Es la hora de devolver a trabajadores, empresas y autónomos todo lo que han dado

Tardó, pero Barcelona, y su área metropolitana, entró en la fase 1 de la desescalada. La fase del optimismo. La gente vuelve a las calles, las terrazas sirven las primeras cervezas y la sociedad asoma la cabeza por el final del túnel. Nada más lejos de la realidad, tras este oasis de felicidad y de falsa libertad se esconde una realidad más cercana al dramatismo que a la felicidad. Según representantes de los principales sectores de servicios, la recuperación será muy lenta, más de lo que se dijo en un principio, y el coronavirus, además de dejar un balance de fallecidos demasiado alto, dejará también un rastro de persianas bajadas de comercios y locales que no podrán sobrevivir a la crisis del Covid-19.

La causa principal es que la desescalada favorece, sobre todo, a los ciudadanos, pero las condiciones para las empresas y establecimientos como los bares y sobre todo los hoteles, distan mucho de ser las ideales. Apenas un 25% de los bares con terraza han abierto en Barcelona, siendo inviable para otros muchos subir la persiana. Pese a que, en este caso, algunas demandas realizadas al ayuntamiento de la ciudad han sido escuchadas, otras muchas que deberían impulsar instancias más altas, como el Govern o el Gobierno central no se adecuan a su situación. El ejemplo más claro es el de los Ertes por fuerza mayor, vigentes hasta finales de junio, cuando sin turistas y todavía con el miedo al contagio demasiado patente, la restauración todavía no estará en posición de afrontar los costes de mantener a toda su plantilla, algo que provocará despidos en el sector que más empleo genera.

El problema de los Ertes, y sobre todo el coste de los alquileres e impuestos como el IBI o el IAE, son algunas de las causas de las pesimistas previsiones del conjunto de sectores afectados y que apuntan que habrá cierres, muchos en el ámbito del comercio, en el que se estima que cerrará el 35% de los locales de la Ciudad Condal, y de la restauración, con uno de cada cuatro establecimientos en jaque.

Tampoco ayudan las idas y venidas de un Gobierno central que debe adaptarse prácticamente a diario a las condiciones que impone ese enemigo invisible y silencioso que es el coronavirus, con fases 0,5, aforos máximos cambiantes y número máximo de personas juntas variable. Y ayudan aún menos los tratos y acuerdos entre políticos para mantener un estado de alarma que parece haber dejado de ser una medida por la que hay que luchar para garantizar la seguridad para convertirse en una herramienta para hacer política y seguir confundiendo a la sociedad y a las empresas. Es imprescindible que cada sector, no solo los tres nombrados, sino también, por ejemplo, el automovilístico, tenga un plan de choque concreto adaptado a sus necesidades. Es el momento de devolver a trabajadores, autónomos y empresas, todo lo que han dado, y siguen dando, al Gobierno en forma de impuestos.