La clase política se ha acostumbrado a hablar mucho y trabajar poco

Demasiado a menudo confunden los políticos hacer algo y decir algo. Decir algo, prometerlo, es fácil. Cumplirlo, casi la mayoría de las veces, es casi imposible y requiere de sacrificios. A veces, muchos olvidan que la política es gobernar para facilitar la vida a la gente, para vivir en paz y tranquilidad, discutiendo con la oposición para llegar a acuerdos constructivos y equilibrados. Pero da igual, esa política ya no existe. Ahora lo importante es ganar votos, prometer cosas y esperar que, como suele ocurrir, las interminables distracciones que inundan nuestra vida terminen por eclipsar la inacción de los gobiernos.

La cosa se pone mucho más seria cuando hablamos de problemas graves de verdad, de inflación, de movilidad, de transición energética. Se pueden prometer ayudas infinitas, mejoras en los transportes para facilitar una transición del coche privado al transporte público en las grandes ciudades o más agilidad y facilidades para el despliegue de una infraestructura energética renovable de calidad y adecuada a las necesidades presentes y futuras del territorio. Si, tras decirlo, tras regalar los oídos de los votantes o socios de gobierno, no ocurre nada, da igual. Netflix nos hará olvidar que, al final, 3.400 MW de potencia eólica, que no solo irían bien para el planeta Tierra, sino para nuestros bolsillos, al dejar de depender de la energía tradicional, están en jaque por culpa de las trabas y los costes administrativos del Govern. TikTok nos impedirá saber recordar que, pese a las Zonas de Bajas Emisiones o las alocadas propuestas de pago por entrar en coche a Barcelona, ir desde un pueblo de la misma provincia de Barcelona a la capital de Catalunya puede llevar más de tres horas en transporte público.

Al final, como suele ocurrir, la inacción y la inactividad terminarán por cansar a los que sí trabajan por cambiar algo. Porque sí, no lo duden, las empresas trabajan para ganar dinero y enriquecerse también con los proyectos eólicos que actualmente están en tramitación en Catalunya -proyectos, por cierto, que llevan presentados desde 2020 y a los cuales nadie ha echado un ojo aún-, pero la ciudadanía también se beneficiaría de ellos. Como siempre, cuando vean que en Catalunya no pasa nada, mirarán a otras regiones y sí, allí esperarán políticos que, como Isabel Díaz Ayuso, no dudarán en acogerles con los brazos abiertos, aunque su foco, más que en las personas, esté también en el enriquecimiento y en los votos.

Desgraciadamente, sin embargo, tenemos los políticos que nos merecemos. Vivimos hiperconectados, pero nadie se fija detenidamente en las propuestas de partidos y los candidatos a las elecciones y votamos por cuatro frases -los highlights de la campaña- dichas para contentarnos. O, a veces, simplemente, votamos para que no gane el otro. Eso sí, vamos a abrir Twitter y a quejarnos, que es gratis.