¡Fumata blanca!¿Y ahora qué?

Es casi tan difícil investir a un presidente en Catalunya como elegir un nuevo Papa en el Vaticano. Suerte que los políticos catalanes no deben encerrarse en cónclave en el Parlament al más puro estilo Capilla Sixtina hasta que haya fumata blanca, pues más de uno enloquecería ante la titánica misión de ponerse de acuerdo. Tres meses les ha llevado a los elegidos por los ciudadanos decidirse por Pere Aragonès, candidato de Esquerra Repúblicana. Será que ser el representante del partido independentista más votado no era suficiente motivo. Poco faltó para que los catalanes fueran llamados otra vez a las urnas, en lo que habría sido la enésima demostración que la política dejó hace muchísimos años de ser sinónimo de discusión y entendimiento a favor de un juego de tronos donde poco importan los ciudadanos y mucho el poder el dinero.

Aragonès se enfrenta ahora a cuatro años de tripartito independentista tanto o más volátil que las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte. Y eso que su objetivo final es, teóricamente, el mismo: la independencia. Correcto, su objetivo no es hacer crecer Catalunya y sus ciudadanos, mejorando la vida de los mismos, no. Poco importa que haya quedado demostrado que la independencia solo gusta a unos pocos, y no precisamente a los que sostienen a un país. Prueba de ello son las 666 -premonitoria cifra- empresas que optaron por que su sede social dejara de estar en Catalunya para aterrizar en Madrid, Valencia, Aragón, Baleares, Andalucía o el País Vasco. Solo recordar que, en octubre, hará cuatro años del referéndum, período en el que más de 7.000 empresas han abandonado la región.

Con todo esto en mente, Aragonès afronta una legislatura complicada en la que la CUP y Junts exigirán avances en materia independentista. De hecho, el candidato republicano solo tendrá el soporte de la CUP durante dos años, período tras el que tendrá que repasar lo hecho y por hacer para que la formación radical decida si sigue apoyando a Aragonès. Con todo este panorama, el dirigente republicando debe afrontar una larga lista de retos económicos, que pasan por recuperar la senda del crecimiento tras la pandemia que ha hundido la economía catalana, ya mermada durante el último lustro por el procés.

Es necesario que, precisamente, el Covid-19 no se convierta en un excusa bajo la que barrer todas las miserias de Catalunya. El Govern debe pensar en grande para aspirar a colocar de nuevo a la región en el escaparate global, atrayendo inversión y talento, fortaleciendo una red de infraestructuras que necesita renovarse y ampliarse. Aragonès deberá surfear entre las demandas de Junts y las CUP, que piensan muy distinto a ERC en términos económicos y sociales, para sacar adelante unos nuevos presupuestos en los que adaptarse a la pospandemia y a los fondos europeos. Esta todo por hacer, si hay voluntad de trabajar.