El año 2022 se despide dejando un balance agridulce

Los finales de año siempre invitan a hacer un balance del ejercicio que acaba antes de afrontar el nuevo año entrante, no por nostalgia ni autoflagelamiento, sino para aprender de los errores e identificar retos persistentes o incipientes con los que habrá que seguir lidiando en los meses o incluso años posteriores. De la misma manera que las organizaciones hacen inventario de existencias al llegar diciembre, también las empresas y administraciones deben hacerlo de los intangibles que afectan al día a día y a los proyectos futuros.

Este 2022 llega a su fin con un balance agridulce, en España en general y también en Cataluña, con datos macroeconómicos durante estos doce meses favorables tras la pandemia, y alegrías en el consumo y el turismo, pero sobre los que ahora planea la sombra de la crisis debido al alza de costes, la inflación y la subida de tipos de interés, mientras la causa principal de estos males, que es la crisis energética y de materias primas provocada por la invasión de Ucrania por parte de Rusia, no tiene visos de una pronta solución, alimentando la espiral de pérdida de poder adquisitivo y mayor dificultad de financiación.

En el caso de Cataluña, 2023 se augura favorable en cuanto a apoyo del Gobierno a la Generalitat en materia económica, a través de concesiones otorgadas a cambio del de ERC a los Presupuestos Generales del Estado. También ayudará la inyección de fondos europeos Next Generation a las empresas, con un peso relevante de compañías catalanas beneficiadas dada la tradición industrial y tecnológica de la región.

Por contra, la fragilidad del actual Gobierno catalán de ERC en solitario puede frenar iniciativas públicas para impulsar mejoras económicas y sociales, si no salen adelante los Presupuestos catalanes de 2023.