El sector textil catalán se jugará su futuro durante los próximos años

Las nuevas normativas de sostenibilidad, la sequía y el impulso de un modelo más ético y respetuoso con el planeta obligarán al sector textil catalán, formado en su mayoría por pequeñas empresas familiares, a invertir en tecnología y modernización para sobrevivir en un contexto cada vez más difícil.

El sector textil en Catalunya llegó a ser uno de los más importantes de la región. De hecho, tras la llegada de la revolución industrial, en el siglo XIX, la industria textil fue uno de los campos líder dentro del proceso de industrialización. También ocurrió en España, pero Catalunya se valió de sus fábricas de indianas, dedicadas a la estampación de tejidos y levantadas un siglo atrás, para erigirse en toda una potencia dentro del país. Grandes plantas se acumularon entonces cerca de los puertos y los ríos y, por eso, todavía hoy, podemos encontrar pueblos y ciudades en los que siguen imponiéndose los grandes edificios donde antes se fabricaba y confeccionaba ropa.

Pero la era dorada del sector textil ya pasó y, pese a que sigue siendo importante, se ha quedado por detrás de otros como el tecnológico o el de la automoción. En la actualidad, la cadena de valor del textil y la moda en la región lo forman los proveedores productivos y una gran cantidad de compañías proveedoras y logísticas. Según datos de Acció y de la Generalitat de Catalunya, hay (con datos de 2021, los últimos disponibles), 1.033 empresas categorizadas, lo que supone e 29% de las que hay en el conjunto del Estado español. Pese a la cifra, solo se contabilizan 17.581 trabajadores, el 3,7% de toda la industria, pese a que supera al sector en España (2,1%) y Europa (1,7%). En total, representa el 2,2% del PIB en la región y el 1,9% de la facturación de la industria, que alcanzó en 2021 los 2.836 millones de euros. Según explican desde la Generalitat, “Catalunya está bastante especializada en el sector textil”, pero “la producción y, sobre todo, la ocupación han ido disminuyendo respecto a los niveles de hace una década, a diferencia de España”. Pese a que admiten que, en 2021, las exportaciones aumentaron, hasta los 1.609,8 millones de euros, “no fue suficiente como para recuperar los niveles prepandemia”. “En consecuencia, la ocupación apenas mejoró”.

Según explica Jaume Olivé, del área de política industrial de la federación de CCOO de Industria en Catalunya, “en este momento la situación está muy estabilizada”. Olivé cuenta que “este es un sector que se ha ido reconvirtiendo con una pérdida importante de puestos de trabajo por los procesos de deslocalización de muchas empresas hacia Asia y que ha tenido que lidiar después con la pandemia”. En ese sentido, detalla que “estos años ha habido una recuperación bastante importante gracias a un proceso de repatriación de la producción para acercarla a los puntos de venta”. Esta relocalización de la actividad es consecuencia de los desbarajustes en las cadenas de suministro tras la pandemia y, desde el sector textil están aprovechando para recuperarse enfocándose en la calidad de sus productos. “Por precios no podremos competir porque es imposible, por lo que tenemos que apostar por la calidad, por tejidos más técnicos y sostenibles. Creemos que tenemos que ir por ahí”.

Empresas pequeñas

La industria textil se enfrenta, tras la pandemia y la deslocalización, a dos grandes retos: la revolución tecnológica y sostenible y la sequía. Una, la segunda, es temporal, pero las características de esta industria la hacen especialmente vulnerable a episodios como el que vive la región en la actualidad. “Con las restricciones del uso industrial del agua se obliga a las empresas a reducir el 15% para la producción y este sector hace un uso intensivo del agua. No sabemos aún cómo afectará la sequía a las empresas. De momento no tenemos constancia de paradas de producción o expedientes de regulación temporal de empleo”, dice Olivé, que no descarta ninguna hipótesis.

Paralelamente, como todos los sectores, el textil debe transformarse y virar hacia la sostenibilidad gracias a las nuevas tecnologías. “La industria deberá replantearse muchas cosas e irse transformando”, admite Olivé, que recuerda que las normativas más recientes abogan por una gestión más inteligente de los residuos y por la confección de materiales más sotenibles. Para impulsar este cambio, desde CCOO reconocen el papel de startups como Circoolar, compañía nacida en 2019 con el objetivo de vestir a las empresas de forma ética y sostenible, en la modernización del sector. “Hay muchas nuevas empresas que usan soluciones tecnológicas o que ponen a disposición de las compañías nuevas soluciones basadas en elementos como la Inteligencia Artificial. Están proliferando y pueden proveer de esta tecnología a la industria”.

Pese a que la visión parece optimista en ese sentido, Olivé recuerda que la mayoría de compañías productoras de la industria textil catalana son pequeñas, muchas de tradición familiar y que, por tanto, “habrá que tener en cuenta su capacidad de inversión, lo que podría ser una limitación”. Olivé no solo apunta con este comentario a la revolución tecnológica, sino a la completa transformación de las compañías en firmas más sostenibles y con una propuesta de valor competitiva frente a los fabricantes asiáticos. Para ilustrar el tamaño de las compañías dedicada sa la fabricación, desde Acció, con datos de 2017, apuntan que “pese a que las empresas que realizan actividades productivas suman más del 40% de las empresas catalanas, su dimensión media es mucho más reducida y solo contribuyen, en total, a menos del 20% de la facturación del sector”.

Un panorama dispar

Ante todo lo expuesto, la situación de las empresas del sector textil catalán es dispar, con casos de éxito ante la relocalización de su actividad o el impulso de su idea de negocio y casos en los que su situación económica pone a algunas compañías al borde del precipicio. En el lado bueno del espectro destacan nombres como la misma Circoolar, Texia o como Buff. La primera es el caso perfecto de empresa emergente que logra consolidarse con una propuesta basada en exactamente lo que busca el sector: una producción más eficiente, más respetuosa y ética con el planeta y de calidad. El resultado ha sido una facturación triplicada en 2022 respecto a 2021, una ampliación de equipo hasta las cinco personas y su participación en proyectos como BCorp, del que también forma parte Buff. Esta compañía puede presumir de haberse recuperado de la pandemia celebrando su 30 aniversario con un plan de contratación confirmado. Según explica Olivé, “Buff ha decidido contratar 140 personas durante 2022 y 2023 para su centro de confecciones en Igualada”. Tal es la demanda de personal, admite Olivé, que “buscan unos perfiles que no encuentran y por eso ha impulsado una escuela de confección para jóvenes, junto al consistorio de su ciudad”.

La compañía Texia, de tradición familiar, es otro caso de éxito, tras acabar el año pasado con una facturación de 20,5 millones de euros y con la previsión de alcanzar los 24 millones este año. Son cifras importantes teniendo en cuenta que, en 2021, el resultado se quedó en 12,6 millones de euros. Su modelo de negocio se basa en el impulso de localidad y está apostando por la expansión internacional a países como Francia y Estados Unidos. Fundada en 1917, Texia es otro gran ejemplo, esta vez de modernización y adaptación al cambio. Entre otras muchas compañías catalanas en buen estado de salud, Nextil destaca por haber culminado en 2022 su reorganización y reorientación hacia segmentos de mayor valor añadido con el objetivo puesto en la rentabilidad y la generación de caja. El resultado fue un beneficio operativo de 4,3 millones de euros al cierre de 2022 y su consolidación como uno de los mayores grupos de la industria en Europa.

Sin embargo, no todo son casos de éxito. En el otro extremo de la historia está Nylstar, fundada en 1923, que a principios de febrero presentó concurso de acreedores e informó de que liquidaría el negocio, con lo que iba a despedir a los ochenta trabajadores que actualmente tiene en plantilla. No obstante, no se ha llegado a esta situación extrema, aunque sí han pasado por episodios de cortes de luz por impagos de facturas y de dificultades para devolver 15 millones de euros que la Generalitat le había prestado. La última noticia, comunicada desde el sindicato UGT, es que, de momento, mantiene su actividad industrial, tiene demanda y espera cumplir los 100 años de vida el próximo agosto en su camino para estabilizar su proyecto industrial.