Luchar contra la pobreza infantil educando desde la raíz

Para miles de familias, las consecuencias económicas que supuso la irrupción del Covid-19 siguen presentes año y medio después. Familias como la de Pilar y sus dos hijas, que antes del confinamiento se dedicaba a tareas de limpieza pero que sufrió un Erte, no pudo pagar a tiempo las facturas y aún no se ha recuperado económicamente. O la de María, que perdió su trabajo y aún recibe ayudas para mantenerse ella y su hijo. O la de Yesenia, con dos hijos. A pesar de que su marido trabaja, su sueldo no es suficiente para mantener a toda la familia. Estas y otras muchas son familias cercanas a nosotros que antes del Covid-19 podían mantenerse en la cuerda floja de la precariedad, pero que aún no se han recuperado de la caída.

En Cataluña, más de un millón y medio de personas viven en riesgo de pobreza y exclusión. Esto quiere decir que residen en hogares de 4 miembros donde se ingresan menos de 20.214 euros anuales, o viven en lo que llamamos situación de carencia material, que quiere decir que no pueden afrontar gastos inesperados, pagar recibos o mantener la vivienda a una temperatura adecuada, entre otros indicadores. Y en estas situaciones, una vez más, los niños y niñas son el colectivo más perjudicado.

Según los últimos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 en Catalunya el riesgo de pobreza y exclusión en la infancia creció en 6,8 puntos respecto al año anterior, pasando del 25,4% al 32,2%. Es decir, que, en tan solo un año, el número de niños y niñas en esta situación ha aumentado en 92.000 y ya son más de 450.000. Cataluña es, junto a Baleares, Cantabria y Galicia, una de las cuatro comunidades autónomas en las que más creció la pobreza y la exclusión social de la infancia en 2020.

Que miles de niños y niñas se hallen en esta circunstancia en Catalunya no es solo consecuencia del Covid-19. El aumento de la pobreza ha sido una constante desde 2016, pero si ese año hablábamos de 1 de cada 5 niños en riesgo de pobreza o exclusión, ahora son 1 de cada 3. Cifras inaceptables que nos ponen por primera vez por encima de la media de España, que es del 31,1%, un punto menos. Y también muy por encima de la media europea, que en 2019 fue el 23,4%, lo que coloca a Catalunya y al conjunto de España en el furgón de cola de la Unión Europea en lo que a situación de la infancia se refiere, solo por delante de Rumanía y Bulgaria. La situación es alarmante y requiere la búsqueda inmediata de soluciones que traten este problema desde un abordaje sistémico. La infancia, especialmente la más vulnerable, tiene que ser una de las prioridades de las administraciones. La inversión en políticas de infancia en Catalunya es de un 0,8% del PIB, solo un tercio de lo que se invierte de media en Europa. Una inversión insuficiente que tiene mucho margen de mejora, si se tiene en cuenta que el PIB catalán es de más de 236.000 millones de euros.

Desde Educo también creemos firmemente que una de las claves para acabar con la pobreza infantil es la educación. La educación va más allá de lo que puede estar en el imaginario colectivo. Es mucho más que aprender a leer y multiplicar. Educar desde la raíz es abordar el problema y la solución desde todos sus ángulos, siendo conscientes de que el acceso a la educación de calidad permite mejorar el futuro de miles de niños y niñas, muchas veces condicionado por el contexto social y económico de sus familias. La educación cambia vidas, salva vidas. Si queremos que la escuela funcione realmente como un ascensor social, que rompa el círculo de la pobreza, es urgente priorizar la inversión en una educación de calidad y equitativa.

Educar desde la raíz es también plantearnos todos los factores que inciden en el desarrollo de la infancia. El espacio del mediodía, el comedor escolar, es prioritario. Cuando un niño o niña no puede ir al comedor escolar porque no ha obtenido una beca pública a pesar de necesitarla, se le está privando de sus derechos. En primer lugar, no está accediendo a una comida nutritiva y completa, porque en su casa puede no haber los recursos necesarios para organizar un menú semanal saludable. La asistencia al comedor escolar asegura esa alimentación de calidad y con ella los nutrientes necesarios para asegurar un cuerpo sano. Pero va más allá. El espacio del comedor genera más garantías de que los escolares asistan a las actividades que el colegio propone por las tardes y reduce el riesgo de que se queden solos o en la calle porque muchas familias, por sus condiciones laborales, no pueden dedicarles todas las horas que les gustaría. La escuela es un espacio de protección, y en las horas extraescolares, incluidas las que aporta el comedor escolar, los niños y niñas siguen aprendiendo, compartiendo, jugando, etc., se relacionan entre sí y con los adultos cercanos de una manera diferente a como lo hacen en el aula. Mientras que el comedor universal no sea una realidad, organizaciones y administraciones públicas trabajamos para garantizar el acceso a este espacio.

Hace seis años que la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. El 25 de setiembre de 2015, 193 países se comprometieron a que el mundo en 2030 sería un lugar mejor. Un lugar sin pobreza y sin hambre, con una sociedad más justa, donde los derechos de las mujeres y las niñas se cumplen y donde todos y todas pueden acceder a una educación inclusiva, equitativa y de calidad durante toda su vida. La llegada del Covid-19 ha puesto en riesgo los avances hechos durante los últimos años, pero también ha evidenciado la fragilidad de un sistema que no ha puesto en el centro de su interés a las personas y sus derechos sociales básicos. En estos tiempos de crisis hemos tardado mucho en escuchar a la infancia y no hemos estado atentos a su necesidad de relacionarse y socializar o a sus preocupaciones.

La alarma continúa, los datos de pobreza infantil son preocupantes, y la mejora de la educación, con ese enfoque holístico que revindicamos, es urgente. Estamos ante la herramienta más poderosa para acabar con las desigualdades existentes y hay que asegurar que todos los niños y niñas tienen acceso a ella. Esos 450.000 niños y niñas en situación de pobreza o exclusión no pueden esperar.