Mirar más allá del cortoplacismo de la ‘nueva normalidad’

Después de varias prórrogas del estado de alarma en España por el Covid-19, el nuevo protagonista ahora son la desescalada y la nueva normalidad que supondrá. Pero el cortoplacismo domina en muchas de las reflexiones actuales, y debe haber una visión a largo plazo, especialmente en la planificación de los responsables públicos de todos los niveles de administración.

Pese a su innegable repercusión global, el Covid-19 no es la primera pandemia internacional ni será la última, y las ahora imprescindibles medidas de seguridad para combatirlo dejarán de ser necesarias en el momento en que haya una vacuna, lo que se demorará dos años a más tardar, y seguramente menos, más aún con la cantidad de recursos públicos y privados que se están destinando en todo el mundo para su investigación.

Así, a todas las afirmaciones sobre la vida cotidiana anterior al nuevo coronavirus que ahora comienzan por “nunca más...”, habría que ponerlas en cuarentena y sustituir ese inicio por “hasta que haya vacuna”. De hecho, en estos momentos, el peor enemigo para la propagación del Covid-19 son las propias personas. Ya dice el dicho que el ser humano es animal de costumbres, y no se le da bien cumplir eso del “nunca más”. Y más aún tras dos meses de confinamiento que han supuesto una ruptura total con la rutina, y que en cualquier conversación trasciende que se desea recuperar, olvidando los riesgos todavía evidentes para la salud.

Un ejemplo fue el primer domingo en que los niños pudieron salir de casa para pasear por los alrededores del domicilio acompañados de un adulto. Salieron las familias enteras y sin respetar las normas de distanciamiento social, en busca de una satisfacción inmediata y puntual, que puede suponer un nuevo rebrote que agrave la crisis sanitaria y económica ya patentes.