Control al gasto local ante ‘la moda’ de dejar las urbes

Un estudio de Influencia de la pandemia en la demanda de vivienda, elaborado por Fotocasa, constataba hace pocos días que la pandemia ha empujado la demanda de residencia en la periferia de Barcelona. A ello podría sumarse que se ha incrementado el número de empadronamientos en localidades de la costa o del Pirineu catalán, básicamente en las que las familias disponían de una segunda residencia. Contrariamente a lo que podría pensarse, en esta ocasión el precio no es lo que ha determinado los traslados. El sector de la vivienda no está especialmente en un ciclo alcista. Al parecer, las familias han valorado la tan deseada calidad de vida ante una amenaza sanitaria que persiste y que en las grandes ciudades se magnifica por su densidad de población. Y es cierto que el teletrabajo ha sido una herramienta indispensable para facilitar los traslados.

No obstante, decisiones de este calado deben ir aparejadas con infinidad de reflexiones. Cambiar de residencia obliga a modificar innumerables hábitos si los municipios en los que se recae no disponen de los servicios básicos necesarios -sanidad, educación, transporte-, en primer lugar, y de un conjunto de prestaciones públicas complementarias.

Llegados a este punto, y ante la presión residencial que afrontarán algunas localidades, es favorable que en el contexto actual el Gobierno haya suspendido las reglas fiscales para 2020 y 2021 que permitirán a los ayuntamientos utilizar sus remanentes sin límite respecto al déficit. Pero cabría diseñar instrumentos de control del gasto en tanto que no todos los Consistorios generan superávit y porque no cabe olvidar los excesos que se registraron en la primera década de este siglo cuando muchos gobiernos municipales echaron mano de los recursos con inversiones innecesarias, costosas y muy difíciles de rentabilizar.