Barcelona, capital de progreso y ciudad alegre

Barcelona necesita aire fresco, que no se ahogue su capacidad de innovar, crear, diseñar, en definitiva, de buscar la modernidad, como siempre ha hecho. En estos últimos tiempos, la sociedad barcelonesa no ha desplegado todo su potencial, probablemente por un excesivo intervencionismo del gobierno municipal, que en determinados temas ha querido imponer un modelo de ciudad sin diálogo, prescindiendo de la capacidad de buena parte de la sociedad de generar proyectos e iniciativas que, sin duda, a lo largo de la historia, ha demostrado el dinamismo necesario para proyectar la ciudad en todos los aspectos.

Barcelona debe volver a vibrar, a creer en sí misma, facilitar la explosión de todas sus capacidades. No es bueno que el poder municipal ahogue a la sociedad. Decía Thomas Edison que el valor de una idea reside en el uso que se hace de ella, por lo que podemos decir que de la ideología se tiene que pasar a las políticas. Y hace falta ser realista y, al menos, dialogante. Es necesario recuperar la Barcelona abierta al progreso y devolverla a su capacidad de liderar, de ser capital, como ha sido siempre. Aunque haya motivos para la preocupación, también los hay para el optimismo.

Se echa de menos una palabra en el debate público: Confianza. Tenemos que sumar entre todos para recuperar la ciudad alegre, de la iniciativa, y es imperativo confiar más en la sociedad plural que hoy conforma Barcelona. Más allá de cerrarse en quién tiene razón, hay que abrirse para alcanzar acuerdos, que siempre implican renuncias, pero que ayudan al progreso de todos. Esta es una partida que jugamos entre todos, con las mismas cartas, no nos hagamos trampas.

El poder municipal debe servir para que la sociedad se exprese y actúe con toda su vitalidad, y no ahogarla con imposiciones, a menudo algo dogmáticas. Es difícil liderar una ciudad tan plural, compleja y transversal como Barcelona. Pero hay que ver este mosaico como una oportunidad. Tenemos déficits estructurales, como en relación con las infraestructuras. Pienso en el aeropuerto del Prat o el servicio de Cercanías, que es demasiado a menudo un calvario para miles de ciudadanos. Pero también tenemos muchas bazas y seguimos siendo vistos como un polo del sur de Europa.

La capital que queremos necesita poner las bases de una ciudad que se reconozca ambiciosa y que pueda establecer una agenda que priorice solucionar cuestiones tan importantes como la inseguridad ciudadana, la insalubridad de las calles, los problemas de movilidad o la excesiva presión burocrática sobre los proyectos empresariales que se pretenden impulsar en la ciudad. Todas las grandes ciudades tienen problemas, es verdad. Pero hablando de Barcelona se echa de menos un diálogo franco, reconociendo al adversario, y con una voluntad de suma. Porque en Barcelona tenemos ilusión y motivos para el optimismo, seguimos teniendo una ciudad viva, orgullosa y abierta. Devolvamos a Barcelona su alegría.

Hace pocos días en un debate que organizó el foro elEconomista en la fábrica Damm, el director del periódico nos preguntaba a los ponentes por cómo se podía volver a la ilusión en la capital catalana ante la “euforia” que se vive en Madrid. Tenemos que ser optimistas. Barcelona es más que una polémica, es su tejido social y económico, su gente, sus ilusiones. Y Barcelona no es o deja de ser en relación con otra ciudad. Competimos con otras capitales, es verdad. Pero la personalidad barcelonesa, la mirada abierta del mundo y la actitud emprendedora y pionera es propia, denominación de origen. No hay fórmulas mágicas. Pero sí que existen actitudes y acciones que en la política y en la empresa son básicas para poder construir: escuchar, también a los críticos. Liderar una ciudad es escuchar para poder interpretar bien la ciudad, y dejar que ella misma genere confianza en el futuro.

Y todas las capitales del mundo saben que no están solas. Tienen relaciones simbióticas con su entorno. Por ello, debemos avanzar en la visión de región metropolitana, en serio. Seamos también metropolitanos. No es inventarse nada, existe una realidad metropolitana que no solo repercute en las poblaciones limítrofes con Barcelona, existe un segundo cinturón que como mínimo va de Mataró a Vilanova i la Geltrú. Barcelona debe ser responsable de esta realidad y no ser un agujero negro que todo lo consume. Insisto en que se debe incrementar la interlocución entre la administración municipal y los agentes económicos. Sin prejuicios ni desconfianza. La colaboración público-privada es un elemento esencial para afrontar los principales retos metropolitanos que van de la transición energética o la gestión del agua a la mejora de los servicios sociales entendidos como un todo.

En definitiva, hace falta tejer consensos de ciudad. No hay que tener miedo a probar nuevas prácticas: identifiquemos los mejores modelos de gobernanza institucional para no desaprovechar las potencialidades de los emprendedores y emprendedoras. Los emprendedores y emprendedoras son claves para establecer las políticas y las iniciativas más adecuadas para impulsar la estrategia global de Barcelona. Dejémosles respirar. Entendamos sus preocupaciones y prioridades. Abandonemos todos los apriorismos y prejuicios. La economía y la sociedad se mueven a velocidad de vértigo, no nos podemos permitir no ser flexibles. Adaptémonos al presente para poder construir un futuro.

Hablamos mucho del papel de nuestra ciudad en el contexto mundial. Y eso es bueno, porque la queremos y necesitamos capital. Barcelona debe ser capaz de atraer a compañías internacionales, pero también cuidar y mantener el tejido empresarial y emergente actual, con el objetivo de fortalecerlo y consolidarlo como un activo clave para la ciudad. Sin un ecosistema local fuerte, no existe ecosistema. No hay global sin local. Y eso no es filosofía ni marketing: eso son autónomos, pymes, microempresas, etc. Tenemos ilusión, fuerza y potencia para ser los líderes de la economía española en el corto plazo, si hay una acción política favorable al progreso, y ha puesto en valor que Cataluña continúa siendo motor industrial, tecnológico, turístico y exportador del país. Todos queremos una Barcelona que sea capital de progreso y a la vez una ciudad alegre, actuemos como tal.