Verano caliente y otoño tempestuoso

El verano ha llegado a Catalunya tras una primavera con récord histórico de temperaturas, y a nivel económico se prevé también un estío caliente, para lo bueno y para lo malo. La economía catalana confía en una muy buena temporada turística con la que coger aire tras una dura pandemia que todavía limita la llegada de algunos visitantes internacionales y que amenaza con una séptima ola que ya está tensionando de nuevo al sistema sanitario. Otras amenazas correponden al ámbito de la movilidad, con atascos recurrentes en la AP-7 y el veto a los camiones como solución en los momentos de más tráfico, lo que dificulta el movimiento de mercancías interno y con el exterior. Ya se están produciendo también problemas en los aeropuertos por falta de personal y huelgas como las de trabajadores de Ryanair e Easyjet, y en Barcelona también asoma el fantasma de nuevas movilizaciones de taxistas por el centro de la ciudad por la regulación de los vehículos de alquiler con conductor (VTC) que debe actualizarse para septiembre.

En cualquier caso, el optimismo empresarial impera para los meses de verano, como un oasis en el que coger fuerzas para un otoño que se augura tempestuoso. El avance preocupante de la inflación, ya por encima del 10%, y las perspectivas de que los elevados costes de la energía y los combustibles persistan más tiempo del previsto y deseado, sitúan al sector productivo con el agua al cuello, sin haber tenido tiempo de recuperarse de la crisis que trajo el Covid-19 en 2020, y sufriendo desde hace un año incrementos de costes y problemas de suministros de materias primas básicas.

Para los peor parados y endeudados, el fin de la moratoria concursal y para devolver los créditos de la pandemia, junto al aumento de tipos de interés para contener la inflación, puede ser la tormenta perfecta.