Centrarse en lo importante

Podemos confirmar que si algo han conseguido los gobiernos de Pere Aragonès y Pedro Sánchez es rebajar la tensión en relación al debate independentista, que había imposibilitado previamente la comunicación entre ambas administraciones y habían sumido a Catalunya en una época en la que solo preocupaba, a nivel político, la independencia. Lo más sorprendente es que, a nivel ciudadano, también llegó a ser el debate central. Todo, mientras miles de empresas se iban de la región, mermando su competitividad y Catalunya perdía atractivo para las inversiones extranjeras en favor de la Comunidad de Madrid.

No obstante, el Gobierno socialista y el Govern republicano han conseguido limar asperezas, realizando gestos de cordialidad que han permitido que en Catalunya se vuelva a hablar de inversiones y no tanto de fugas. Barcelona ha resurgido como marca y cuna de talento digital y Catalunya avanza, aunque el debate independentista sigue dominando el discurso político. Las últimas disputas a raíz del uso del castellano en los centros escolares han recordado la peor parte del procés. Todo, mientras se estaban negociando unos presupuestos, que finalmente han sido aprobados para regocijo del ejecutivo catalán, y Ómicron aparecía en escena para ponerlo todo patas arriba.

De nuevo, Catalunya reclama más protagonismo en sus restricciones y más derechos y más importancia del catalán. De hecho, el conflicto lingüístico estuvo a punto de llevarse por delante las Cuentas españolas al no garantizar una cuota mínima del catalán en Netflix. Corremos el peligro de volver a centrar los debates en conflictos estériles que deben tratarse desde la cordialidad, el respeto y partiendo de la base que, mientras unos quieren más autonomía, los otros no van a permitir un referéndum. Con esto claro, quizás se pueda avanzar.

Hay que poner en foco en lo importante de verdad. Si la industria del automóvil hace años que empezó a electrificarse, ahora es el conjunto de sectores los que reclaman una modernización a partir de la digitalización y la tecnología. Es importante apostar por ello, dar facilidades a todas las empresas para acceder a la financiación necesaria para evolucionar, siempre en clave de eficiencia y sostenibilidad. Seat y Cupra son el ejemplo de lo que hay que hacer, pidiendo ayudas desde hace años para atraer el coche eléctrico a Martorell y las baterías a Catalunya. Por contra, Nissan es el ejemplo de lo que no hay que hacer, con unas instalaciones que llevaban años a la deriva sin planes de competitividad claros que aseguraran un futuro en una planta que da trabajo a más de 2.500 personas. No nos equivoquemos, el reto de Catalunya no es salvar a las once empresas que han pedido un rescate a la SEPI o a las miles que quiebran cada año. El reto es mirar lejos, construir un modelo productivo basado en la tecnología y la eficiencia que garantice la competitividad de la región durante las próximas décadas.