Miopía política que perjudica a la economía presente y futura

No por muy repetido es menos cierto: el cortoplacismo de la política, guiada por los ciclos electorales, perjudica el desarrollo económico y social, que requiere de planificación a largo plazo. La falta de consensos impide aprobar hojas de ruta estables y predecibles, y cuando en algún caso se consiguen, se ven dinamitadas por falta de ejecución, falta de presupuesto o por cambios de gobierno que desembocan en una nueva planificación.

El ejemplo reciente más ilustrativo es el nuevo dato de reducidísima ejecución de las inversiones estatales en Cataluña, del 35,7% de lo presupuestado en 2021, a la cola de España, con especial impacto en el ámbito de las infraestructuras y con obras clave que acumulan décadas de retraso, como el Corredor Mediterráneo, los nuevos accesos viarios al Puerto de Barcelona, las mejoras viarias del cinturón metropolitano de Barcelona y la estación de la Sagrera de la capital catalana. Sin olvidar el bloqueo político para la ampliación del Aeropuerto de El Prat y la imprescindible actualización de la red de Cercanías.

Tampoco se supera la miopía de los proyectos, sin ponerlos en contexto, lo que provoca sinsentidos como la batalla entre Catalunya y Aragón por conformar una candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 mientras el cambio climático hace ya actualmente al Pirineo dependiente de la nieve artificial para poder abrir las pistas de esquí. Y se puede seguir la lista en el ámbito de la energía, la educación y tantos otros.

Con las elecciones municipales a un año vista, se dará un impulso inversor preelectoral a proyectos menores con los que intentar captar votos, y también llegarán nuevas promesas de inversiones, pero de nada servirán si luego no se ejecutan ni se tiene una visión de largo plazo para las acciones estructurales.