La incoherencia entre las palabras y los hechos

La frase de la sabiduría popular que defiende que hay que predicar con el ejemplo parece demasiado a menudo inexistente en el mundo de la política, y es uno de los motivos por los que aumenta el distanciamiento entre los ciudadanos y sus gobernantes, por lo que debería ser una conducta a cambiar, aunque son muy improbables las posibilidades de que eso pase. Mientras tanto, la población ve una y otra vez cómo los políticos dicen una cosa y hacen la contraria, ya sea por estrategia de partido o porque proclaman discursos con los que contentar transitoriamente al que escucha.

Como ejemplo del primer caso, el de la estrategia política, el caso más patente en la política catalana reciente ha sido el del grupo municipal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, que de un día para otro pasó de dinamitar su apoyo a los Presupuestos de la ciudad -lo que casi provocó que no superasen el trámite inicial- a anunciar que los aprobaría sin ni siquiera negociar enmiendas, a cambio de que Podemos apoyase los Presupuestos de la Generalitat. Si bien es positivo que tanto la capital catalana como la administración autonómica dispongan de Cuentas para 2022, la solución ha evaporado la credibilidad de Ernest Maragall, aunque también es cierto que en política llega muy rápido el olvido.

En el caso de discursos pensados para regalar los oídos, fue un claro exponente el de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en la entrega de premios del 250 aniversario de la patronal Foment del Treball. Ante un auditorio con cientos de empresarios de alto nivel, defendió el diálogo y la colaboración público-privada, precisamente dos aspectos que los asistentes lamentaban que la primer edil no practica, aprobando cambios normativos sin consultar a los sectores implicados y abogando por remunicipalizar servicios sin calcular su idoneidad.