Estado de alarma, una ocasión para poner
a prueba el teletrabajo y el ‘streaming’

La crisis del COVID-19 y su posible contagio generalizado están obligando a las autoridades a tomar medidas extremas como la declaración del estado de alarma durante 15 días. Solo el tiempo dirá si estas medidas fueron proporcionadas y justas. De momento, las autoridades se curan en salud y compensan así no haber actuado al inicio del brote, cancelando, por ejemplo, como ya venían reclamando los expertos, la celebración de las manifestaciones del pasado 8-M. El operativo montado al inicio para traer a los españoles residentes en Wuhan, la zona más afectada de China, contrastaba hasta pocos días atrás con la permisiva llegada sin ningún tipo de control de centenares de vuelos con posibles afectados procedentes del norte de Italia, el otro gran foco mundial de la epidemia. Lo cierto es que la población está viviendo días desconocidos hasta ahora en tiempos de paz, con un estado de alarma y continuas restricciones para desarrollar una vida normal. El caos y el temor que no había provocado nunca ningún grupo terrorista lo está causando un nuevo tipo de virus. Está provocando el aislamiento social y condicionando que los ciudadanos cambien sus hábitos y, lo que es más importante, que pierdan hasta la libertad.

En este escenario, para evitar y reducir al mínimo el contacto tan peligroso por la rápida expansión del nuevo virus, las empresas que ofrecen servicios de streaming están haciendo el agosto. Hasta el Papa Francisco se ha apuntado a esta tendencia y reza ya el tradicional Angelus por este canal de comunicación. Los congresos se cancelan, cualquier tipo de reunión queda aplazada y las empresas aprovechan forzadas para hacer simulacros de teletrabajo. Por buscarle algo positivo a todo lo que estamos viviendo como consecuencia del COVID-19, quizá este virus también consiga, sin quererlo, un objetivo que el sentido común venía reclamando desde hacía ya mucho tiempo: que las compañías abandonen esa cultura presencialista y dejen de poner excusas para permitir y promover que los trabajadores que así lo necesiten por motivos de conciliación laboral y familiar puedan teletrabajar determinados días de la semana fuera de la oficina.

La tecnología está ahí, se ha demostrado que facilita esta opción. Los estudios demuestran que quienes se benefician de horarios flexibles o del teletrabajo algún día a la semana son más fieles a su empresa, se sienten más identificados con ella, etc. Trabajar por objetivos y no por horas calentando la silla sí es el futuro. Quienes están acostumbrados a esta fórmula también son contundentes: el tiempo cunde mucho más. Muchas empresas, hasta ahora reacias, están dando pasos importantes en este sentido y promoviendo esa posibilidad. Después de estas semanas de caos, cuando todo haya pasado, será difícil esgrimir algún tipo de impedimento por cualquier empresa para evitar que quien lo necesite pueda acogerse a esta posibilidad. Todo tiene su lado positivo.