¿Está Cataluña alcanzando su independencia energética?

En la actualidad dependemos mayoritariamente de combustibles fósiles altamente contaminantes y dependientes a su vez de un mercado especulativo que genera una alta incertidumbre y elevados precios. Una situación que repercute en los precios de producción y transporte de cualquier servicio y producto y con altos costes ambientales que tenemos que gestionar. No en vano, la generación de electricidad supone el 80% de las emisiones de gases efecto invernadero, según el informe 2022 de la Organización Meteorológica Mundial.

La crisis económica, energética y ambiental, nos muestra más que nunca nuestra vulnerabilidad y la necesidad de una mayor independencia energética a través de invertir en eficiencia energética y de realizar una transición hacia energías renovables, basadas en recursos limpios y casi inagotables. De ahí que Europa, tras aumentar al 40% el objetivo de cuota de renovables en energía final para el 2030, a través del paquete legislativo Fit for 55, volviese a incrementar dicho objetivo al 45% el pasado mes de marzo, con el plan de la unión europea “REPowerEU”. Objetivo que España eleva, estableciendo que en 2030 el 75% de la energía eléctrica que se genere en España sea de origen renovable. A nivel de Catalunya, el objetivo fijado se sitúa en el 50% de cuota de renovables en energía final para el 2030, según la Ley del Cambio Climático catalana, con 4.000 MW de eólica y 6.000 MW de solar fotovoltaica para 2030.

En la actualidad, España registró valores máximos históricos a finales de 2021 ascendiendo a 64.182 MW de energía renovable, equivalente al 46,7% de la generación total, representando el 56,7% del parque generador de energía eléctrica. La eólica fue la tecnología renovable más importante en el mix de generación nacional, suponiendo el 23,3% de la producción total, con una potencia eólica instalada que alcanzó los 28.138,1 megavatios (MW) según datos de la Asociación Empresarial Eólica (AEE).

Pero, ¿en qué situación se encuentra Catalunya frente a dichos objetivos? Para contestar esta pregunta, tenemos que posicionarnos en distintas fechas claves. En el 2019, un año después de la eliminación del llamado “impuesto al sol”, Catalunya se situaba a la cola en potencia instalada de renovables. De hecho, la potencia instalada no superaba los 1.270 MW de eólica y 276 MW de fotovoltaica. En noviembre del 2019 entraba en vigor el Decreto-Ley 16/19, derogando el Decreto 147/2019 que suponía un freno administrativo a la implantación de nuevos proyectos de parques eólicos y fotovoltaicos en Catalunya. Decreto que se modificaba en el 2021, cuando el Gobierno de la Generalitat de Catalunya aprobaba el Decreto Ley 24/2021 de aceleración del despliegue de las energías renovables distribuidas y participativas, y que introduce cambios relativos a la participación ciudadana, la obligación de demostrar el compromiso de los terrenos a efectos de utilidad pública, la eliminación de la autorización administrativa para los proyectos de autoconsumo sin excedentes o la promoción del autoconsumo colectivo en los edificios plurifamiliares. Cambios legislativos que han convertido a Catalunya en la primera comunidad autónoma en derogar el decreto y en eliminar la necesidad de licencia de obra para instalaciones de autoconsumo.

Catalunya cerraba el 2021 con una participación de la potencia renovable sobre el total del 5,6%, situándose en séptima posición frente al resto de Comunidades Autónomas, con 6.766 MWh de energía renovable generada, o lo que es lo mismo, un 17% sobre el total generado. Datos que se prevé vayan en aumento en el 2022, según la Prospectiva energética de Catalunya al horizonte 2050 (PROENCAT), que estima que hará falta instalar 12 GW renovables adicionales hasta 2030 (de los cuales 7 GW serán de fotovoltaica) y casi 62 GW para el año 2050, 18 veces la potencia instalada actual. Toda una oportunidad, ya que fomentar las energías renovables también tienen un impacto socioeconómico positivo, por reducir las importaciones de gas y petróleo, y por su aportación al PIB, al generar una mayor actividad económica y empleo que no deja de crecer.

Solo la energía solar en 2021, dejó una huella económica a nivel nacional que alcanzó los 13.228 millones de euros, un 32% más que el año anterior; empleando a 89.644 trabajadores nacionales ligados al sector fotovoltaico, de los que 21.596 fueron directos, 39.479 indirectos y 28.569 inducidos, respectivamente.

De hecho, según el IDAE, en España se fabrica el 90% de los materiales necesarios para hacer funcionar un parque eólico y el 65% en el caso de fotovoltaica, ya que la mayoría de los paneles se fabrican fuera. De ahí su intención de disponibilizar un paquete de ayudas de 1.000 millones de euros­ para consolidar la cadena de valor nacional de las renovables con especial énfasis en la fotovoltaica, junto con el hidrógeno y en el almacenamiento. Catalunya es ya una de las diez comunidades autónomas que se benefician de la ampliación de 505 millones de euros del “Programa de ayudas al autoconsumo, almacenamiento e instalaciones térmicas renovables” con el que se prevén incorporar 1.850 MW de generación de renovable y crear más de 225.000 empleos directos e indirectos.

Por todo ello, es evidente que debemos impulsar una mayor producción de energía renovable. Pero también es prioritario garantizar que esta se produzca y se consuma de forma eficiente. Y es que en 2021 España se situó en el 8º país a nivel mundial en capacidad de energía renovable instalada, pero el ratio de eficiencia, es decir, producido frente a instalado nos sitúa en el puesto 130 de 186 países. Y es que la ineficiencia del sistema se está acentuando, ya que cada vez se realizan más “curtailments”, término con el que se denominan las paradas deliberadas de la producción de energía renovable y que se estima ha supuesto que los clientes paguemos casi 1.000 millones de euros más en 2022. Y aunque se hayan establecido objetivos de 20 GW de capacidad de almacenamiento energético para el 2030 y 30 GW para el 2050, urge establecer más medidas a corto plazo. Tenemos un gran potencial y gran oportunidad para alcanzar una independencia energética, con un alto impacto socioeconómico y ambiental positivo ¿sabremos renovarnos y aprovechar la oportunidad?