El patinete eléctrico en la ciudad, en busca del equilibrio

Están por todas partes. Y han llegado para quedarse. Se trata de los vehículos de movilidad personal (VMP), popularmente llamados patinetes. Una nueva categoría de vehículos (porque son vehículos, no juguetes) con un gran potencial de transformación de la movilidad urbana en clave de sostenibilidad. Y como todas las novedades, viene acompañada de luces y de sombras. Tomemos el ejemplo de Barcelona para poner cifras concretas al fenómeno. Según la última Encuesta de Movilidad en Día Laborable (EMEF), en 2020 el patinete fue el único modo de transporte que, en pleno contexto de la pandemia, aumentó en número total de usuarios, sumando un 17,6% más de viajes en comparación con el año anterior. A pesar de ello, los desplazamientos en patinete representan todavía solo un 0,85% del total en la ciudad. El crecimiento en el número de desplazamientos en patinete también conlleva un aumento de la siniestralidad. Según datos del Ayuntamiento de Barcelona de 2020, los patinetes estuvieron involucrados en un 5,3% del total de accidentes, un porcentaje muy elevado en comparación con su peso y que resulta preocupante. De hecho, es el medio de transporte que más crece en accidentalidad tras la moto.

Con el fin de comprender este fenómeno en su conjunto, desde el RACC hemos realizado el estudio El comportamiento de los usuarios de vehículos de movilidad personal (VMP) en Barcelona a partir de más de 3.000 observaciones y de 600 encuestas a usuarios, que nos han proporcionado una amplia radiografía de las personas que van en patinete y de su comportamiento. En su mayoría son jóvenes (la franja de edad más representada es la de entre 26 y 30 años) y tienen poca experiencia (un 56% lleva menos de un año usando este vehículo).

Además, se trata principalmente de personas que provienen de tener una movilidad activa (es decir, de desplazarse a pie o en bici) en un 43% de los casos o de usar el transporte público en el 40%. Solo son un 17% los que sustituyeron el coche o la moto por el patinete, lo cual, al menos a primera vista, pone en duda que se trate en sí de un medio de transporte más sostenible. Las personas que se suben al patinete se han bajado del transporte público en mucha mayor proporción que del vehículo privado. Es un dato relevante. Sin embargo, estos números no sorprenden si consideramos que parte del crecimiento del patinete coincide con la caída de la demanda de los viajes en transporte público en el contexto de la pandemia. Asimismo, es evidente que los viajes en coche o en moto (que implican típicamente una mayor distancia) no se pueden sustituir por patinetes eléctricos tan fácilmente, sobre todo dada la falta de infraestructura adecuada en zonas más allá del centro urbano. Por eso, para fomentar un uso más sostenible del patinete, es clave integrarlo mejor en los viajes intermodales (es decir, aquellos que combinan más de un modo de transporte). Actualmente solo un 42% de los usuarios alternan el patinete con otro medio y solo un cuarto de estos viajes se combinan con transporte público. Para revertir la situación se requieren más aparcamientos en lugares estratégicos cerca de paradas y estaciones de transporte público.

Otra pieza clave sería impulsar el patinete compartido en la ciudad, siempre dentro de un marco regulatorio sensato que permita el uso del VMP en viajes de última milla. Para ello es necesario que los operadores del servicio compartido controlen el correcto uso de los aparcamientos, por ejemplo, a través de fotografías, y que ofrezcan también tarifas dinámicas por distancia en lugar de tiempo, lo que ayudaría a evitar una velocidad excesiva y las malas prácticas.

En cuanto a la percepción de riesgo, en el estudio del RACC un 57% de los usuarios del patinete afirman sentirse vulnerables cuando circulan por Barcelona, mientras que un 12% de los encuestados declara haber sufrido un accidente con daños personales. Pese a que la sensación de peligro la generan los vehículos de motor, la mayor parte de los accidentes de los patinetes implican a otros patinetes o a ciclistas (45%) o involucran a peatones (26%). Un dato para tener muy en cuenta en la ordenación del espacio público. Visto más en detalle, los usuarios encuestados manifestaron desconocer más de la mitad (51%) de los aspectos básicos de la normativa para circular por patinete, como el uso de elementos de protección o señalización (casco o luz) o los espacios por donde pueden circular. Asimismo, nuestras observaciones indican que el 37% de los usuarios de patinetes se salta el semáforo y el 22% no respeta el paso de peatones cuando van por carriles bici, mientras que casi la totalidad (94%) circula a mayor velocidad de la permitida en los carriles bici de las aceras.

Esta situación pone de manifiesto la necesidad de promover el conocimiento de la normativa básica entre los ciudadanos y de fomentar un mayor uso de elementos de protección, incluido el casco, y de establecer un seguro general obligatorio de responsabilidad civil que cubra cualquier posible daño. Al mismo tiempo, se deben tomar acciones para minimizar las malas prácticas, a través de campañas de convivencia con los diferentes medios de transporte, entre otras medidas.

Un punto de partida debe ser la educación vial en las escuelas, con especial énfasis en la circulación en bicicleta y patinete. Pero no debe limitarse al ámbito escolar. Visto el origen de los nuevos patinadores (recordemos: más del 80% proviene del transporte público, de ir a pie o de la bici), no podemos dar por supuesto que tienen un mínimo de conocimientos antes de accionar el acelerador.

Por último, es imprescindible mejorar la infraestructura que utilizan los patinetes. En particular, se debe facilitar la continuidad de la red y desarrollar soluciones para los cruces más complejos. En este sentido, desde el RACC defendemos que se bajen a la calzada los carriles bici que se encuentran en la acera, para evitar conflictos con peatones y para adecuarse mejor a la velocidad a la que pueden circular, con un máximo de 25 km/h.

En definitiva, a pesar de que los patinetes eléctricos pueden ser claves en la transformación de la movilidad en nuestras ciudades, todavía queda mucho recorrido para alcanzar una integración plena.