La política catalana, ese círculo vicioso

Lo normal sería formar gobierno y ponerse a trabajar. Atajar los desafíos actuales de la sociedad catalana, como son la gestión de la pandemia, el paro juvenil, la renovación de algunas infraestructuras, el mantenimiento del que fue uno de los mejores sistemas de sanidad del mundo, la conservación y atracción del talento, la globalización de la marca Barcelona... Son muchos, ¿verdad? Sin embargo, ni hay Gobierno, ni visos de que se vayan a debatir estas cuestiones, y todas las que quedan, en el Parlament los próximos días.

Las manifestaciones y revueltas a raíz de la detención y entrada en prisión del rapero Pablo Hasél han eclipsado el primer debate de todos. Y es que todavía no está claro, o no lo estaba a fecha de redacción de este editorial, quién presidirá la Generalitat durante, esperemos, los próximos cuatro años. El pasado 14 de febrero, finalizado el recuento, los resultados arrojaban un empate a 33 escaños entre el PSC y ERC, ley electoral mediante, porque la formación de Salvador Illa consiguió un 1,7% más de los votos; una reválida del independentismo, que por primera vez superaba el 50% de los votos; la entrada, tirando la puerta al suelo, de Vox a la cámara catalana y el desplome de Ciudadanos, que pasó de victoria a la casi desaparición en lo que duró la turbulenta gestión de Torra al mando de la Generalitat. Podría parecer que la elección está cantada, Govern independentista y a seguir con las viejas disputas entre Madrid y Barcelona con empresas huyendo y la sociedad rogando que se haga política por una vez. No obstante, la diferencia entre ERC y JxCat, de solo un escaño, puede que no sea suficiente para convencer a Puigdemont y obligarle a ceder el liderato al partido de Junqueras. Además, es la CUP la que tiene la llave de la gobernabilidad, algo, como siempre, arriesgado por la radicalidad de sus pretensiones. Al otro lado, el PSC se llena la boca diciendo que probará reeditar un gobierno progresista a la española junto a ERC y a En Comú Podem, pero los de Aragonès ya dijeron antes y después de los comicios que no pactarían con los socialistas, aunque las palabras se las puede llevar el viento.

¿Qué ha cambiado, entonces, tras las elecciones catalanas? A efectos de gobernabilidad, nada. Con Vox en el hemiciclo y Ciudadanos agonizando, es más que probable que un inestable gobierno independentista tome el mando, de nuevo, para seguir quejándose de todo lo que se hace desde Madrid, para seguir reivindicando la independencia por encima de todo y para seguir olvidando que un país lo hacen sus ciudadanos, sus ciudades y pueblos y sus empresas, 7.000 de las cuales ya han volado desde el 1-O de 2017. Los independentistas seguirán discutiendo entre ellos sobre cuál es la vía más válida, si la unilateralidad o la pactada, y el PSC seguirá gritando a los cuatro vientos que la suya es la única propuesta útil. Los de Vox se quejarán de todo y desde el PPC y Ciudadanos verán como nadie les tiene en cuenta. ¿Alguien ha hablado de Covid?