Voluntarismo y compromiso: el valor de la palabra dada

Cuando una retransmisión televisiva está fijada a una hora, desde el telediario a un partido de fútbol, con precisión milimétrica comienza a la hora prevista. No importa cuantos imprevistos técnicos o humanos hayan ocurrido en las horas o instantes previos (salvo casos extremos): a la hora fijada, en el segundo preciso, empieza la conexión. Es un ejemplo que en los medios de comunicación se repite cada día, pero que en otros sectores es menos habitual: reformas del hogar u obra pública que sistemáticamente incumplen el calendario de ejecución prefijado; construcciones recién finalizadas que presentan defectos; retrasos en medios de transporte; entregas de pedidos que llegan tarde, y otros muchos casos.

El avance de la tecnología, como se ha visto en el Mobile World Congress 2023, aporta cada vez más velocidad para desarrollar tareas de todo tipo (si la tecnología no falla) y evitar y solventar imprevistos, pero hay un aspecto que solo depende de las personas: su voluntad de cumplir aquello a lo que se han comprometido.

En muchas ocasiones se trata de compromisos verbales, si bien el propio código civil reconoce la validez legal de un contrato acordado de palabra, siempre que se pueda demostrar con testigos. El valor de la palabra dada era clave en las sociedades tradicionales, y lo sigue siendo como base de cualquier relación de confianza, ya sea personal o de negocios. Si se incumple un compromiso adquirido, el afectado se sentirá decepcionado, y si no está frente a un monopolio, buscará alternativas para futuras ocasiones.

Siempre ha habido imprevistos y los seguirá habiendo, pero la clave para cumplir la palabra dada es la responsabilidad y planificación: tener todos los escenarios previstos y alternativas preparadas.