Juan Jesús Domingo, consejero delegado de Mémora: “Es inconcebible que con la pandemia el IVA de los servicios funerarios siga en el 21%”

Mémora es el primer grupo en España y Portugal de servicios funerarios. Con sede en Barcelona y 1.500 profesionales, gestiona 154 tanatorios, 45 crematorios y 22 cementerios en toda España, pero planea seguir creciendo a nivel orgánico e inorgánico en un sector muy atomizado.

Los servicios funerarios mueven en España unos 1.500 millones de euros anuales, de los que algo más de 200 corresponden a la facturación de Mémora, la compañía líder del sector en la Península Ibérica, territorio en el que todavía ve mucho recorrido para ampliar capilaridad geográfica y mejorar la atención a las familias de los difuntos. El estallido de la pandemia multiplicó su trabajo pero no sus ingresos, ya que también se dispararon los costes y se minimizaron los servicios, durante meses limitados a recoger a los fallecidos por el Covid y llevarlos a enterrar o incinerar, sin posibilidad de contacto con los allegados. De todas formas, el envejecimiento poblacional va incrementando la tendencia de defunciones año a año.

Han firmado un acuerdo con el fondo inmobiliario WP Carey para acelerar la apertura de tanatorios, y han ingresado 130 millones con la venta de 26 instalaciones ya existentes en las que Mémora continuará en alquiler. ¿Cuál es el plan?

Una parte del crecimiento de la compañía se basa en entrar en nuevos territorios, y para nosotros era importante tener un socio inmobiliario que se encargue de toda la inversión y construcción de los tanatorios para luego explotarlos nosotros en alquiler, y hemos decidido arrancar con algunos de los activos que ya teníamos. Es un socio de largo plazo, un fondo americano especializado en el desarrollo de proyectos inmobiliarios destinados a la gestión, desde tanatorios a hospitales, residencias y supermercados. Ellos se encargan de las inversiones y así nosotros nos centramos en nuestro oficio, que es dar servicio, y eso nos permite acelerar el crecimiento porque no hemos de disponer solo de los recursos propios de la compañía para acometer nuevas instalaciones, sino que nos da musculatura.

Ya son líderes en España y Portugal ¿qué zonas les faltan?

Tanto España como Portugal tienen mercados funerarios muy fragmentados y atomizados, con más de 1.000 empresas en cada país. Aunque tengamos una posición de liderazgo, no estamos presentes en todas las provincias españolas, estamos en unas 30, y hay muchísimos lugares donde nos gustaría dar servicio, aunque nos centramos en las áreas geográficas en las que consideramos que podemos mantener y reforzar el liderazgo, como Barcelona, Madrid, norte de España, y las zonas de Lisboa y Oporto.

Además de tanatorios, tienen crematorios y cementerios. ¿Cuál es la hoja de ruta de futuro?

El tanatorio es la pieza fundamental. Somos un integrador de servicios para que la familia tenga una solución única y las instalaciones no son un elemento crítico, sino un medio para prestar servicio. España es uno de los países con más crematorios de Europa, y los municipios tienen buenos cementerios. En Portugal, en cambio, el número de crematorios es pequeño y el crecimiento potencial de la cremación en los próximos años es alto, por lo que allí sí que hacemos una apuesta por los crematorios y en nuestra planificación invertiremos en unos cuantos en los próximos años.

¿Cuál es la media de inversión anual que realizan entre nuevas instalaciones y renovaciones?

Dedicamos mucho dinero a las renovaciones, con más de 20 millones de euros en los últimos cinco años en mejoras en los tanatorios, sobre todo para digitalizarlos, aumentar su comodidad y diversificar las salas de vela para ofrecer más servicios. Hemos renovado la totalidad de los tanatorios más utilizados. En nuevas inversiones, depende mucho de la complicidad con los municipios, pero invertimos entre 10 y 20 millones al año. Hay años que podemos ejecutar más y otros menos, porque en España el proceso de apertura de un tanatorio es extremadamente complejo: hay muchas autorizaciones administrativas y tardamos de tres a cinco años.

También crecen con compras de funerarias locales, como tres en País Vasco, Navarra y Madrid como las más recientes. ¿Qué estrategia tienen?

El crecimiento inorgánico depende muchísimo de las oportunidades y las voluntades de las propiedades de las compañías funerarias, que en un porcentaje altísimo son familiares. Es un goteo permanente. Desde 2017 hemos hecho 17 o 18 operaciones corporativas entre España y Portugal. Algunas muy pequeñas, microempresas prácticamente, y otras más grandes.

¿Y sería posible una fusión entre grandes?

El mercado funerario está tan atomizado que, por muchas integraciones que hubiese, nunca llegaríamos a cuotas de mercado preocupantes para la competencia. La diferencia es que el mercado asegurador de decesos sí que está muy concentrado, y prácticamente cuatro o cinco compañías representan más del 50%. Nosotros somos la rara avis independiente, pero el resto de grandes funerarias equivalentes están vinculadas a aseguradoras, por lo que no es planteable una fusión de ese tipo.

¿Y qué presupuesto tienen para compras?

Tenemos las capacidades propias, porque con el acuerdo inmobiliario hemos liberado muchos recursos porque no los hemos de destinar a los nuevos tanatorios, y tenemos los mercados financieros y a nuestro propietario, que es un fondo de pensiones canadiense con una capacidad financiera altísima. El limitante no es el dinero sino el interés de las oportunidades, que deben ser compañías reputadas y con servicio excelente.

OTPP tiene visión a largo plazo, pero no deja de ser un fondo de inversión. ¿Tiene horizonte de salida?

Entraron en Mémora en 2017 y es poco tiempo para ellos. Invierten sus propios recursos, no levantan fondos para invertir en compañías y que luego tienen que devolver. Además, tienen experiencia en el sector funerario, con la compra en 2015 de OGF, que es el líder del mercado funerario francés. Es un inversor muy estable que busca invertir en compañías solventes, con crecimiento, rentables y comprometidas con los objetivos ESG, y Mémora cumple esas condiciones.

¿Cómo les afectó la pandemia, con trabajo multiplicado, pero los tanatorios cerrados?

Fue una época terrible porque nuestro propósito es poder acompañar a las familias, y en los primeros meses no se pudo. El volumen de actividad se multiplicó por cinco y por siete en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona. Tuvimos que hacer contrataciones extraordinarias, atender a las familias a distancia, y asumir los enormes costes de trabajar las 24 horas del día los siete días de la semana, con el triple de equipo humano y con sistemas de protección que para conseguirlos nos encontramos muchas veces con poca comprensión por parte de las administraciones, cuando teníamos que entrar a las habitaciones a recoger a los difuntos. Fue una época de insatisfacción por no poder dar todo el servicio que pretendíamos, de orgullo por la respuesta del sector y servicio a la comunidad, y económicamente con unos sobrecostes muy significativos e inversiones urgentes. En Barcelona refrigeramos el aparcamiento del tanatorio de Collserola para convertirlo en la morgue más grande de Europa durante un tiempo, para poder cubrir las limitaciones de capacidad de los centros sanitarios y de cremación municipal de Barcelona. Madrid puso a disposición instalaciones públicas como el Palacio de Hielo, pero aquí lo hicimos de forma privada. También asumimos costes logísticos de ir a crematorios a 60 y 80 kilómetros de Barcelona para poder cumplir los tiempos. Y cuando se empezaron a reabrir los tanatorios también requirieron inversiones en medidas sanitarias. Todo ello en un entorno de ingresos muy bajos porque el servicio prestado era mínimo, y en Cataluña además se intervinieron los precios por parte de la Generalitat. Fue el único lugar y no tenía demasiado sentido. En vez de intervenir precios, las administraciones podrían haber tenido algún gesto en la parte de la factura que depende de ellos, como las tasas de los cementerios, que en el caso del Ayuntamiento de Barcelona de hecho se duplicaron en plena pandemia, con el argumento de que hacía años que estaban congeladas.

¿Tienen cuantificado cuánto supuso la pandemia en costes extraordinarios?

Más de dos millones de euros.

¿Cómo afectó a la cuenta de resultados?

En 2020 hicimos una facturación similar a la de 2019, porque aunque se trabajó muchísimo, los ingresos fueron mucho más bajos, y hubo muchos más gastos. En 2020, Grupo Mémora realizó alrededor de 56.000 servicios y facturó agregadamente 209 millones de euros. En 2021, el volumen de actividad descendió a 49.000 servicios, un 12,5% menos, pero la facturación se elevó ligeramente a 210 millones.

¿Llegaron a tener pérdidas?

En Cataluña, con precio intervenido, todos los servicios fueron a pérdidas. Además, en el pico de la pandemia faltaban hasta ataúdes. Nosotros tenemos una fábrica a la entrada del cementerio de Montjuïc y trabajó a tres turnos para nosotros y para terceros, con cajas que fueran rápidas de hacer, porque además el 80% de los fallecidos fue a cremación, lo que tampoco tenía sentido porque colapsó el sistema y no era necesario.

¿Qué parte del negocio supone Portugal?

En España hacemos unos 49.000 servicios al año, y en Portugal unos 6.000, sobre un total de fallecimientos anuales de 410.000 y 110.000 en cada país respectivamente. Con la pandemia, en España la mortalidad aumentó un 25%, con unas 90.000 muertes adicionales en 2020, concentradas sobre todo entre marzo y mayo. Y en Portugal la primera ola llegó más tarde que en España, a principios de 2021.

¿Cómo está impactando la inflación y aumento de costes en Mémora?

De una forma muy intensa, porque tenemos 1.500 empleados; tenemos gastos de alquiler que aumentan, somos energéticamente intensivos en refrigeración para los tanatorios y en gas para los crematorios; necesitamos combustible para los vehículos, y también se han encarecido los materiales de las arcas. No lo estamos repercutiendo al mercado, porque además el 70% de los servicios que prestan las empresas funerarias son a familias con seguro de decesos, y las aseguradoras deberán ayudarnos en los próximos años a asumir este incremental de costes que ha llegado en parte para quedarse. La inflación es una problemática número uno para nosotros. En el último año, estamos en un incremento de costes entre el 8 y el 10% de media.

Morirse en España es caro...

Como nadie quiere morirse, aunque costase un euro, a nadie le gusta pagarlo, pero nunca hubiera pensado que con lo que ha pasado con la pandemia seguiríamos sin haber resuelto el tema del IVA en España a los servicios funerarios, que sigue en el 21% desde que se subió en 2013, cuando estaba al 8%. No aguanta la comparación por ningún lado, ni con el resto de Europa ni con otros servicios equivalentes que se prestan a vivos en vez de a difuntos. En casi toda Europa, los servicios funerarios están exentos de IVA o lo tienen reducido porque son una necesidad, y no tiene ningún sentido que el IVA de un taxi, un hotel o un tratamiento médico sea más bajo que el de un coche fúnebre, un día de tanatorio o la preparación de un difunto para poder ser velado. Se dan paradojas como que hace tres o cuatro años se bajó el IVA de las flores, que es de lo más suntuario en la factura de los servicios funerarios.La administración podría contribuir de manera significativa a reducir el coste de morirse.