Modernizarse o morir, nunca mejor dicho

Es la calma antes de la tormenta. Ese silencio antes de la nevada. Aunque bien merecido tras años de lucha contra la deslocalización, despidos, cierres y caída de la producción, el sector textil catalán se encuentra en un momento de calma. De calma tensa, por eso. Una de las industrias más antiguas de la región afrontará en los próximos años cambios drásticos que deben no solo modernizar unas empresas que, en su mayoría, son centenarias o casi y de tradición familiar. Unas productoras de tamaño medio y pequeño que siguen trabajando con procesos clásicos, los de una industria que tradicionalmente ha sobreexplotado el recurso del agua y que la sequía recuerda que deben cambiar mucho si quieren sobrevivir a un futuro cada vez más restrictivo.

Y es que el mundo avanza hacia la sostenibilidad y el respeto hacia el medioambiente, hacia los materiales sostenibles y reciclables, hacia las tecnologías de bajas emisiones, hacia lo renovable y la neutralidad de carbono. No obstante, el reto es mayúsculo. Muchos pensarán que no es una empresa que no deban llevar a cabo también las firmas de muchos otros sectores, pero lo cierto es que el textil catalán lo tiene mucho más complicado por sus características y por su tamaño, que deja su capacidad de inversión muy por debajo de las grandes multinacionales de otros sectores. Comparar una compañía de 80 trabajadores, con, por ejemplo, el Grupo Volkswagen no sería justo, pero las dos deben afrontar los mismos retos, adaptados, claro, a su sector.

Por si fuera poco, el sector textil debe pensar como poner en valor sus productos, incapaces de competir por precio con las grandes firmas asiáticas, que producen a un precio ridículo en comparación con las compañías locales. La pandemia provocó cierta relocalización de la producción, máxime después de los problemas logísticos registrados en todo el mundo tras las restricciones por el Covid-19. No obstante, todas las crisis pasan y la amenaza de la deslocalización está ahí.

Todo junto son muchos retos para las empresas locales. No obstante, no todo es malo. No caigamos en el pesimismo que los catalanes llevamos inherente en nuestro ser. Las firmas catalanas tienen dos grandes bazas: la calidad de sus productos y un ecosistema que premia la innovación y las nuevas tecnologías. Precisamente, la empresa textil catalana debe apoyarse en ambas patas para equilibrar de nuevo la competencia con Asia y el resto del mercado. Las nuevas fibras sostenibles, de materiales reciclables, pero de alta calidad, las prendas técnicas y otros productos, así como nuevos procesos que permiten reutilizar recursos como el agua y nuevas tecnologías orientadas a la eficiencia y la sostenibilidad son las mejores armas para llevar a cabo esta transformación. Todo, junto al impulso de las nuevas compañías emergentes que nacen con conciencia medioambiental y con la tecnología por bandera. Difícil, pero no imposible.