Relatos de la inflación: menos comida y nada de calefacción

El conjunto de los catalanes ha visto como su capacidad anual de compra se ha reducido en 2.100 euros, mientras las familias más vulnerables sufren para tener acceso a alimentos frescos y a calefacción, y entidades como Càritas y Banc dels Aliments ven como sus esfuerzos se quedan cortos.

La inflación fue la protagonista del año pasado, y lo sigue siendo. Tras empezarlo con la guerra de Ucrania, el alza de los precios se hizo rápidamente un hueco en los titulares. El alza de los carburantes, mitigada por un descuento de 20 céntimos por litro, fue el primer presagio de lo que estaba por venir, con el coste de las energías también disparado. Era lógico, pues, que la cesta de la compra y todos los sectores en general vieran sus precios abocados a una subida fatal para el ciudadano medio.

Tras superar el IPC el 10% en verano, parece que el otoño dio paso a una tendencia a la baja que ha situado la inflación en el 6,8%, con datos del INE de noviembre. Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), se llegó a la Navidad con los precios de los alimentos más típicos un 5,2% más caros que el año pasado. Como es una media, hay productos que están por debajo, pero hay otros disparados, como el arroz, un 16%, las harinas y cereales, un 37,8%, el pan, un 14,9%, y las pastas alimenticias, un 26,4%.

Todos estos alimentos tienen algo en común, no son bienes de lujo. No hablamos de marisco, sino bienes de primera necesidad. La inflación no solo ha causado un perjuicio a la capacidad de compra de las familias, de 2.100 euros anuales según la consultora AIS Group, sino que ha sido especialmente severa con las familias más vulnerables. Como señala Càritas Barcelona, la inflación ha obligado a nueve de cada 10 familias atendidas por la entidad a reducir su gasto en alimentación.

Un panorama desolador

Desde Càritas Barcelona han publicado un informe con unas conclusiones que dibujan un panorama francamente complicado para las familias vulnerables. Según sus datos, cerca de 4.000 hogares atendidos no pueden pagar el alquiler o las facturas y el 40% han tenido que cambiar de domicilio por cuestiones económicas. De esos 4.000, el 55% no tiene capacidad económica para mantener la vivienda a una temperatura adecuada.

Por si fuera poco, 7.000 hogares, el 90% de los atendidos, han tenido que reducir el gasto en alimentación por la escasez de ingresos. “Esta situación tiene un impacto directo en la salud de las familias, ya que un 65% ha dejado de comprar productos frescos por la subida de precio”, explica Miriam Feu, encargada del análisis social e incidencia de Càritas Barcelona. “Las familias entrevistadas querrían celebrar una comida en compañía de los que más quieren. Desgraciadamente, casi el 70% no se lo puede permitir”, añade Feu.

Ante este contexto, desde Càritas Barcelona han incrementado las ayudas económicas directas. Según detalla Feu, “cerramos el año con 2,5 millones de euros en ayudas económicas -un 13% más-, principalmente para cubrir el gasto en alimentación y el pago de habitaciones de realquiler”. En total, según estimaciones realizadas el mes pasado, Càritas Barcelona preveía cerrar el año atendiendo a más de 21.400 personas, un 2% más respecto al año anterior.

Estas medidas comportan un incremento del esfuerzo económico que debe realizar la entidad para cubrir estos costes. Dinero que sale de unas cuentas mermadas también por la inflación. Según Càritas, el coste de los suministros y de los proyectos propios se han incrementado en un 50%, superando los 400.000 euros. Como cuenta Salvador Busquets, director de Càritas Diocesana de Barcelona, “sabemos que esta crisis nos afecta a todos en mayor o menor medida, pero ahora es necesario más que nunca continuar contando con el soporte económico de todas las personas que confían en nuestro trabajo”.

Desde Càritas Barcelona instan a las administraciones a poner en marcha tres instrumentos básicos para mejorar su situación y la de las personas a las que atienden. “Una política de vivienda, de ingresos mínimos y de soporte a las familias con niños y adolescentes” porque “su carencia impulsa la pobreza en la sociedad”. En ese sentido, pide “un aumento del parque de vivienda social y aprobar durante 2023 la proposición de ley de medidas urgentes para evitar que las personas no tengan acceso a una vivienda”. También demanda que “las políticas de ingresos mínimos deben ser complementarias con las rentas de trabajo y que deben contar con un complemento económico que pueda destinarse a los gastos de vivienda”. Finalmente, Busquets pone el foco en “la necesidad de proteger a las familias con niños y adolescentes” con “una prestación universal para la crianza y un mayor acceso gratuito a las actividades extraescolares y de ocio”, ya que el 70% de las familias atendidas no se pueden permitir apuntar a sus hijos a estas actividades.

La solidaridad no es suficiente

Càritas es solo una de las entidades que atienden a las personas más necesitadas, y estima que alrededor de 74.000 hogares sobreviven en Catalunya sin ningún tipo de ingresos. Otra de las grandes entidades es la Fundación Banc dels Aliments, que ha visto como, desde 2019, la cifra de personas atendidas ha crecido hasta las 144.856 en 2021, el último año con datos disponibles. Esta fundación intenta ofrecer producto fresco, refrigerado y congelado apto para una dieta equilibrada y saludable y realiza varias campañas de recolecta de alimentos, como el Gran Recapte, realizado por toda la región y que provee a la entidad de varias toneladas de comida para repartir.

No obstante, como en Càritas, la inflación ha impactado sobremanera al Banc dels Aliments, que espera que la cifra de personas atendidas siga subiendo en 2022 y 2023 y alerta de que, pese a que el Gran Recapte ha vuelto a ser un éxito, destacando que “la gente fue muy solidaria”, la inflación ha afectado a su capacidad para comprar alimentos y que, además, “las grandes superficies han dejado de donar todos los alimentos que donaban antes”. Según sus estimaciones, con el gran volumen de usuarios que tienen, las reservas conseguidas durante el Gran Recapte aguantarán, como mucho, dos meses. Desde el Banc dels Aliments admiten que cada vez es más común la atención de personas que, pese a tener trabajo y vivienda propia, no llegan a final de mes.

Con cifras, desde el Banc dels Aliments explicaron que la 14a edición del Gran Recapte, realizado a finales del mes de noviembre, consiguió un resultado provisional de 4,6 millones de euros, número derivado del valor de los alimentos físicos recaudados en los supermercados más el de las donaciones monetarias hechas a través de diferentes modalidades. La cifra supuso un 22% más que la de 2021.

Sufre el pequeño comercio

La inflación también ha afectado de una forma importante al pequeño comercio, a los propietarios de esas tiendas que, en los mercados, ofrecen alimento fresco. A la subida de los costes fijos, se le suma el citado encarecimiento de los productos derivado no solo de la inflación, sino de un contexto ambiental muy desfavorable este año -cabe recordar las pérdidas del sector de la fruta y la agricultura tras las heladas del invierno pasado y uno de los veranos más calurosos que se recuerdan y la mala mar que han estado sufriendo los pescadores últimamente, que ha mermado la pesca y, por ende, ha terminado en precios más caros- y la menor capacidad económica de las familias catalanas, que han visto cómo la factura de las comidas de Navidad subió incluso privándose de algunos productos como el marisco.

Según los datos aportados por la patronal Pimec, la escalada energética ha hecho que el 25% de las pymes catalanas -entre las que figuran pequeños comerciantes- declaren pérdidas, poniendo en jaque no solo 480.000 empleos, sino todos estos negocios si la situación no mejora el año que viene. Parece que la inflación comienza a remitir y desde el Gobierno central se han impulsado más medidas para combatirla, pero es pronto para previsiones.