La recuperación turística de la Val d’Aran se consolida con una buena temporada de invierno

Con la llegada de la primavera y la Semana Santa se pone punto y final a la temporada de invierno, que acostumbra a ser una de las más prolíficas en zonas de montaña. En el caso concreto de la Val d’Aran, las sensaciones han sido muy positivas, situándose las cifras de ocupación en niveles previos a la pandemia, asentando así la recuperación turística y económica de un enclave tan único y popular entre los españoles como este.

Antes de la irrupción del coronavirus (2015-2019), la media de ocupación hotelera en la Val d’Aran entre los meses de enero y marzo se situaba en el 56,86%, siendo 2016 el año reciente más destacado, con cifras que alcanzaron el 60,57%. Tras una paralización parcial -y en algunos puntos total- de la actividad, en 2022 la normalidad regresó a la región, y con ella los turistas.

Así, durante el primer trimestre del año pasado la ocupación hotelera ascendió hasta el 65,84%, cinco puntos porcentuales por encima del mencionado 2016 y nueve sobre la media de los años 2015-2019.

El potencial de la Val d’Aran como destino turístico es más que evidente. La región catalana tiene mucho que ofrecer, desde sus impresionantes paisajes de montaña hasta la amplia gama de actividades al aire libre y el esquí en algunas de las mejores pistas de España.

En este contexto, no es de extrañar que la temporada de invierno sea uno de los principales motores de su economía, y los resultados obtenidos este año demuestran como la Val d’Aran se ha posicionado como una parada obligada en la temporada de esquí, no solo en Cataluña, sino a nivel nacional e internacional.

Así, en 2023, las cifras de ocupación hotelera (64,69%) se mantuvieron en la línea de las registradas el año anterior, demostrando que la recuperación del territorio es una realidad. Cifras, en definitiva, que sirven para poner de manifiesto cómo una buena gestión y planificación pueden traducirse en resultados positivos para la economía regional.

No podemos olvidar, eso sí, el impacto que la pandemia tuvo en la sociedad y economía española, suponiendo un reto sin precedentes para todos los territorios, y especialmente para aquellos tan dependientes de la industria turística y el sector servicios. Si hablamos de la Val d’Aran, el efecto del Covid-19 ya se empezó a notar en las últimas semanas de la temporada de invierno de 2020, con la declaración del estado de alarma a mediados de marzo. La ocupación hotelera quedó en este trimestre, por lo tanto, reducida al 52,32% tras un muy prometedor inicio de año.

La situación empeoró en 2021, año en el que se produjeron diversos rebrotes, y se volvió a paralizar toda actividad a finales de enero. Como resultado, la ocupación durante el primer trimestre de dicho año fue de solo el 17,17%. Estos momentos difíciles, sin embargo, ya quedan atrás, y la Val d’Aran puede presumir, pese a la incertidumbre vivida, de no haber cerrado ningún establecimiento.

Más allá del coronavirus, otro de los grandes condicionantes que se presenta de cara al futuro más cercano es el cambio climático. El aumento de las temperaturas y la disminución del hielo pueden afectar, con el paso del tiempo, al día a día de la población. Junto a estos, aumenta también el riesgo de incendios forestales y la escasez de agua, problemas que exigen, más que nunca, una gestión sostenible del territorio.

En este sentido, es importante destacar la labor que se está realizando en la Val d’Aran para afrontar estos desafíos. La gestión adecuada de los bosques, la diversificación económica y la innovación son algunos de los ejemplos de las acciones que se están implementando para abordar estas problemáticas.

Asimismo, la estación de esquí Baqueira-Beret, de las pocas privadas que quedan en el territorio catalán, está haciendo inversiones importantes para producir nieve de forma sostenible, lo que contribuye a minimizar el impacto del cambio climático en la temporada de invierno.

Predecir el futuro es complicado. Los expertos hablan de episodios climáticos y extremos, con mucho calor o mucha nieve, por lo que la inversión en una diversificación de la economía, para reducir la dependencia del esquí y la temporada de invierno, son fundamentales.

A pesar de esta incertidumbre en torno a la evolución de las condiciones climáticas en los próximos años, la Val d’Aran cuenta con las herramientas necesarias para seguir avanzando en la dirección correcta. Hablamos de un territorio con larga tradición en el turismo de montaña, que se ha visto afectado por la pandemia, y, aun así, ha sabido adaptarse a cada reto y situación para sacar a flote su economía.

Tras un impasse obligado por la llegada del Covid-19, las cifras positivas de los dos últimos años, con ocupaciones durante el primer trimestre del año del 65,84% en 2022 y del 64,68% en 2023, demuestran la capacidad de recuperación del territorio y su consolidación como destino turístico de primer nivel en la temporada de invierno.

La temporada de esquí cerró en Baqueira-Beret con un buen sabor de boca, quedándose a poco menos de 10.000 forfaits del millón de esquiadores en sus pistas. Sin duda, es la pista más visitada durante el invierno en todo el territorio catalán superando por mucho el resto de rivales.

El complejo de Val d’Aran terminó con 990.032 forfaits vendidos y 136 jornadas con todos sus kilómetros de pistas disponibles. Se contabilizaron hasta 29 días de nevadas y se produjo nieve entre 33 y 45 días dependiendo del área. Sin duda, estas condiciones impulsaron la ocupación en el territorio.