Cataluña puede abanderar la transformación hacia la economía de impacto en el sur de Europa

    Desde hace un tiempo, la sociedad, en general, y el mundo económico y financiero, en particular, están tomando consciencia de los límites del sistema capitalista actual y de la necesidad de renovar sus bases: el cambio climático, la desigualdad social, la accesibilidad universal a derechos básicos como la salud, la educación o la movilidad, entre otros, ponen de manifiesto la necesidad de equilibrar la búsqueda del beneficio económico con la solución a estos retos. Y en este contexto, aparece un concepto que puede estructurar este nuevo sistema: la Economía de Impacto. Hablamos de Economía de Impacto cuando se posiciona al mismo nivel el binomio riesgo-rentabilidad y el impacto social y medioambiental. En otras palabras, es aquella que busca dar soluciones sostenibles y justas a los problemas sociales y medioambientales de nuestra sociedad, generando también beneficios económicos. Por tanto, en una Economía de Impacto:

    Las empresas y emprendedores buscan optimizar el trinomio rentabilidad, riesgo e impacto y se dotan de una misión para contribuir a resolver retos sociales o medioambientales relevantes, y hacerlo desde su mismo modelo de negocio y estrategia; Los inversores buscan un retorno social y medioambiental intencionado y medible a la par que una rentabilidad financiera, y como tal gestionan sus inversiones, presionando para conseguir ese impacto; El Tercer Sector se moderniza, desarrolla estrategias más sofisticadas para financiarse, recurriendo a modelos de negocio sostenibles y definiendo y midiendo sus resultados; Los consumidores y el talento toman decisiones teniendo en cuenta el impacto de estas y, por lo tanto, demandan información transparente y comparable sobre las actividades de las empresas, y valoran aquellas que defienden una causa o misión; Y las administraciones públicas incentivan esa transformación en los distintos actores de la economía, y generan un marco legal, tributario y político favorable.

    En este sentido, quizás la parte más directa y tangible que hemos visto en los últimos años, además de los cambios de hábitos y preferencias de los consumidores, es el aumento de la inversión de impacto. La inversión en este ámbito ha crecido de manera exponencial en todo el mundo hasta alcanzar los 715.000 millones de dólares en 2019, según datos del GIIN -último año de los que presenta datos hasta ahora-. Centrando esos números en España, el último informe de SpainNAB reflejaba que la inversión de los fondos de impacto se había incrementado un 34% en 2020, llegando a los 536 millones. No obstante, en este informe, ya se incluía otro tipo de actores dentro de este sector -como la banca ética, las fundaciones, las aseguradoras y los fondos de pensiones-, lo que refleja un total de 2.378 millones de activos bajo gestión en 2020. Esas cifras y, sobre todo, la evolución que muestran al alza, son muy buenas noticias, pero “aún estamos lejos de lo óptimo”. En la charla “From ESG to Impact” del 8º S2B Impact Forum, el congreso de referencia de la economía de impacto que se celebró el pasado mes de noviembre, Cliff Prior, CEO del Global Steering Group for Impact Investing, recordaba que para llegar a la neutralidad climática y resolver los retos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son necesarios 90.000 millones como mínimo “Esto no lo puede conseguir la administración pública sola, sino que tenemos que movilizar el capital privado para el bien público. Por eso es importante implicar a todos los inversores y empresarios en esta transformación hacia la economía de impacto”, remarcaba Prior.

    En este contexto tan internacional, ¿cuál es el papel de Cataluña? Ya hemos visto que el futuro se dirige hacia esa nueva economía y, por tanto, no podemos quedarnos atrás. Tenemos muchos de los activos necesarios para impulsarla:

    Talento local, formado y con experiencia, además de capacidad para atraerlo y crear equipos multidisciplinares y multiculturales.

    Universidades y escuelas de negocios de prestigio, con cada vez más programas específicos vinculados al impacto y la sostenibilidad, así como centros de investigación y tecnológicos punteros.

    Hubs y clústeres fuertes que impulsan sectores con gran potencial en la economía de impacto como son la salud, la biotecnología, la movilidad o la digitalización, entre otros.

    Empresas referentes, pioneras en incorporar el impacto en sus modelos de negocio. Algunos ejemplos son Aigües de Barcelona, pionera en la gestión responsable del agua y la sostenibilidad, Celsa, la segunda empresa más grande de reciclaje en Europa y pionera en el acero circular, o ISDIN, una compañía BCorp que tiene el propósito de acabar con el cáncer de piel de manera sostenible.

    Administraciones públicas alineadas que están fomentando esta economía. Algunas actividades interesantes en este ámbito son las de Acció de la Generalitat que trabaja con 24 clústeres, que identificarán como mínimo 10 oportunidades de valor compartido relevante en cada clúster antes del 2023; o la del Ayuntamiento de Barcelona, que está potenciando el impacto a través de iniciativas como la Barcelona Innovation Coast, un espacio de innovación y encuentro de los diferentes actores económicos y sociales desde el que se puedan establecer colaboraciones, o la creación del Deep Tech Fund, un fondo público-privado de 10 millones de euros para proyectos de innovación que tengan un impacto positivo en la ciudad. S2B Impact Forum, el congreso de referencia en economía de impacto, que impulsamos desde Ship2B para reunir y generar sinergias entre todo el ecosistema de impacto y todos los agentes económicos y sociales.

    En resumen, tenemos muchos activos, muchos agentes implicados y muchas acciones que ya se están llevando a cabo. Pero para conseguir un cambio real es esencial la colaboración de todo el ecosistema económico y social, la involucración de las empresas privadas, las organizaciones sociales y la administración pública. Solo trabajando todos juntos, creando un proyecto común, seremos capaces de abanderar, desde Cataluña, la transformación hacia la economía de impacto en el sur de Europa.