existe. Las soluciones de IoT pueden ayudarnos a abordar el problema del desperdicio, mejorar el rendimiento de las cosechas y su almacenamiento, así como a reducir la cantidad de alimentos perdidos o dañados en la cadena de distribución.

Por otra parte, la IA tiene el potencial de transformar la atención médica global, prediciendo el resultado de los tratamientos farmacológicos en individuos o proporcionando un enfoque altamente personalizado con resultados mucho mejores para los pacientes.

Sin embargo, algunos dispositivos IoT tienen vulnerabilidades que permiten a los atacantes controlarlos de forma remota. Si tenemos en cuenta que las nuevas ciudades inteligentes se están edificando con miles de sensores, es de vital importancia asegurar estos sistemas si queremos evitar que una amenaza externa tome el control y cause el caos. Del mismo modo, hay delincuentes que están utilizando la tecnología de IA para romper la seguridad y causar estragos cibernéticos, lo que puede conducir a problemas importantes en el mundo real. El Wall Street Journal comunicó recientemente un caso, más que curioso, a la par que preocupante: el uso de la IA para imitar la voz del CEO de una compañía y engañar a uno de sus compañeros para que transfiriera 243.000 dólares a una cuenta.

Es ahí donde entra en juego la ética: Las herramientas de IA aprenden la ética de sus programadores, lo que aumenta el riesgo de que se produzca un sesgo inconsciente si no se detecta y gestiona adecuadamente. Por ejemplo, hemos visto problemas con software que discrimina por la raza y el género en áreas como la contratación de nuevos empleados, solicitudes de hipotecas e incluso la aplicación de la ley.

Es por esto por lo que no me sorprende la petición popular de regular la industria de la tecnología. El éxito empresarial ya no puede juzgarse únicamente por el crecimiento y la rentabilidad y la capacidad de innovación; el impacto en la sociedad y el medio ambiente también deben medirse.

Quizás sorprendentemente, una serie de empresas tecnológicas, que generalmente se han opuesto a una mayor regulación de sus actividades, mantienen esta opinión. Tim Cook, CEO de Apple, es una de las principales voces que pide al gobierno de los EEUU que intervenga para garantizar la protección de los derechos y la privacidad de los usuarios. Cook destaca la GDPR aplicada en Europa como un paso en la dirección correcta. De igual forma, Mark Zuckerberg también ha expresado la necesidad de una mayor regulación en cuatro áreas: contenido dañino, integridad electoral, privacidad y portabilidad de datos.

Por supuesto, el peligro de la regulación es que, aunque protege a la sociedad del daño, puede frenar la innovación y poner en peligro la libertad de expresión. Pero no importa cuán complejo sea el problema, está claro que la regulación y la legislación llegarán.

Si las empresas tecnológicas se comportan de manera ética, se hacen responsables y gestionan de manera proactiva su impacto en el medio ambiente y la sociedad, entonces, cuando se implementen estas regulaciones -que lo harán-, estarán en mejores condiciones para adaptarse. Las empresas deberán mostrar a sus inversores que están integrando estos cambios en sus estrategias comerciales y se están centrando en el largo plazo. Afortunadamente y como siempre la industria de TI va por delante, y muchas empresas ya están trabajando en ello. La alternativa es continuar posicionando las ganancias y el crecimiento a corto plazo por encima de todo lo demás, corriendo el riesgo de un cambio doloroso cuando entren en vigor nuevas leyes y regulaciones, amén de un impacto socio ambiental que nos afectará a todos.

La tecnología no lleva aparejada la bondad o la maldad, pero debe usarse para hacer el bien, independientemente de que los requisitos reglamentarios futuros lleguen al próximo trimestre o no.

Sin lugar a dudas, los problemas y preguntas asociados son difíciles y complejos, y para abordarlos la industria necesita pensar de manera diferente y actuar de manera diferente y corresponsable. Toda empresa de tecnología debería embarcarse en este viaje, ya que no solo tiene sentido desde una perspectiva humanitaria y planetaria, sino que, visto desde un punto de vista más egoísta, también lo tiene desde la perspectiva comercial.