Ingredientes para el éxito de una ‘startup’ en fase temprana: mucho más que capital
A finales de enero, elEconomista señalaba que en 2021, el Venture Capital en España había vivido un año récord con un crecimiento del 133% del capital invertido sobre 2020 hasta un total de 1.942 millones. 11 años antes, en 2010, el Venture Capital invertía en España 218 millones (elEconomista). ¿Qué explica que la inversión se haya multiplicado por nueve en tan sólo 11 años? ¿Estamos acaso en una burbuja? No creo que estemos en una burbuja, lo que sí creo es que el sector ha madurado: en estos 11 años son muchas las startups que han protagonizado salidas exitosas para sus inversores disminuyendo el riesgo percibido y aumentando la esperanza de mayores retornos percibidos por los inversores en esta clase de activo. Las valoraciones de las startups y el volumen medio invertido por ronda en las mismas también se han visto multiplicados, lo que en general es una buena noticia para los fundadores, pues han podido contar con mayores cantidades de capital y a mejor precio para construir sus startups. Sin embargo, me gustaría hacer una reflexión de por qué el capital no es lo más importante para el éxito de una startup en fase temprana.
Empecemos por definir qué es una startup y acotemos qué significa para ellas estar en una fase temprana. Steve Blank, profesor de la Universidad de Stanford define las startups como “organizaciones temporales en búsqueda de un modelo de negocio repetible y escalable”. Esta definición las hace distintas a las empresas tradicionales en tanto en cuanto: (i) tienen una ambición temporal limitada, (ii) el modelo de negocio es aún desconocido y (iii) ese modelo de negocio que se busca ha de ser repetible, pero sobre todo escalable. Típicamente las fases de inversión en startups son 4: Pre-semilla, Semilla, Serie A y Post Serie A. En la fase Pre-semilla típicamente se invierte en un equipo con una buena idea y el objetivo de esa fase es trasladar esa idea a un producto mínimo viable (MVP en sus siglas en inglés). En la fase Semilla lo que se busca es seguir mejorando ese producto hasta que encuentre un encaje en el mercado (típicamente porque o tiene usuarios que lo utilizan de forma recurrente o bien porque ya tiene clientes que pagan por ese producto recurrentemente) lo que normalmente, además, configurará su modelo de negocio repetible. En la Serie A lo que se busca es encontrar palancas y canales de crecimiento que den escala a ese modelo de negocio. Cuando ese modelo de negocio se encuentra, es repetible y escalable, la startup deja de ser startup según la definición del Profesor Blank, y se convierte ya en una empresa que buscará la mejor forma de financiar su crecimiento, bien a través de Venture Capital (estaríamos ya en una fase Post Serie A, donde típicamente se escucha hablar de Series B, C, D, etc.), bien a través de métodos de financiación tradicionales o, mejor aún y si puede permitírselo, gracias a sus clientes. La fase temprana en la vida de una startup es la que comprende las fases Pre-semilla y Semilla. De media, se estima que con cada ronda de inversión en una startup, la dilución sufrida por los socios está entre el 10% y el 20%. Idealmente el equipo fundador retiene la mayoría del capital incluso justo después de la Serie A, pues de lo contrario podrían perder el control de sus empresas y no resultar atractivos para los inversores en futuras rondas. Por eso es importantísimo para los fundadores controlar la dilución que sufren en fase temprana y para ello sólo tienen dos formas de hacerlo: o bien consiguiendo una valoración alta para su startup que limite la dilución para el capital conseguido, o bien limitando al máximo la inversión necesaria para lanzar el producto, encontrar su encaje en el mercado y dar con un modelo de negocio repetible.
En los últimos años el coste de desarrollar software ha bajado drásticamente, por lo que, si el equipo fundador es bueno, complementario y tiene las capacidades necesarias para desarrollar un producto por sí sólo, podría incluso ahorrarse la necesidad de recibir una ronda de inversión en fase Pre-Semilla. Tampoco en la fase Semilla hace falta necesariamente mucho capital. Lo que sí hace falta es velocidad de iteración y desarrollo de ese producto para adaptarlo las veces necesarias hasta que su consumidor lo utilice, y (dependiendo del modelo de negocio) pague, de forma recurrente. La velocidad de iteración la puede dar un equipo de desarrollo amplio, pero también la da un equipo que por un lado está muy centrado en entender la necesidad de sus consumidores y, por otro, es capaz de adaptar rápidamente las señales que encuentra en el mercado al producto que está desarrollando.
Como hemos visto, el éxito de una startup en fase temprana tiene más que ver con las habilidades del equipo fundador que con su capacidad para conseguir financiación, con el añadido de que, a menor necesidad de financiación, mejor posición en el capital tendrá el equipo fundador cuando tenga que enfrentarse a rondas posteriores donde sí será necesario disponer de más capital para escalar su modelo de negocio. Que la inversión del Venture Capital en nuestro país se haya multiplicado por nueve en apenas 11 años es una buena noticia. Lo es que se haya multiplicado el número de startups que son financiadas y lo es que el sector esté siendo capaz de atraer grandes volúmenes de inversión que ayudan a dar escala a aquellas startups que han demostrado tener un modelo de negocio repetible y escalable. Pero el capital, por sí solo, no es suficiente para desarrollar un ecosistema de innovación. Necesita además de talento técnico y de negocio, de profesionales con experiencia, de un marco jurídico que facilite la innovación y de un tejido empresarial abierto a innovar y colaborar con startups.
En Catalunya encontramos varios de estos ingredientes. Algunos de las startups más exitosas de nuestro país como Glovo, Wallbox o TravelPerk tienen aquí su origen, como también otras startups de éxito. Muchos de los fundadores y empleados de esas compañías han vuelto a fundar, trabajar o invertir en nuevas startups, lo que ha permitido que el ecosistema se haya desarrollado más y lo haya hecho de forma más eficiente. Si unimos esa experiencia en fundar, operar y escalar startups con el acceso a talento de algunas de las más prestigiosas universidades técnicas y de negocio, con iniciativas públicas que facilitan desde espacios físicos hasta financiación cuando no subvenciones para startups y con un tejido empresarial de larga trayectoria que busca continuamente innovar y está acercándose cada vez más a las startups, vemos que tenemos todos los ingredientes necesarios para que también el ecosistema emprendedor en Catalunya pueda tomar la escala que sus startups y fundadores se merecen.