Microesfuerzos para conseguir macroresultados

Permitirán que el que escribe estas líneas cuente una anécdota para ilustrar la intención que tendrá todo el editorial. Catalunya está en época de fiestas. Muchos pueblos terminan agosto y arrancan septiembre con fiestas mayores. No hay más que mirar a Barcelona, con las fiestas de Gràcia, del barrio de Sants y de la Mercè, todas sucediéndose con apenas semanas entre sí. En una de estas fiestas, hace unos días se canceló un evento en un espacio público porque, según el consistorio local, era susceptible de molestar a los usuarios habituales del recinto, que pagan abono o entrada diaria para disfrutar de su naturaleza, no de un evento musical organizado por el servicio de bar. Ante esta decisión, las redes sociales mostraron el descontento ante la medida porque creían que la cancelación respondía al Covid, porque, por supuesto, nadie miró el comunicado oficial del ayuntamiento. A la vez, criticaban la celebración de otro concierto el mismo día en la misma localidad, aunque obviaban que era en un recinto habilitado para ello en el que se iban a cumplir estrictamente todas las medidas de seguridad.

Esta situación, aunque muy concreta, no difiere de otras muchas que se viven en lo relativo al Covid-19 actualmente. La llamada ‘fatiga pandémica’ es un hecho tan irrefutable como que el virus sigue al acecho, pese a todo. Pese a las vacunas, pese a las medidas de seguridad y pese a todos los esfuerzos realizados. Los que se quejaban de la cancelación seguramente pensaban que se merecían esa fiesta, aunque fuera a costa de molestar a otros. Por supuesto, en eventos similares las mascarillas brillaban por su ausencia, así como la distancia social. Es evidente que todas estas personas se merecen esa fiesta, como nos la merecemos todos, se la merecían los vecinos del barrio de Gràcia y se la merecerá la media Catalunya que acudirá a Barcelona por las fiestas de la Mercè. Pero no nos equivoquemos, hay mucho más en juego que un contagio que, gracias a las vacunas, seguramente sea leve. O no, porque puede ser fatal, algo que tampoco hay que olvidar.

Un mal comportamiento de la población, y no me refiero a un comportamiento deliberadamente malo en una fiesta, sino a la relajación, por cansancio o por el convencimiento que todo va a mejor, de las medidas de seguridad, puede provocar que la sexta ola, que la habrá, y que las sucesivas olas de la pandemia sean más graves de lo esperado, poniendo en jaque a la recuperación económica de toda la región. Puede parecer que la macroeconomía es algo superior al individuo, que lo que haga uno no afecta al PIB, pero no es cierto. La Cámara de Barcelona ha ligado explícitamente sus expectativas de crecimiento, bastante buenas, por cierto, a una estabilización de la pandemia. De no darse, muchos de los que se hayan relajado estos días podrían perder el trabajo o podrían no encontrar uno. ¿Podría un parado no encontrar trabajo pese a portarse bien y que el PIB suba y que el sector servicios mejore? Claro, pero para qué arriesgarse.