Lisboa está de moda

Ahora es Lisboa la que está de moda”, así fue como un buen amigo de Barcelona me adelantó la noticia de que Lisboa ocupaba el primer lugar en el ranking de las mejores ciudades para los ejecutivos llamados nómadas digitales. Mi amigo se acordó de mí porque, conociendo mi gran amor por la ciudad donde crecí -Lisboa-, también sabía que Barcelona era mi ciudad de referencia. Conocí Barcelona a mediados de los 90 y en aquel momento era la ciudad ideal para vivir y trabajar. Para mí era el ejemplo que Lisboa debía seguir y casi 30 años después, Lisboa ha sabido hacerlo. En el citado ranking elaborado por la prestigiosa consultora inmobiliaria internacional Savills, Lisboa ocupa el primer lugar de las mejores ciudades para los ejecutivos que trabajan a distancia por delante de la capital catalana, que ocupa un honroso sexto puesto.

Si hay un cambio estructural que podemos dar por sentado después de los años de la pandemia, es que el teletrabajo ha llegado para quedarse y con él nuevos modelos de organización empresarial y social. Y esto es más cierto cuando nos fijamos en las profesiones más cualificadas. El talento no quiere aferrarse a un escritorio en un edificio “frío” en una ciudad aún más fría. Los nuevos ejecutivos no tienen que estar en la sede de su empresa, pueden estar en cualquier parte del mundo siempre que tengan una buena conexión a Internet y la facilidad de coger un avión. Los trabajadores que pueden vivir en remoto eligen destinos con buen clima, unos costes de vivienda razonables y con calidad de vida. Son, precisamente, estas tres variables junto a la velocidad de Internet y la conectividad por zonas los criterios para evaluar a las ciudades que mejor reciben a estos ejecutivos nómadas. Lisboa supera a Barcelona en el indicador “calidad de vida” y con ello se sitúa en el primer puesto de la clasificación. La calidad de vida no es fácil de medir, en parte porque hay un elemento de percepción que es difícil de entender cómo se forma, pero hay algunos elementos muy tangibles que sabemos que contribuyen a que una ciudad ofrezca una mejor experiencia.

Estos elementos incluyen las cuestiones de movilidad y uso del espacio urbano, la oferta de actividades culturales y de ocio -sobre todo al aire libre-; la ausencia de contaminación, la calidad de la oferta de servicios de hostelería -especialmente restaurantes-, y, ante todo, la seguridad. Fueron precisamente estos elementos los que hicieron de Barcelona una referencia para mí. Paseaba por la ciudad y encontraba constantemente cafés y mercados abiertos; veía hoteles y restaurantes con conceptos diferentes y sentía un ambiente general de bienestar. Lisboa se ha transformado en la última década y ha realizado las inversiones adecuadas en términos de mejora de la movilidad y del espacio urbano. Con una demanda cada vez más dominada por los extranjeros, ya sean turistas o nuevos residentes, la oferta hotelera ha elevado su calidad y ha creado conceptos originales sin perder su identidad, que es lo que efectivamente quieren los nuevos “clientes” de Lisboa.

Por otro lado, los nuevos residentes de Lisboa son en su mayoría personas altamente cualificadas que vienen a trabajar o personas con un alto patrimonio que vienen a Lisboa para jubilarse o en busca de un nuevo estilo de vida. Esto facilita la integración de estas personas que no son vistas como una carga adicional para los locales, sino como una oportunidad de progreso y desarrollo. Incluso algunas de las “quejas” sobre el encarecimiento de la vivienda o el aumento del número de inmuebles que se acogen al régimen de Alojamiento Local se relativizan por los beneficios derivados de la llegada de jubilados de alto poder adquisitivo y nómadas ejecutivos.

Cuando mi amigo de Barcelona me pregunta por el secreto de Lisboa, pienso que este progreso es más fácil para ciudades cosmopolitas con buen clima, aeropuertos internacionales con muchas conexiones, una buena infraestructura de Internet y una fuerte identidad cultural. De hecho, tanto Lisboa como Barcelona, y también Madrid, tienen estas condiciones. El reto es, pues, conseguir el ecosistema que reúna a la administración local, los hosteleros, los promotores culturales, los empresarios y otros agentes relevantes para crear el hardware y el software de la calidad de vida.

El hardware tiene que ver, por ejemplo, con las zonas peatonales y carriles para bicicletas y todas las infraestructuras que permiten eliminar los coches de la ciudad permitiendo a los ciudadanos llegar, igualmente, a los lugares que desean del centro sin contaminarlo. Hablando de infraestructuras, la inversión en 5G es determinante.

En el software es necesario crear condiciones e incentivos para que las empresas, en contacto directo con los usuarios de la ciudad, como restaurantes, espacios de ocio, mercados, museos, etc., puedan desarrollar conceptos que preserven la identidad local y sean atractivos para personas de todo el mundo porque las ciudades son un lugar de encuentro entre culturas sin perder nuestras referencias y especificidades locales. Por el contrario, cuando un extranjero visita nuestra Lisboa se sorprende al ver algo diferente y único.

Por eso, a nivel de software, los sistemas educativos son también muy importantes para preparar ciudadanos que sepan respetar a los que vienen de fuera, que sepan integrarlos y que vean en ello no una amenaza sino una oportunidad de desarrollo. En estos siete años que llevo al frente de Kleya planificando y asesorando a ejecutivos de diversas partes del mundo en su proceso de establecimiento de residencia en Lisboa puedo dar testimonio de cómo estas personas han sido decisivas en la internacionalización de ideas y productos Made in Portugal y también en la atracción de más inversiones a Portugal.

Las ciudades que consigan distinguirse en términos de calidad de vida atraerán cada vez más talento y entrarán en un círculo virtuoso de desarrollo. Las ciudades no tienen que atraer a las empresas con mayor capitalización bursátil o a los “unicornios”, sino al talento que trabaja en esas empresas. Y esto es una noticia menos buena para grandes ciudades como Londres, París, Fráncfort, Milán, Berlín o Nueva York, pero es una gran noticia para otras urbes como Lisboa, Barcelona o Madrid.