El bajo nivel de inglés perjudica a las empresas locales

Las pymes catalanas apuestan por el talento local, pero se encuentran con claras dificultades para encontrar trabajadores con un nivel de inglés aceptable.

El impulso del catalán es siempre uno de los objetivos de debate entre los políticos catalanes y una de las condiciones habituales en las negociaciones con los grupos independentistas. La realidad del idioma es que la juventud, sobre todo en las grandes ciudades, se decanta por el castellano para sus relaciones personales, aunque también conocen el catalán. El problema es que, en este debate, muy importante ciertamente y en el que hay que considerar la supervivencia y el impulso del catalán, estamos olvidando otro idioma que es vital para un mundo laboral cada vez más globalizado: el inglés. Si extendemos el debate a otros, como el alemán o el francés, la cosa es todavía más dramática. Según el último Observatorio de los Idiomas de la fundación de empresarios FemCAT, el 90% de las empresas afirma que el conocimiento de idiomas extranjeros, sobre todo el inglés, es importante para su actividad; el 37% dicen que los idiomas son la actividad que más echan en falta entre sus trabajadores, y el 80% que tienen la necesidad de impartir cursos de formación en otros idiomas.

Siguiendo con los datos, de las empresas que piden idiomas como requisito de trabajo, el 50% dice que buscan el inglés y el 40% el inglés y otro idioma. La realidad es que los alumnos solo están obligados a tener un nivel A2, muy básico, para superar el curso de cuarto de la ESO y el porcentaje de los que lo hacen con un B1, más alto, no ha dejado de caer desde 2017 y prácticamente todos lo traen de una academia privada. A eso se le suma la eliminación del requisito del B2 -que muchas empresas consideran insuficiente- para los universitarios. El resultado de este cóctel es un territorio con un dominio moderado del inglés, muy por debajo de Países Bajos, Austria, Noruega y hasta Portugal.

Para David Marín, presidente de FemCAT, este “es un problema estructural que tiene Catalunya y España”. “Tenemos buenos profesionales, un nivel educativo bueno y una universidad buena o muy buena, pero el tema de los idiomas no tiene la importancia que creemos debería tener”, añade. Marín detecta que “en las grandes empresas no tanto, pero en las pymes hay problemas para exportar o importar competitivamente por las dificultades con el dominio de los idiomas”. Marín defiende que “hace falta más exigencia de idiomas en la formación reglada normal. Lo que no puede ser es que, para mejorar y tener un buen nivel de inglés, tengas que pagar una academia”. El presidente de FemCAT no puede dar una respuesta concreta a qué medidas podrían solventar este problema. “Hay muchas recetas”, dice, pero sí admite que es vital “formar el talento local. Sería dramático que el departamento de exportaciones de una empresa catalana tuviera que contratar un holandés que habla inglés porque no encuentra un catalán que sepa hacer ese trabajo”. “Tenemos que tener a la gente del país formada y hay suficiente calidad intelectual en la juventud para que salgan de la universidad y el bachillerato perfectamente formados”, añade. “También hay una necesidad de capacitación en las FP, donde no se ha tenido en cuenta la formación en inglés”, acaba.

La experiencia de las empresas

Las observaciones de Marín tienen su altavoz en las pymes catalanas. Jordi Pujol, consejero delegado de Prefabricats Pujol, explica que su compañía tiene “peso en España y el Reino Unido, donde tenemos peso desde 2009” y que siempre han tenido dificultades por “un bajo conocimiento dentro de la empresa”. En su caso, detalla, decidieron hacer dos cosas. “Una es la formación interna dentro de la empresa y en horario laboral y la otra mandar ingenieros jóvenes a la planta del Reino Unido durante un año”. Para Pujol, que reconoce que “intentamos contratar el talento de nuestro territorio”, el idioma “es el principal hándicap que nos encontramos. Hay gente que viene de ingenierías o de economía con un nulo o muy bajo nivel de inglés. No es suficiente con el B1”.

Gerard Vilalta, trabajador de la compañía, ha sido uno de los que ha aprovechado la oportunidad. “Mi nivel era bastante pobre, el básico del instituto y el colegio. Cuando entré me fui a Leeds, donde iba dos horas al día a hacer inglés y lo practicaba mientras trabajaba con las personas de allí”. Según sus cuentas, “el 95% del trabajo lo hacemos en inglés y el resto en catalán”. Para Vilalta, el inglés no solo sirvió para desempeñar su trabajo con garantías, sino para abrir sus horizontes. “Ya no es solo trabajar en un idioma que no es el nuestro. También es el día a día. Puedes viajar tranquilamente, puedes ver series en versión original, comunicarte con todo el mundo. Es mucho mejor de lo que nos podemos imaginar”.

Desde Semillas Fitó, Xavier Fitó, director de la unidad de negocios hortícolas, expone que “hoy el 70% de nuestra actividad es fuera de España, con 10 filiales comerciales y presencia en 21 países. Por lo tanto, necesitamos que el inglés sea nuestra lengua vehicular”. En ese sentido, apunta que “todos los directivos deben tener el C1 de inglés para entrar en la compañía o sino los tenemos que formar internamente”. “Damos clases a todos los que quieran y, a ciertas personas, también clases particulares y la opción de realizar estancias en el extranjero”. Fitó admite que “el nivel ha mejorado, pero las nuevas incorporaciones siguen viniendo con un nivel bajo de inglés”.

Anna Viles, directora de control de calidad de la compañía, ha desempeñado casi toda su carrera en Semillas Fitó y entró en un momento en el que el inglés no hacía falta. Después, dice, “he hecho clases grupales e individuales sobre todo para practicar las conversaciones”. Viles se ha encontrado al mando de tres laboratorios, uno de los cuales está en Turquía. “Allí también tengo plantilla y a veces tengo interacción con personas de la India”, añade. En su caso, hace una valoración distinta de la situación actual. “Tengo hijos de 13 años y están más preparados que yo a su edad. Eso era otro mundo. Eso sí, tengo que pagarles extraescolares. A mí lo que me sabe mal es que con la escuela no sea suficiente. Quizá mis hijos puedan hacer estancias fuera, pero es una oportunidad que otros no tendrán”, lamenta. “Quizá nos tendríamos que dejar de historias con el castellano y el catalán para apostar por el inglés para dar facilidades a todos”, acaba.