El optimismo responsable en la recuperación económica

Hace meses que oímos hablar de la recuperación de nuestra economía por parte de distintos responsables políticos. Con mayor o menor dosis de triunfalismo, es cierto que algunos indicadores indican que nos vamos recuperando poco a poco de los efectos de la pandemia. En Catalunya, y en España, con menor rapidez de la deseada, por los intensos estragos y por la peculiaridad del tejido productivo -más micro que grandes empresas-. Pero lejos de esta realidad, todavía estamos a medio camino de la reactivación del mercado de trabajo y de la economía en general, pues muchas empresas no pueden aún abrir o siguen con su actividad limitada por las restricciones impuestas para combatir el virus. Por ello, no podremos hablar de recuperación hasta que todas las empresas y autónomos del país puedan abrir y desarrollar sus actividades con normalidad; hasta que recuperemos la libertad de empresa.

Si miramos los últimos datos de empleo de la Encuesta de Población Activa (EPA), correspondientes al último trimestre del año 2021, podemos ver cómo son bastante mejorables. Sería deseable estar más cerca de la tasa de paro del 3,2% de Alemania o el 5% de Dinamarca, pero la realidad es que ahora mismo estamos más cercanos a la cifra del 11,5% de Turquía. Hay que tener en cuenta, además, que los efectos de la variante ómicron no se han visto reflejados en los últimos datos de la EPA y, por tanto, deberemos estar atentos a cómo evoluciona el mercado de trabajo ante la sexta ola de la covid.

A la no recuperación completa se suman las desigualdades territoriales y sectoriales crecientes. Según las cifras de la última EPA, existen brechas que no podemos permitirnos. En el ámbito territorial podemos observar cómo por ejemplo, en Tarragona, estamos tres puntos por encima de la media de paro del país y, en el ámbito de los diferentes sectores económicos, los datos constatan cómo la construcción o la industria tienen una preocupante pérdida de empleo, además de los sectores afectados por restricciones como el ocio nocturno, la restauración, etc.

Y en todo este contexto, y con la peor crisis económica vivida por nuestra generación, no podríamos hablar de recuperación si no orientamos los retos que tenemos para aprovechar todas las oportunidades que nos ofrece cualquier crisis. Si no orientamos nuestro modelo productivo hacia lo que tienen los países más competitivos y sostenibles social y económicamente. Si no lo hacemos ahora, con el impulso de la recuperación y la llegada de ingentes recursos, ¿cuándo lo haremos?

Nos preocupa el empeoramiento de la productividad por hora y por persona trabajadora, que lejos de recuperarse como seria esperable en cualquier país que se precie, empeora día a día. Este dato nos aleja aún más de las economías más competitivas de nuestro entorno y, por este motivo, habrá que profundizar en medidas estructurales para mejorar estos problemas y no repetir errores del pasado. La recuperación vendrá de la mano de ser competitivos, siendo la productividad determinante para las empresas para poder aportar valor.

Otro problema estructural es el paro de larga duración, que como ejemplo afecta a la altísima cifra de un 46% de las personas en situación de paro en Catalunya que llevan más de un año buscando trabajo. Éste es un dato preocupante porque se ha incrementado en un 16,7% respecto a las cifras previas a la covid-19. Un motivo más para practicar el optimismo responsable.

Los últimos datos del paro registrado, correspondientes al mes de enero, también apuntan en esta dirección. A pesar del esfuerzo del tejido productivo por mejorar la contratación indefinida, se están haciendo menos contratos que en los años prepandemia. Concretamente, se han realizado 225.000 contratos, casi un 20% menos que en 2020 o 2019. Esto está sucediendo, en parte, por la incertidumbre y las limitaciones de la nueva Reforma Laboral en materia de contratación temporal. Todos estamos de acuerdo en que es necesario potenciar la contratación indefinida, aunque algunos exijamos la contraprestación de la flexibilidad también. Pero también es cierto que si reducimos la temporalidad, pero aún más, la contratación, vamos a hacer lo contrario de lo que nos recomienda la UE; entre contrato fijo o temporal, contrato fijo, entre contrato temporal o no contrato, contrato temporal. Ese dato del mes de enero nos alerta de que la reforma laboral podría -en condicional, por supuesto- traer consigo que algunas empresas, ante la obligación de realizar contratos indefinidos, y la no existencia de flexibilidad a posteriori, decidan no contratar.

Tampoco nos han ayudado las medidas restrictivas, aplicadas o recomendadas, que el Gobierno de la Generalitat ha llevado a cabo para frenar a ómicron. Los datos del mes de enero nos muestran cómo el paro ha aumentado más en Catalunya que en el conjunto de España. Incluso hay territorios dónde el paro ha disminuido como es el caso de Madrid o Baleares.

Ante este escenario que nos obliga a mantenernos en este optimismo responsable, pedimos cambios como el de la productividad, pero también el del impulso urgente de la formación y las cualificaciones profesionales, ajustando la oferta formativa a las demandas del mercado de trabajo y las necesidades de las empresas, pues de nuevo estamos constatando la diferencia porcentual entre las personas en situación de desempleo con estudios iniciales sin calificación profesional, respecto a los que tienen estudios de secundaria con orientación profesional.

El optimismo responsable, pues, sería aquel que nos dice que progresamos, pero sobre todo, que tenemos oportunidades que deben ser aprovechadas. Y aquél que pronostica que la recuperación será efectiva cuando se recupere la libertad de empresa y cuando hayamos puesto la proa hacia los cambios estructurales que necesita nuestra economía, y no antes. Estamos lejos de todo si sólo nos detenemos en la euforia de salir de la peor crisis de nuestras vidas. Orientémonos hacia hacer posible una recuperación eficiente por las generaciones futuras.