Ha sido peor el remedio que la enfermedad

Decía Joaquim Boades, secretario general de la patronal catalana del ocio nocturno, Fecasarm, que al final “ha sido peor el remedio que la enfermedad”, refiriéndose al cierre de su sector como medida anti-Covid. Si bien es cierto, y así lo admite el mismo Boades, que al principio el cierre fue una medida que había que tomar, como se encerró a la población y solo se dejó en marcha aquello esencial, la situación no solo es desoladora para el ocio nocturno, sino que además ha comportado que los botellones tomen el control de la noche catalana.

Aquellos que dicen que con la apertura del ocio nocturno no se evitarían los botellones están en lo cierto, pero, sin embargo, sí que es culpa del cierre, incomprensible a estas alturas, que hayan explotado y se hayan convertido en la oferta de ocio dominante en Catalunya. La gente va a salir, no solo los jóvenes, por cierto, y actualmente la única oferta de ocio es la ilegal. Abrir ahora es dar cierto aire a las discotecas y bares musicales, pero como el mismo Boades ha admitido, pasarán muchos años hasta que la proporción de ocio nocturno legal e ilegal vuelva a ser la de antes del Covid-19.

Es absolutamente incomprensible la falta de empatía que se ha tenido con este sector, que recordemos en Catalunya era de los más potentes de España, generando millones de euros a la semana y cientos de empleos directos, más miles indirectos que ahora se encuentran suspendidos. Una de las pocas medidas tomadas para facilitar su supervivencia ha sido el pago de la mitad del alquiler, pero hay locales que pagan decenas de miles de euros al mes. Cabe recordar que hace ya año y medio que no generan ni un euro. Otros dirán que no entienden la queja, pues pueden abrir, solo que la normativa actual es imposible de cumplir y la opción es o expediente sancionador o cierre. Por otro lado, pregúntenle a una persona si prefiere sentarse en una barra pagando más de 10 euros por consumición, manteniendo la mascarilla y la distancia, con la pista de baile cerrada, o si prefieren juntarse con sus amigos, compartiendo gastos y pasando de las normas. El problema es grave, pues los botellones sí pueden ser caldos de cultivo para el Covid, mientras que las discotecas, aún manteniendo pista de baile, pueden ofrecer un espacio seguro garantizando la entrada únicamente a vacunados, inmunizados o personas que hayan pasado un test. Al final, sí, ha sido peor el remedio que la enfermedad.

Más incomprensible, si cabe todavía, es la lentitud con la que, pese a todo, la Generalitat está encarando el asunto. Mientras los teatros acogen gran parte de su aforo, se ha ampliado el de eventos deportivos, todavía se discuten los detalles bajo los que el ocio nocturno podrá reabrir en interiores, sin fecha concreta. Por el momento, una generación de jóvenes no sabe lo que es una discoteca y ha encontrado diversión en la calle. A ver cómo cambiamos ahora esa tendencia.