La política del parche: desconcierto y confusión

Vaya por delante admitir que son bastantes los países que no consiguen doblegar la curva de contagiados por el coronavirus en esta su segunda oleada, pero ello no quita que el ciudadano de a pie aprecie una cierta improvisación en las medidas que están tomando las autoridades sanitarias estatales y, en el caso de Cataluña, las de la Generalitat. Se entiende que el virus se comporte de determinada manera, pero es inexplicable que tras la dolorosa experiencia que acarreó el coronavirus entre los meses de marzo y mayo los gobiernos no dispongan con más concreción de una hoja de ruta sobre qué medidas hay que tomar para frenar su expansión. Y lo que es más importante, sobre cuándo hay que tomarlas.

Los facultativos que siguen al pie del cañón desde hace meses ya llevaban semanas advirtiendo de que el rebrote era más exponencial de lo que aparentemente se esperaba y que había que alcanzar su control. Pero en la administración -plagada de nuevos comités de asesores, eso sí- no ha habido la determinación necesaria. ¿Será que son tiempos difíciles para la política catalana, con unas elecciones a la vuelta de 2021? Confiemos en que no sea esa la causa. Esperemos que sea el temor a las consecuencias de un nuevo parón de la actividad económica la razón de ser de lo que ya muchos llaman la política del parche, que lo único que genera es desconcierto y confusión entre la población y los sectores de actividad. Porque lo contrario, no sería de recibo. Claridad en la información y determinación es lo que debe mostrar la administración a los ciudadanos para que estos entiendan qué es lo que les espera y restar así incertidumbre a la hora de la toma de decisiones. Por dar algún ejemplo del desbarajuste político, no puede ser que en 48 horas el ocio nocturno pase de tener permiso a la reapertura a permanecer cerrado durante 15 días, o que los miembros del Govern no se pongan de acuerdo en si el teletrabajo es obligatorio o simplemente conveniente.