Es la hora de ponerse a trabajar

Finalizadas las elecciones municipales -las únicas en Catalunya el 28M-, es hora de formar los nuevos gobiernos que regirán en los 947 municipios catalanes y atajar sus problemas y optimizar sus fortalezas para, en resumen, prosperar y facilitar la vida de sus habitantes. A riesgo de ser centralista, la afirmación anterior también atañe a Barcelona, donde Xavier Trias ganó los comicios, aunque con apenas 11 escaños se queda muy lejos de la mayoría de 21, con Collboni como opción muy factible a la alcaldía con sus 10 concejalías si suma con BComú y sus nueve y algún otro partido. El tablero está montado y, sin pactos, acabará siendo Trias el alcalde por la ley electoral.

Sea quien sea el que acabe ocupando el puesto más alto del consistorio barcelonés, su equipo y la oposición deben atajar un gran abanico de retos. Unos más llamativos, como la ampliación del aeropuerto, terminar la plaza Glòries o unir el tranvía por toda la Diagonal, y otros reclamados por la ciudadanía, como la seguridad y la limpieza de la ciudad. También tocará revisar la carga fiscal de sus habitantes, la más alta -según el PP- entre las grandes ciudades españolas con unos impuestos municipales elevados, aunque no son los que más recaudan, y algunas de las tasas locales más costosas del país.

De todos estos asuntos se habló en la campaña, apuntando directamente a los que más interés generan en la opinión pública y dejando otros para la letra pequeña. La fiscalidad es la gran damnificada de todo ello. La seguridad, la delincuencia y las inversiones en infraestructuras coparon los debates, pero de la fiscalidad se habló poco y, lo que es peor, cuando se habló la sensación no era, precisamente, de mejora.

En cualquier caso, como pueden observar, la lista de tareas es larga y el tiempo apremia. Sin embargo, no solo las negociaciones y la decisión de quien ocupará la alcaldía entorpecerán el inicio de la legislatura, sino que además ahora hay otra cita electoral en el futuro próximo. Tan próximo como que a muchos colegas de profesión les acaban de cortar las vacaciones por la mitad. Si la maniobra es genialidad de estratega -como indicó Pablo Iglesias- o despropósito de Pedro Sánchez eso solo lo sabremos el 23 de julio por la noche, pero lo cierto es que una nueva campaña electoral solo significa una cosa: nuevas reuniones, nuevos mítines, más promesas y menos hechos.

Puede parecer que una campaña electoral también supone más horas en la jornada de los políticos, y en buena medida es verdad, pero lo malo es que esas horas no se dedicarán a revisar la fiscalidad de Barcelona, a pactar una ampliación del aeropuerto, a buscar el dinero para unir el tranvía o a perseguir a la Generalitat para que pague su deuda para con la ciudad, sino que se dedicarán al marketing electoral. No nos podemos permitir perder dos meses más.