El éxito de la historia de una locura

¿Qué empresa queremos? Esa pregunta encabezaba la ponencia que pronuncié hace más de veinte años (octubre del 2002) en un congreso de AECOC, una de las asociaciones empresariales más grandes del país. En mis primeras palabras “advertí” a los congresistas que seguramente les resultaría extraño escuchar la experiencia de un relato empresarial, el de La Fageda, vinculado a personas con graves trastornos mentales o con discapacidad psíquica. “Queremos una empresa que cree puestos de trabajo para estas personas, empleos reales y estables, una empresa que genere valor y sentido” esa fue y sigue siendo hoy la respuesta a la pregunta. Este “sueño”, así lo califico porqué soñar ha sido una condición indispensable para hacer lo que hemos hecho, tiene su origen en las vivencias que me sacudieron cuando trabajé en hospitales psiquiátricos de Zaragoza, Martorell y Girona en los años setenta del siglo pasado. La vida entre aquellas paredes del “manicomio”, así se llamaban entonces, era un sinsentido, eran lugares convertidos en almacenes de personas donde se malvivía.

Los seres humanos no solamente necesitamos cubrir nuestras necesidades básicas, afectivas y relacionales, también buscamos autorrealizarnos. Para esta autorrealización el trabajo asume un rol muy poderoso. Dignifica vidas, desarrolla la autoestima, apela a la autorresponsabilidad, es una vía de inclusión a la sociedad y nos hace sentir partícipes de un proyecto común. Partiendo de esta concepción del trabajo impulsamos La Fageda. La base ideológica del proyecto partía de tres principios: que generara lugares de trabajo con sentido, que no fuera la mano de obra barata de nadie, y que fuera sin ánimo de lucro. Arrancamos la iniciativa en 1982, en Olot (Girona), con 14 personas con enfermedad mental, en un local de la ciudad cedido por el ayuntamiento. Creamos una cooperativa con el nombre de La Fageda, un lugar con un bosque de hayas que me cautivó por su belleza y cercano a Olot. Las primeras actividades laborales consistieron en realizar manipulados para otras empresas y trabajos de jardinería hasta que, en 1984, conseguimos la financiación para comprar una finca justo en ese lugar llamado Fageda. Nuestro “sueño” veía cumplida otra aspiración de mucho calado, ubicar el proyecto en la naturaleza por los beneficios terapéuticos que ello proporciona. Nos trasladamos allí en 1987 y pusimos en marcha unos viveros y una granja de vacas que a principios de los noventa contaba con más de 100 reses cuya leche vendíamos. La capacidad para ir sumando puestos de trabajo era una realidad y, por tanto, nuestra cadena de valor era cada día más fuerte. En paralelo, la otra dimensión del proyecto, lo que nosotros llamamos la cadena de sentido, aquella que se refiere al sentido que cada miembro de la organización da a su trabajo, también se consolidaba.

Sin embargo, se avecinaba una amenaza que ponía en peligro los puestos de trabajo, dado que en Europa había un excedente de leche. La CEE limitó la producción, y nos asignaron una cuota muy inferior a la que producíamos. Delante el dilema de prescindir de trabajadores o hallar una alternativa a la actividad de ganadería, nos mantuvimos leales a nuestra misión. La decisión que tomamos, transformar la leche en yogures, marcó el devenir del proyecto que, en 1992, ya tenía diez años. Pudimos mantener la granja y a la vez impulsar una nueva actividad. ¿Por qué yogures? Treinta años atrás vimos en el mercado un nicho para un yogur que no existía, un producto que concebíamos de mucha calidad elaborado con leche fresca recién ordeñada, un “auténtico yogur de granja”. La apuesta, muy arriesgada dada nuestra absoluta inexperiencia, se ha convertido con el tiempo en nuestro hito empresarial más importante y en lo que se ha apodado como “La historia de una locura”. La producción y comercialización de lácteos, cercana hoy a los 100 millones de unidades anuales, es la principal actividad empresarial que sustenta nuestro proyecto social. El pilar que permite seguir generando empleo para personas de colectivos vulnerables. Ha posicionado una marca que goza de mucha estima y reputación, y ese éxito es, además, una auténtica terapia para las más de 500 personas que integran hoy nuestra comunidad.

Nuestra estrategia ha seguido distintas directrices para asegurarnos un posicionamiento relevante en el mercado. Las más determinantes han sido las de apostar por un producto de calidad, por tener el control integral de toda la cadena de producción, por un packaging que evoca lo natural, el campo, lo perdurable y sano, y por una política de comunicación que abre las puertas de nuestra finca a los consumidores para que nos conozcan de cerca. Ello refuerza y da credibilidad a los atributos de nuestros productos y, de hecho, muchos visitantes acaban siendo “apóstoles” de la marca. Es un círculo virtuoso que perseguimos con prácticas transparentes y sostenibles y que, por supuesto, nutrimos también del aprendizaje de los errores cometidos. Para La Fageda, conciliar los intereses empresariales que siempre exigen competitividad, con los de nuestra alma social, como son el cuidado y bienestar de las personas, es un reto ineludible y permanente, muy complejo de gestionar. Cuanto más fuerte y exitoso es nuestro proyecto empresarial, más fortaleza y garantía de sostenibilidad tiene el proyecto social. Estamos convencidos de que nuestro proceder, la voluntad de seguir mejorando y el propósito que alberga la marca, han sembrado en esos años la confianza y la estima que recibimos de miles de familias consumidoras. Los valores que nos guían se basan en la confianza en el otro, en la certeza que todos tenemos capacidades distintas, en la responsabilidad personal, en la coherencia entre lo que decimos y hacemos, y en el sentimiento de pertenencia a un proyecto que pone la economía al servicio de las personas.

La naturaleza sin ánimo de lucro se mantiene inalterable y La Fageda la gestiona una fundación, el modelo jurídico que consideramos óptimo para preservar nuestra misión, mejorar la vida de personas en riesgo de exclusión con oportunidades reales de trabajo y servicios de vivienda, salud, ocio y formación. Dicen que el éxito tiene tantas variantes como personas en el mundo. Nos enorgullece mucho ser objeto de estudio de prestigiosas escuelas de negocio, motivo de inspiración para emprendedores sociales, y que nuestro yogur natural sea líder de ventas de marca fabricante en Catalunya, aunque el mejor indicador de éxito y el más valioso es el de transformar vidas dándoles sentido. Es nuestra manera de seguir generando valor y sentido.